Cruces rosas, memoria e impunidad

Paco Dorado

Chimalhuacán, Estado de México, 06 de junio de 2016.- Mariana Lima Buendía tenía 29 años cuando decidió poner fin a la historia de abusos, vejaciones, violencia física y sexual por parte de quien fuera su esposo, Julio César Hernández Ballinas, un policía judicial del municipio de Chimalhuacán a quien había conocido mientras hacía sus prácticas profesionales para recibirse de abogada. Se casó enamorada pero al poco tiempo se desilusionó cuando iniciaron los golpes, los insultos, la tortura.

El 28 de junio de 2010 Mariana habló con su madre, Irinea Buendía, le confió su decisión de acudir al Ministerio Público a levantar la denuncia en contra de Hernández Ballinas por violencia intrafamiliar, para después abandonarlo e iniciar una nueva vida en compañía de sus seres queridos; pero no la volvió a ver con vida. Al día siguiente, Irinea recibió una llamada del esposo de su hija anunciándole que Mariana se había suicidado. Desde el inicio, Irinea aseguró que él la había asesinado, que había fingido el suicidio para eludir su responsabilidad en el asesinato de su hija. Acudió inmediatamente a la casa donde yacía Mariana, la descubrió en la cama, inerte, la planta de los pies limpios, con señales de golpes en las piernas y en los pómulos. Al mirar a su hija tendida en esa cama se le rompió el corazón para siempre.

Ballinas fue secundado por las autoridades ministeriales que han llevado el caso. Las investigaciones que se realizaron por parte de los peritos obviaron detalles importantes para el proceso legal, desecharon casi la totalidad de pruebas que lo inculpaban y tomaron las necesarias para no ejercer acción penal en su contra. Se resolvió el caso como suicidio. Desde ese momento Irinea se encargó de investigar y prepararse en Derecho, criminalística y género para que en conjunto con el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) poder evidenciar las omisiones por parte de las autoridades en el proceso del feminicidio de su hija.


Foto: Mario Marlo/Somoselmedio.org

Fue así como en el 2013 el feminicidio de Mariana Lima llegó a la Suprema Corte de Justicia Nacional (SCJN), el máximo tribunal de México, y de forma histórica fue concedido un amparo en contra de la resolución de las autoridades locales. En este amparo se ordenó reabrir el caso y volver a realizar el proceso de investigación con la tipificación de feminicidio y con perspectiva de género.

En ese ir y venir exigiendo justicia para Mariana fue cuando Irinea comenzó a apropiarse de las cruces rosas en el Estado de México como un símbolo de memoria, renunciando a olvidar el rostro de su hija. Una denuncia ante la impunidad y el desamparo de las víctimas de feminicidio, un símbolo de solidaridad y resistencia contra el miedo y la desesperanza.

Así como ocurrió hace alrededor de veinte años en Ciudad Juárez, donde nació este símbolo cuando en Lomas de Poleo fueron encontrados los cuerpos de ocho mujeres asesinadas en ese predio y en su memoria se colocó ahí una cruz por cada víctima. “Lamentablemente se extendió a todo el país porque en todos lados han habido mujeres asesinadas”, asegura la maestra Norma Andrade, madre de Lilia Alejandra García Andrade, asesinada hace quince años en Juárez y que a raíz de este hecho fundó la organización “Nuestras hijas de regreso a casa” junto con Marisela Ortiz.

En el Estado de México durante la segunda mitad del 2014 una cruz rosa itinerante y gigante visitó los municipios más violentos contra las mujeres como Ecatepec, Chalco, Cuautitlán Izcalli y Chimalhuacán entre otros. Por medio de una caminata a través de los municipios, organizaciones como el OCNF, ABC, Solidaridad con las Familias, Movidas por Encontrarlas y Frente Amplio Social Mexiquense exigieron en aquel entonces el 25 de cada mes, se decretara la Alerta de Violencia de Género en la entidad, cosa que pasaría hasta finales de julio del 2015 para 11 de los 125 (Ecatepec, Nezahualcóyotl, Tlalnepantla, Toluca, Chimalhuacán, Naucalpan, Tultitlán, Ixtapaluca, Valle de Chalco, Cuautitlán Izcalli y Chalco).

De igual forma en marzo de este año organizaciones como Colectivo de Mujeres Tierra Blanca, Alerta Solitaria, Juventud Unida y Grupo Santa Clara, entre otras, inundaron el Palacio Municipal de Ecatepec con 600 cruces rosas para protestar por los más de 600 feminicidios ocurridos ahí en los últimos cuatro años.


