Marcha por los desaparecidos | Relatos del dolor colectivo (Sinaloa)

A quién contarle esta historia que solo sabe de lágrimas y angustia. A dónde van estos relatos rotos de llanto, estas voces dobladas por el coraje, la impotencia.

Alvaro Sandoval / Espejo

En la marcha por los desaparecidos de Sinaloa quién entiende tanto dolor reunido.

Es 10 de mayo y son las 9 de la mañana. Frente a Catedral, madres, padres, hijos, hermanos y amigos de desaparecidos sueltan los primeros gritos.

Hay alrededor de cien personas con pancartas, con fotos, mensajes, signos de interrogación, con rabia y resignación. Son parte de la agrupación Sabuesos Guerreras.

El trazo de la marcha está planeado. Irán de Catedral a la Fiscalía General del Estado (FGE): la primera les ofrece resignación y esperanza; la segunda, poca cosa, casi nada, dicen ellas, las madres de los desaparecidos.

PORQUE LOS AMAMOS

La marcha inicia.

“¿Por qué los buscamos?”

“¡Porque los amamos!”.

“¡Hijo escucha, tu madre está en la lucha!”.

Son las consignas que se han visto obligados a crear. Es un diálogo público movido desde las entrañas.

Bajan por la Ángel Flores, pasan por un costado del mercado Garmendia. La gente las ve, las oye, les graban videos.

Y ellas, las madres, sienten las miradas y responden.

“¡Únete, únete, que tu hijo puede ser!” “¡Únete, únete, que tu hijo puede ser!”

“¡El pueblo mirando también está apoyando!”

Y mientras avanzan van dejando sobre el asfalto, los postes y paredes huellas de papel con los nombres de sus hijas e hijos, con la tierna y terrible pregunta: ¿Dónde están?

“¡Dónde están, dónde están!”

Es grito y es pregunta y es impotencia.

PASE DE LISTA

Rosa Neris marca el paso y la pausa. Por el altavoz anuncia el pase de lista de los desaparecidos. Viene el silencio y los primeros nombres:

“¡Jesús Ignacio Aragón Retamoza!”, grita por la bocina.

“¡Presente ahora y siempre!”, le responde los familiares.

“¡Javier Zavala Martínez!”

“¡Presente ahora y siempre!”

“¡Rafael Zavala Martínez!”

“¡Presente ahora y siempre!”

“¡Rafael Zavala Contreras!”

“¡Presente ahora y siempre!”

“¡Jesús Antonio Bueno García!”

“¡Presente ahora y siempre!”

“¡El Cuchi!”

“¡Presente ahora y siempre!”

“¡Mayra Guadalupe Millán Castro!

“¡Presente ahora y siempre!”

José Manuel Macías Mendoza

“¡Presente ahora y siempre!”

Y en la lista también están Rafael Mena, desaparecido el 11 de septiembre de 2018; Pedro Soto, el 7 de agosto de 2017; Martín Alejandro López, el 31 de julio de 2018; Iván Quintero, el 11 de febrero de 2018; Yosimar García, el 26 de enero de 2017; Brayan García Gaxiola y Fausto García, el 24 enero 2017.

La mayoría jóvenes menores de 25 años.

Y sobre el asfalto de la calle Ángel Flores van quedando cuerpos pintados, siluetas hechas con gises que en el centro llevan nombres e historias.

EL HIMNO

Las Sabuesos Guerreras tienen un himno. Es hora de entonarlo, dice Rosa Neris.

“No, no estamos locas como dicen por ahí… Buscamos a nuestros hijos señores y nadie nos puede parar… Somos rastreadoras, tesoros vamos a buscar…

“Sangrando están nuestras manos, señores, de tanto escarbar… sacaremos cuerpos y restos que a casa van a regresar… Sabuesos guerreras somos, señores, dispuestas siempre a luchar… Este 10 de Mayo no hay nada que celebrar…”

Lo cantan todos: hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños que ya son partícipes de esta tragedia de Sinaloa y nacional.

