Hospital Civil de Oaxaca, infectado y anémico Emilio Morales Pacheco

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Las carencias agravan el dolor en la enfermedad.

Nadia Altamirano,

Llegar por una consulta externa, una cirugía programada o por un ingreso de emergencia al Hospital General doctor Aurelio Valdivieso significa constatar cómo el derecho a la salud y la propia vida se pone en riesgo.

Para este mes las autoridades dejaron al hospital más grande que operan los Servicios de Salud de Oaxaca, con los niveles mínimos de material de curación, medicamentos y anestésicos.

De 192 claves solicitadas en abril, al día 22 sólo 23 fueron surtidas, pero en algunos casos ni en un cinco por ciento de abasto, ya sea por compra consolidada o licitación, lo mismo del Catálogo Universal de Servicios de Salud (Causes) o el Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud (FASSA).

¡Hasta chinches!

Encontrar una cama vacía en el área de urgencias u hospitalización de este hospital con más de 50 años en operación, es una hazaña.

Tener que desocupar dos salas, una de medicina interna y otra de traumatología, porque se infestaron de chinches -esos insectos que se alimentan de sangre humana- evidencia la falta de mantenimiento al segundo piso.

Mientras un par de personas fumigan esas áreas, la enfermera Norma Rivera, Jefa del Servicio en ese piso hospitalario con capacidad para 34 camas relata los efectos del olvido institucional que impide tener suficientes bombas de infusión.


Una sala de medicina y otra de traumatología se infestaron ¡de chinches!

Por su gravidez, hay pacientes que durante su estancia requieren hasta diez bombas, una cada 24 horas, que permitan, por vía intravenosa o subcutánea, administrarles soluciones parenterales o medicamentos mediante un dispositivo electromecánico a una velocidad constante, precisa y controlable.

Las usan más tiempo que el señalado por la norma

La carencia de esas bombas hizo que el personal de enfermería “nos vimos en la necesidad de expedir recetas para que ellos las adquieran”, pero la mayoría de pacientes son de escasos recursos, por eso llegan al Valdivieso y pocos o casi ningún familiar puede pagar los 900 pesos para adquirir una.

Cuando por normatividad la bomba debe cambiarse cada tres días, mantenerla más del doble de tiempo ha sido una manera de “solventar la situación” de las carencias, tanto institucionales como de la economía familiar de pacientes.

“Tenemos cuatro pacientes con apoyo ventilatorio y algunos requieren hasta diez bombas de infusión”, pero “para sus familias no hay acceso a la compra”, ninguno ha podido comprar una.

Pacientes descontrolados

Esa misma situación se repite con los ocho pacientes crónico degenerativos que al día atiende el médico internista Ismael Antonio García, que salen sin sus medicamentos para controlar la diabetes, el hipotiroidismo o la hipertensión.

El problema no es cómo salen de la consulta, sino cómo regresan y no al área de consulta externa, sino a la de urgencia porque hubo un descontrol en su organismo.

Sortear riesgos

El jefe del servicio de anestesiología, Felipe Guzmán Solana, reconoce que todos los insumos, medicamentos o anestésicos que faltan en el hospital “nos lleva a un riesgo de daño a la salud” y obliga al personal a adecuar otra técnica “utilizando lo que tenemos” o diferir las cirugías en lo que el área de compras solventa las carencias.

Ese diferimiento, advierte el secretario general de la Subsección 07 del Sindicato Nacional de los Trabajadores de Salud (SNTSA), Alberto Vásquez San Germán, tiene impactos económicos en la vida de cada paciente que por lo regular espera seis meses para una intervención.

Si son madres o padres de familia deben buscar quien cuide a sus hijos o si son trabajadores informales que carecen de prestaciones médicas, prolongar el permiso que solicitan en su espacio laboral o no percibir ingresos, sin contar los que gastan en el tiempo de hospitalización o la mala imagen que da el hospital.

“En abril no nos surtieron casi nada en farmacia, tenemos algunas cosas de remanentes de meses anteriores que solo nos sirven para sobrevivir unos días más”, el 20 o 25 por ciento de medicamentos e insumos no es de lo que más se usa.

Carencias pulverizan esperanzas de vida

La familia de Rogelio no hubiera querido tener que endrogarse. Su hermana Romalda lo mira desde el pasillo, a través de un cristal. El personal realiza las labores de aseo en un cuerpo inamovible por sí mismo, dominado por la inconsciencia.

El 8 de abril Rogelio, de 27 años, ingresó al área de medicina interna por un derrame cerebral. La presión alta fue el catalizador en un hombre soltero cuya vida ha hecho que su familia busque dinero prestado para comprar cajas de Nimodipino que le alcanza apenas para cinco horas.

En total han comprado 72 cajas con un costo unitario de 18 mil pesos y han destinado la mitad de ese monto a adquirir paracetamol inyectable que requiere por la fiebre constante, pero en la farmacia del hospital no lo hay.

“Primero nos decían que necesitaba una cirugía, pero que no hay esos médicos especializados ni equipo. Trataron de trasladarlo al Hospital Regional de Alta Especialidad y no hay espacio, tampoco en uno de la Ciudad de México”, dice con la decepción carcomiéndole la tranquilidad.

En el caso de su familia que es originaria de Santa María Tlahuitoltepec, es más triste estar a cargo de un familiar hospitalizado, “porque no todos tenemos trabajo”.

La esperanza de que a Rogelio lo iban a atender y salir sano se pulveriza cada que en el Hospital Valdivieso les piden “tantos medicamentos” que los ha hecho pensar “de dónde sacar tanto dinero”, para no dejarlo morir.

https://www.nvinoticias.com/nota/115057/hospital-civil-de-oaxaca-infectado-y-anemico