Foto: Manuel Amador/Somoselmedio.org

Por lo que respecta a Chimalhuacán, el año pasado en el marco del 25 de noviembre, Día internacional de la eliminación de todo tipo de violencia contra las mujeres, Irinea Buendía convocó a una acción para plantar una cruz de cinco metros de largo ahí en el Bordo de Xochiaca, donde decenas de mujeres asesinadas han sido arrojadas. Anteriormente ya había colocado una igual en la calle donde vivía Mariana y el 5 de marzo de este año, un poco antes del Día internacional de la mujer se plantó una tercera durante una acción convocada junto con la Red Denuncia Feminicidios Estado de México, quienes en conjunto con otras organizaciones realizaron el performance “Rostros de fuego, del bordo a la esperanza” que abordaba la indignación, la esperanza y la exigencia de justicia para las violaciones, los feminicidios y las desapariciones de mujeres en este municipio.

Dos meses después, el viernes 29 de abril fueron arrancadas esas cruces por ordenes de la presidenta municipal priista Rosalba Pineda Ramírez; personal del municipio llegó al lugar y con el pretexto de la pavimentación de estas calles las descolocaron dejándolas en el piso. Una se averió y se tuvo que restaurar. Irinea convocó nuevamente a una acción de resistencia para su reinstalación, dejándolas en resguardo de vecinas y vecinos del lugar.

Se publicitó el evento para el 29 de mayo y ocho días antes de esa fecha, se presentaron unos sujetos con actitud amenazante en uno de estos domicilios donde se encontraba una cruz, misma que solicitaron se les entregara. Se negaron a identificarse haciendo visible que traían armas de fuego. Los vecinos del lugar llamaron a la policía, pero para cuando llegaron, los sujetos ya se habían retirado.

“Quitaron nuestras cruces con premeditación, alevosía, ventaja y traición. La presidenta municipal, Rosalba Pineda, quiere que nosotras perdamos la memoria acerca de nuestras víctimas, pero a nuestras hijas siempre las vamos a llevar en nuestro corazón, nosotras si tenemos memoria”, asegura Irinea Buendía.

Ese domingo 29 de mayo, mujeres y hombres llegaron al Palacio Municipal de Chimalhuacán desde temprano para dejar claro que no están dispuestos de ninguna forma al olvido. La Vulvatucada hacía escuchar los corazones de cada una de ellas, cruces rosas de todos tamaños se vislumbraban desde cualquier punto de la plaza, era día de tianguis, romería y la gente desconcertada trataba de entender lo que estaba mirando entre tambores, bailes y consignas “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”. Algunas mujeres y hombres se dedican a dar información de lo que está ocurriendo en el Palacio Municipal, “el gobierno intenta invisibilizar, de negar a nuestras víctimas de feminicidio y no lo vamos a permitir”.

Comienza la marcha hacia el Bordo de Xochiaca, acompañan a Irinea Norma Andrade, Guadalupe Reyes y Silvia Vargas, todas madres de víctimas de desaparición o feminicidio, van a la vanguardia de la marcha de alrededor de cinco kilómetros entre calles, viviendas, locales comerciales, trabajadoras, vecinas, vecinos, hermanas, tíos, padres, madres…


Foto: Mario Marlo/Somoselmedio.org

Conforme avanzan van dejando cruces y más cruces rosas, pintas en rojo, negro y rosa, en una se lee en el piso “Estado feminicida”, en otra pared “Ni una menos”. En cada poste, en cada banqueta, en cada espacio que luzca deshabitado una cruz rosa. En una ermita de San Judas Tadeo, en otra de la Virgen de Guadalupe, cruces rosas con todo tipo de papel, con pintura, con aerosol.

Alguien más va de casa en casa, con los vecinos y las vecinas que salen a ver qué es lo que pasa con ese ruido de tambores y consignas en la calle, les dice: “debemos acabar con este machismo, la misoginia que es causante de los feminicidios. Debemos exigir un alto a la guerra contra las mujeres!”, les entrega información impresa en un tríptico.

Llegado el momento de la primera parada en la que fuera la casa de Mariana Lima, Irinea Buendía toma el altavoz y con una voz clara y contundente asegura que “Las cruces son un símbolo de nuestras hijas víctimas, asesinadas, por misóginos, perversos, violentos y cobardes. A nosotros no se nos olvida, nosotros si tenemos memoria y estamos aquí para invitar a la comunidad a que se atreva a romper el silencio, a que se atreva a hablar, porque ya basta! Y exijo justicia, exijo a la presidenta municipal de Chimalhuacán que deje de querer invisibilizar los feminicidios, porque desgraciadamente van a la alza, no es una ni dos, son mas de 50 mil mujeres asesinadas en toda la República Mexicana”.

Foto: Paco Dorado/Somoselmedio.org

Tres o cuatro hombres luchan por colocar la cruz que estaba ya esperando en el asfalto, tirada en la calle. El hoyo donde iría colocada ya estaba cavado. La colocan y sujetan con alambres, después le pondrán cemento para fijarla al piso. Continúan la marcha y las consignas “Mujer, hermana, si te pega no te ama”.

