Por obras de Tren Maya, deforestación avanza en la selva

Adriana Varillas y Manuel Espino Fotos Diego Prado/ El Universal

Playa del Carmen.— Las retroexcavadoras no paran y aceleran la deforestación de la selva para abrir paso al Tramo 5 del Tren Maya.

El ruido de las máquinas se combina con el aroma de árboles recién cortados que se percibe en la brecha que corre por el nuevo trazo —selva adentro—, que cruza avenida Juárez, en Playa del Carmen, municipio de Solidaridad.

Hace un mes inició la tala de vegetación virgen, que incluye árboles de chicozapote, chacá, chechén y palma chit. A su paso, la maquinaria va dejando montones de árboles apilados que se secan con el paso de los días, aunque algunos se niegan a morir porque retoñan de entre los troncos trozados que se aferran a la tierra, constató EL UNIVERSAL durante un recorrido.

Los accesos a las obras del Tramo 5 Sur—que va de Playa del Carmen a Tulum, y viceversa— fueron cerrados y acordonados con cinta amarilla. “Prohibido el paso a personas no autorizadas”, se lee en letreros colocados en el entronque de avenida Juárez con el trazo del tren.

Trabajadores que vigilan la maquinaria confirmaron que “desde el sábado ya no se permite la entrada” a las obras. Sin embargo, fue posible recorrer a pie varios kilómetros. Ante este escenario, aseguran expertos, es mucho lo que se pierde y poco lo que se gana.
Un golpe a la “fábrica de agua”

A decir del colectivo Sélvame del Tren, las actividades de tala y desmonte —que carecen de estudios previos y autorizaciones federales a los que obliga la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente— dañarán corredores biológicos para la vida silvestre y la fuente de agua dulce para la región.

Entrevistados por separado, el arqueólogo Guillermo de Anda, fundador del proyecto del Gran Acuífero Maya (GAM), y el presidente de la organización Jaguar Wildlife Center, Raúl Padilla Borja, coinciden en que la “fábrica de agua” más importante del sureste mexicano se encuentra justo entre Playa del Carmen y Tulum.

Este reservorio natural de agua —explican— depende en buena medida de la selva, cuyas raíces funcionan como venas que atraviesan la roca caliza para abastecer al acuífero subterráneo que desemboca hacia el mar, del otro lado de la carretera federal 307.

“Todo esto está amenazado y toda esta fábrica de agua, que es Quintana Roo, y su biodiversidad están amenazadas por el trazo del Tren Maya, que también está asociado a los polos de desarrollo, a las ciudades en crecimiento que van a traer más deforestación y, por consiguiente, descargas de aguas residuales al manto freático”, sostiene Padilla Borja.
La caverna Yorogana

Al final de la avenida Juárez, en Playa del Carmen, colindando con la selva, integrantes del programa “Cenotes Urbanos” localizaron semanas antes de que se iniciaran los trabajos de iniciada la deforestación, una caverna llamada “Yorogana 3”.

En su interior lograron registrar más de 75 especies diferentes, entre ellas al pájaro Toh o pájaro reloj, un grisón hembra con dos crías y la Dama Blanca, una de las dos especies de peces ciegos originarios de la Península de Yucatán.

El grisón (Galictis vitttata) es un animal que vive en la selva, pero su avistamiento es muy extraño; tanto, que “para el estado de Quintana Roo tenemos solo una observación de este animal, así de raro es de verlo y ese día encontramos una hembra con dos crías”, subraya el biólogo Roberto Rojo, fundador de la iniciativa de ciencia ciudadana Cenotes Urbanos.

Este proyecto forma parte del Círculo Espeleológico del Mayab, asociación fundada en 2013 por Rojo, para la preservación de cuevas a nivel peninsular, con cinco líneas de acción: Exploración, investigación, divulgación, educación y conservación de las cuevas de la península.

Cada domingo, desde hace cuatro años, entran a mapear las cuevas de la ciudad con gente voluntaria, que suma a más de 350 personas, entre infantes, adolescentes, jóvenes y adultos.

“En cuatro años llevamos 81 cuevas mapeadas de las más de 300 que sabemos que hay en el área urbana de Playa del Carmen. Lo hacemos porque estamos buscando la conservación de esas cuevas: dónde están, qué forma tienen, qué vida hay dentro, cuál es su problemática.

“Además de hacer el mapa de la cueva, hacemos levantamiento biológico, es decir, registramos cuántas especies hay en la zona. En esta cueva de Yorogana, en dos horas de trabajo registramos decenas de especies”, explica en entrevista.

“Yorogana” se mapeó en febrero pasado. Sin embargo, luego del paso de las retroexcavadoras que abren camino devastando la selva para el Tren Maya, la cueva quedó casi cerrada con ramas de árboles a su alrededor, una cinta de advertencia y afectación a su flora y fauna.

El Tramo 5 del Tren Maya también afecta la selva de Akumal, al sur de Playa del Carmen y cerca de un Santuario del Mono Araña, visitado anualmente por miles de turistas nacionales e internacionales.

La zona de obras

El Tramo 5 del Tren Maya corre de Cancún a Tulum y medirá unos 121 kilómetros, según el proyecto del gobierno federal. Este tramo se divide en Norte, de Cancún a Playa del Carmen, y Sur, de Playa del Carmen a Tulum.

Actualmente, los trabajos de tala y desmonte se realizan desde distintos puntos entre Playa del Carmen y Tulum, según pudo constatar EL UNIVERSAL.

Integrantes de Sélvame del Tren calculan que se han devastado 40 kilómetros lineales.

“Es una situación dramática porque el volumen de selva depredada va a ser incluso mayor”, advierte Padilla Borja, la primera persona que detectó, a finales de febrero, el arranque de los trabajos de deforestación detrás del fraccionamiento Marsella, dentro del Tramo 5 Norte.

El panorama en la zona devastada es del rompimiento desordenado de la selva, donde se han localizado cuevas, cavernas, vestigios y hundimientos que el personal a cargo de los trabajos va acordonando, como señal de obstáculo para la vía.
“No son acahuales”

El pasado 24 de marzo, el presidente Andrés Manuel López Obrador, al referirse a las obras en este tramo, dijo: “No hay destrucción de la selva, es una brecha, cuando mucho de 50 kilómetros… y no es monte alto, no es selva, es un acahual”.

Al respecto, el arqueólogo Guillermo de Anda rechaza que la vegetación existente en el Tramo 5 sea de acahual (selva impactada por actividades agrícolas).

“Sin duda es selva. No basta más que caminar por ahí para darse cuenta de que es una selva, no es una zona deforestada con mucha vegetación todavía”.

Subraya que “en el monte” —como coloquialmente se le llama aquí a esa selva— hay evidencia científica sobre la presencia de felinos y mamíferos, cuyo hábitat será fragmentado.

En efecto, los daños por la fragmentación de la selva maya ya son visibles. Durante el recorrido, se observó a dos monos araña cruzando con dificultad la brecha. Los animales buscaban el arbolado, que ya no existe, para continuar con su recorrido.

El naturalista Raúl Padilla también refuta lo dicho por López Obrador: “Son selvas muy bien conservadas y pertenecen a las mejores selvas del país.

“El tipo de suelo kárstico siempre ha hecho crecer una selva baja, pero es una selva tropical (…) No son acahuales, aquí hay jaguar, puma, ocelote, venado temazate, venados cola blanca, primates, mono aullador y mono araña”, refuerza.
Por ello, con la construcción del tren —insiste— “es mucho lo que se va a perder y muy poco lo que se va a ganar”.

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