“Sí, niños que entonan: “Con palas, picos y varillas, señores, la tierra vamos a romper…”

QUE QUEDE BONITO

Sobre la subida al puente Teófilo Noris, Rosa Neris ordena una nueva pausa. En la marcha del 10 de Mayo, quién entiende tanto dolor reunido. Quién entiende los infiernos de estas madres que dicen no al festejo.

“Que quede bonito”, dice Victoria al joven que va en la vanguardia de la marcha pegando copias con las fotos de los desaparecidos.

Es hermana de un desaparecido. Cuando habla del caso, como casi todos los que vienen aquí, le es imposible evadir que se le rompa la voz, contener el llanto.

A su hermano lo levantaron hace un año nueve meses. Vivía en Zona Dorada. De ahí se lo llevaron.

“¿Y la investigación del caso cómo va?”

“Los investigadores no saben nada. Nunca saben nada”, responde y sigue la marcha.

LUPITA Y ROSA AMELIA

Acá atrás, al último, viene Lupita Valdez. Es de El Tamarindo. Hoy no fue a trabajar a la tienda departamental donde labora. También le desaparecieron a su hijo.

Hoy había que estar aquí, apoyando. Sobre lo que significa para ella este 10 de Mayo, dice que nadie se lo imagina…

Doña Rosa Amelia Ibarra no alcanzó la marcha en Catedral. Tomó un camión y lo espero cerca de Fórum. Ahí se pegó al contingente.

Tiene 81 años de edad, un hijo desaparecido y un dolor de cadera que le hace renquear. Le duele un poquito, dice, pero no para. En las manos, junto al pecho, lleva un pequeño cuadro con la foto de su hijo Josué Lomas, desaparecido en abril del 2016.

“Este es un sacrificio que esto haciendo por él. No puedo caminar mucho. Me duele la cadera. Abajo del puente me retrataron con él, dice. “A mí solita con él”.

A las 10:15 horas el contingente llega la Fiscalía General del Estado. Gritos contra la pared, dibujos con gis de los desaparecidos y papeletas contra los vidrios de la fachada principal.

“En Sinaloa las autoridades no hacen su trabajo. No lo hacen y tienen las herramientas para hacerlo. Tenemos el dolor, la rabia, la impotencia y el amor. A la autoridad le falta la sensibilidad”, dice una oradora.

A la sombra de uno de los árboles, doña Alba Jacobo se desvanece. El calor la vence. Durante todo el trayecto se la pasó entregando copias con la foto de su hijo…

A las 11:00 horas doña Rosa Amelia se va. El dolor de la cadera no la deja. Alguien le ayuda a cruzar el bulevar en busca del camión.

Las demás se quedan. Buscan al Fiscal Juan José Ríos Estavillo, al que critican de insensible. Casi una hora después, las atiende.

EL INFIERNO MÁS GRANDE

En el infierno de Aidé Retamoza se vale tocar al diablo. Ella se da ese lujo. No hay miedo y tienta al diablo cada que le da la gana.

Su infierno está aquí, en este Culiacán y sus calles, en este Culiacán y sus ‘levantones’. Su infierno es la desaparición de su hijo. Su infierno son estos días, esta vida.

La pena inició el 4 de diciembre del año pasado. Jesús Ignacio Aragón Retamoza tenía 18 cuando desapareció, el 4 de diciembre de 2018. Desapareció en el fraccionamiento Alturas del Sur.

Desde entonces se puso a investigar por su cuenta. Dice haberse hecho de información y habérsela proporcionado a los investigadores de la Fiscalía General del Estado (FGE).

“Yo soy la que ha investigado. Les di nombres, teléfonos, direcciones… Todo.”

¿No le da miedo?

“Qué miedo voy a tener. El miedo es esto que traigo, que no encuentro a mi hijo. Uno camina por caminar, come por comer, vive por vivir. No hay infierno más grande que este, oiga…”, dice.

Entonces, a quién contarle esta historia y este infierno…

http://revistaespejo.com/2019/05/marcha-por-los-desaparecidos-relatos-del-dolor-colectivo/