Se escucha la voz de Guadalupe Reyes, “yo soy mamá de Mariana Elizabeth Yañez Reyes, desaparecida el 17 de septiembre de 2014 en el municipio de Tecámac, hasta ahora no tenemos ninguna investigación de nuestro caso y desafortunadamente las autoridades nos quieren dar en entendido de que el de mi hija es un feminicidio más. Yo como madre no lo acepto, hasta este momento sigo buscando a mi hija viva, ¡porque viva se la llevaron y viva la queremos!”

“Por favor, no se acostumbren a ver mujeres muertas a las afueras de sus casas, en cualquier esquina; no somos basura para que nos vayan a tirar al río, somos personas, somos humanos conscientes. Sobre todo somos mujeres luchadoras. El día de hoy estamos demostrando lo que se puede hacer desde el corazón de una madre en busca de la justicia para su hija. Estamos apoyando a Irinea Buendía porque no queremos una más!”

La marcha es una oleada rosa indignada que humedece las consciencias. “No me da la gana ser asesinada porque dice que me ama”. Es casi media tarde y el sol quema fuerte y se van agotando las fuerzas, pero el coraje, la brisa de la oleada rebelde puede más. Casi llegan al Bordo mientras la escultura roja, gigante del Guerrero Chimalli parece dar la bienvenida como el puente vehicular que descaradamente y de una forma irrisoria se lee “Bienvenido a Chimalhuacán”.

Foto: Manuel Amador/Somoselmedio.org

Ya en el lugar se vislumbran expectantes las dos cruces faltantes, comienzan a hacer los hoyos donde serán colocadas. Se empieza a erguir la primera mientras la señora Silvia Vargas, mamá de María Fernanda Rico Vargas, víctima de feminicidio en Ecatepec, dice “estas cruces no son sólo de madera, son los cuerpos de nuestras hijas que nos mataron, de las que arrojaron aquí al río, de las que desgraciadamente por incompetencias del gobierno se seguirán encontrando. Para las autoridades es muy fácil, no saben de la angustia se vive día a día con esto, de no saber qué le pasó realmente a tu hija. Por eso, si quitan nuevamente estas cruces, las vamos a venir a poner de nuevo. No importa cuántas veces.”

Foto: Paco Dorado/Somoselmedio.org

Por supuesto que no han faltado los trabajadores del gobierno entre policías y civiles que toman fotografías de las y los asistentes, cuando se les increpa mencionan que solamente están haciendo su trabajo. Uno de ellos cuidadosamente le reporta a alguien más desde su teléfono diciendo “nada contra la presidenta, es una marcha tranquila”, mientras se ven y se escuchan helicópteros del municipio de Nezahualcóyotl sobre volando la zona. Se escucha a una de las asistentes decir “¿a qué le tienen tanto miedo?”

Toma la palabra Norma Andrade. “Vecinos de la comunidad, estamos nuevamente aquí para colocar otra cruz rosa, para ver cuánto tiempo la dejan, ya que las que colocamos el 5 de marzo fueron retiradas por las autoridades. Les pedimos que cuando nos vayamos ustedes sean nuestros observadores, que las cuiden, también son de ustedes porque es una joven de la comunidad. Mariana no era de Europa, ni de España, era de aquí de Chimalhuacán. No creo que a ustedes les guste que estén viniendo a tirar cuerpos de jóvenes aquí en la orilla del río. Por eso las estamos colocando de nuevo, para que el gobierno sepa que tiene una deuda pendiente con nosotras las madres, para con nosotras las mujeres, para con nosotros como sociedad.”

Y continúa Irinea Buendía: “Venimos a plantar nuevamente estas cruces porque por órdenes de la presidenta municipal de Chimalhuacán fueron arrancadas, nosotras fuimos a recordarles que tenemos derecho porque la Ley General de Víctimas lo menciona como memoria de nuestras hijas asesinadas.”

Finalmente y por medio de un pronunciamiento político, las asistentes hicieron responsables a las autoridades de Chimalhuacán y del Estado de México por la omisión en cada uno de los casos, los crímenes cometidos contra mujeres, por el solapamiento a los asesinos y de cualquier perjuicio contra las personas solidarias a la colocación de las cruces que se plantaron en el lugar; sobre todo después de descubrir a un grupo de jóvenes que iban detrás del contingente de la marcha borrando cada inscripción dejada en las calles y despegando las cruces de papel colocadas en los postes por las participantes. Ellas los confrontaron pues se había filtrado que pertenecían al movimiento antorchista, uno de los brazos políticos de los gobiernos priístas en la zona. Los jóvenes negaron ser parte de la organización política y siguieron pintando de negro encima de una inscripción rosa que decía “Vivas nos queremos”.

Foto: Paco Dorado/Somoselmedio.org

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