Campesinos en Oaxaca reafirman su rechazo al avance de la minería

Avispa Midia / Santiago Navarro F.

Un grupo de campesinas va abriendo camino, como si sus pies conocieran a ciegas las veredas de la montaña. Se detienen justo en frente de algo que parece una pequeña cueva. De pronto, un terrible hedor llega al cerebro, se desprende en la entrada, “es guano, excremento de los murciélagos”, dice una de ellas. Más hacia dentro, con un color rojo, están pintadas unas siglas, “JC Davila, 29-10-17”.

Esta cueva, de no más de 2 metros de altura, es la entrada de lo que fue mina “Zavaleta”, dónde explotaron oro en la época de la colonización española. En la tradición oral de los habitantes de los parajes “El Rebollero”, “Los Arquitos” y “Río Minas”, establecidos dentro del municipio de San Pablo Cuatro Venados, Oaxaca, se sabe que el sistema de explotación fue con pico y pala. “Pero nuestros abuelos cuentan que hubo mucho maltrato y explotación hacia nuestros paisanos, pero también hubo contaminación”, cuenta la campesina Cándida Paulina Gaytán.

Según el historiador J. R. Southworth, la explotación de esta mina inició con decenas de otras minas más en el estado de Oaxaca, inmediatamente después de la conquista y tuvo su mayor rendimiento en el final del siglo XVIII. “Por lo que el Rey de España concedió que en 1777 se formara una audiencia local y que tuvo la facultad de expedir a su nombre los primeros títulos directos de propiedad minera en este Estado”.

Hoy, estas campesinas y los demás vecinos están en alerta, porque se han enterado que en su territorio existen por lo menos tres concesiones mineras vigentes, que explotarán principalmente oro y plata, pero a escala industrial, por medio de perforaciones de túneles subterráneos abarcando más de 3 mil hectáreas. “No hay información de los impactos. La poca información de los promotores de la mina es que no contamina”, dice el campesino René López.

Una de las concesiones perteneció a la extinta empresa canadiense Arco Resources Corp, quien ya tenía, en 2012, los permisos para explotar oro y plata en un área de 3 631 hectáreas que cubren 5 kilómetros de longitud de la veta.

Es una suerte de “una nueva colonización de nuestras tierras, de nuestra forma de vida. Porque la explotación de esas minas va a traer la muerte. Es falso que vayan a traer empleos como dicen, yo no estoy dispuesto a dejar de ser campesino por unos cuantos pesos que no me van a servir cuando sufra las consecuencias de la minería”, reflexiona el campesino López, que vive a escasos 20 minutos de la vieja entrada de lo que fue la mina Zavaleta.

Mientras el campesino López muestra sus árboles de manzana, duraznos y aguacate, expresa una preocupación. “Hay rumores. La gente de nuestra comunidad dice que los mineros están firmando nuevos convenios para continuar con la explotación de la mina. Pero nosotros estamos preparado para luchar por nuestro río, nuestros bosques, por la vida pues”, comenta el campesino.

Otro campesino, Lorenzo Ramírez, comenta que, “estamos en alerta porque no queremos minería en nuestro territorio. Estamos defendiendo los bosques y el agua. Las propias autoridades de nuestra comunidad no dan una información clara y tienen engañada a nuestra comunidad, porque es posible que ya les hayan soltado algún dinero, pero se les va acabar y la destrucción va a quedar para nosotros”.

La violencia como recurso

Las empresas avanzan promoviendo la fragmentación de las comunidades y el choque entre ellas. “Nuestra comunidad está dividida en dos partes. Una de ellas es formada principalmente por las autoridades, quienes están a favor de la minería, quienes se han vinculado a políticos y grupos delictivos que nos han atacado. Nosotros somos la otra parte, la que resiste a la minería, al despojo y a la destrucción de nuestros bienes comunes. Luchamos por la vida”, dice el campesino Ramírez.

El 25 de mayo estos campesinos zapotecas han lanzado un comunicado dónde rememoran un ataque armado que sufrieron dos años atrás, el 31 de mayo del 2019. “Más de 500 personas entraron con dos trascabos derribando nuestras viviendas. Por fuentes extraoficiales nos enteramos que la mayoría fue pagada por políticos de la región, los mismos que les dieron las armas y los cartuchos. Estos personajes tienen interés en nuestras tierras, el bosque y el agua que nace de nuestras montañas, pero, sobre todo, porque en nuestro territorio se han expedido, sin nuestro consentimiento, por lo menos tres concesiones mineras para explotar oro y plata”, advierten.

Estos campesinos han sufrido el intento de sofoque de su lucha, incluso, desde las propias autoridades del municipio de San Pablo Cuatro Venados. “A quienes están en resistencia, les cortan el agua, no les dan continuidad a sus trámites en el municipio. Hasta les cobran un impuesto. Todo lo que entra al municipio solo lo distribuyen si apoyas a la autoridad y sus decisiones. Ni las vacunas para covid se han distribuido para nuestros mayores”, puntualiza el campesino Galdino Reyes.

En los últimos días, las autoridades de este municipio han intentado provocar a estos campesinos entrando a las tierras que han defendido. “Hemos visto que han comenzado a meter el tractor y han traído a diversas personas para comenzar a sembrar. No tenemos problema con que siembren, pero, si lo que buscan es tener presencia para dar paso a la minería, ahí si va haber problemas”, advierte Reyes.

Estos campesinos en resistencia se mantienen atentos sobre el avance de estos proyectos mineros. “Nos mantenemos en alerta y reafirmamos nuestra postura de que no queremos ningún proyecto extractivo en nuestra región. Porque sabemos bien que los proyectos que ya están en fase de explotación en Oaxaca vienen acumulando denuncias sobre la contaminación de mantos freáticos y del aire y, además, han fragmentado el tejido comunitario”, puntualizan en su comunicado.

Floriberto López denuncia, “estamos en alerta máxima por el avance de estas minas. Queremos comunicar no solo a nuestra propia comunidad, sino a las comunidades vecinas que, si damos paso a estos proyectos, son varias las comunidades que serán afectas, mucho más las que se encuentran río abajo, como la comunidad de Cuilapám y Zaachila”.

En el comunicado se responsabiliza a los tres niveles de gobierno por cualquier agresión que pueda sufrir cualquier miembro de esta comunidad, ya que, en los últimos días, como parte de las provocaciones, han escuchado detonaciones de rifles de alto poder en las áreas que están defendiendo.

Juan Carlos Luis, un campesino joven, se muestra preocupado. “Tengo dos hijos y me preocupa su futuro de ellos. La información que tenemos, por experiencias que han vivido otros pueblos, es que deja muchas enfermedades y contaminación del ambiente. Por eso lo que nos queda es organizarnos, informarnos más y unirnos con otros pueblos en resistencia”, dice el campesino que siembra maíz, frijol y calabaza.

La campesina Hilaria Vázquez reflexiona mientras se sienta al lado del arroyo y contempla como mirando dentro de sí, “tenemos que organizarnos, si no luchamos ahora, mañana puede ser tarde, este río es parte de nuestra vida y tenemos que defenderlo”.

Documental de la residencia de la comunidad del Rebollero

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