La imposible: un espacio de intercambio anticapitalista en el corazón de la ciudad monstruo

Foto: FB Cooperativa La Imposible.

Colectivo Grieta

La intrincada relación entre la vida en la ciudad y las formas cotidianas en las que se reproduce el capitalismo en ella hace que la tarea de imaginar una forma alterna de vida resulte una tarea ardua en los espacios urbanos, sobre todo cuando se trata de la alimentación. Nadando a contra corriente y tratando de desmentir en el día a día la idea de la inamovilidad del sistema, persisten y aparecen núcleos de resistencia que tratan de afirmar en la práctica que otra forma de consumo es posible incluso en el corazón de la ciudad monstruo.
Enclavada en la colonia Obrera se encuentra la ‘Casa Tamatz’, un edificio que alberga proyectos comerciales, políticos y culturales de distintos tipos entre los cuales está La Imposible.

Foto: Colectivo Grieta.

La Imposible está pensada como un espacio de intercambio de bienes para la vida diaria que intenta luchar contra la lógica del consumo en el capitalismo. El proyecto surgió en el 2015 a partir del encuentro entre diferentes colectivos con proyectos productivos autónomos (agricultura urbana, productores de queso, etc.) en Casa Tamatz. Las múltiples dificultades que encontraban estos colectivos para comercializar sus productos impulsó a los miembros de la Imposible a imaginar las posibilidades de construcción de un proyecto de intercambio radicalmente horizontal que enlazara a productores directos con consumidores conscientes, y que se saltara los medios de distribución monopolizados por las empresas comerciales.
“Vimos que había compas que conocíamos que eran productores y les costaba trabajo distribuir y colocar sus productos…Había productores de chocolate, pan, verduras…” Entonces nació la idea de juntar la producción de todos y hacer la distribución.
Durante el primer año, comentan, ensayaron formas radicalmente horizontales, sin ninguna instancia de centralización ni organización. Quisieron probar la organización espontánea del proyecto. Sin embargo, eso trajo problemas que empezaron a detectar pronto. Cada quien llegaba con sus propios tiempos, y con diferentes niveles de compromiso. “Vimos que eso no estaba funcionando…”
Entonces ese proyecto se empezó a transformar para solucionar los problemas que habían detectado en ese primer año. Así, se formó un colectivo de 12 compañeros, que trabaja, de forma permanente y organizada, para mediar la relación entre los productores y los consumidores.

Foto: Colectivo Grieta.

Nos contaron que el trabajo mismo fue imponiendo las exigencias organizativas: se tuvieron que formar comisiones
especializadas para cumplir con las tareas necesarias. Por ejemplo, una comisión de finanzas, que está encargada de manejar el dinero que entra por la compra de los productos y pagar a los productores, a la vez que administra los costos de operación. La venta de productos de La Imposible se hace a través de una comanda que establece el precio directo, al que venden los productores; y después, se pone la opción para que el consumidor aporte, de manera voluntaria, un sobre precio que puede ir desde 0% hasta 25%.
La Imposible apuesta a que el consumidor sea consciente de que el precio bajo de muchos de los almacenes de servicio tiene un alto costo en términos de explotación y salud. La selección de los productos pone atención en la calidad de los productos y en el hecho de que sean producidos sin químicos ni transgénicos. La venta se organiza cada 15 días, y no hay desperdicio: porque hay preventa a través de las comandas. Así, los productores llegan los sábados cada quince días con los productos que saben se van a vender. La comisión de finanzas calcula cada venta, cuánto se junta de sobre precio y cuánto trabajó cada uno de los miembros del colectivo en total de horas. A partir de esos datos, y una vez que se han cubierto los gastos necesarios para mantener el espacio funcional y en constante mejoría, se calcula el salario por hora para los miembros del colectivo y se distribuye un poco de dinero a cada uno.

Foto: Colectivo Grieta.

La comisión de logística se encarga de los procesos de organización de la venta: envía la comanda de manera anticipada a una lista de correos de los consumidores, y recibe las peticiones. Después se las hace llegar a los productores y se encarga de recibir y documentar con cada productor la masa de productos entregados para que la comisión de finanzas pueda pagar.
También está la comisión de comunicación que se encarga del manejo de redes sociales y correos junto con una comisión de consumidores y productores que se encarga de construir y mantener la red de productores, así como de la relación entre el colectivo como mediador de los extremos de la red.
Una de las comisiones a las que han dado mucho peso es la de educación. Ésta se encarga de realizar talleres de formación de diferentes tipos y dirigidos a diferentes escuchas. A veces el taller es para productores, otras veces para consumidores; el taller que tienen en puerta en esta ocasión busca lograr la replicación de la estructura organizativa de La Imposible hacia otras redes de consumo en otros puntos geográficos. El colectivo explica que el experimento de La Imposible ha sido tan exitoso que sería fácil seguir creciendo pero que eso iría en contra de la lógica inicial del espacio. Por tanto, la apuesta es replicar el experimento en otros espacios de la ciudad y crecer como red de redes. Otra de las razones por las que opinan que crecer es complicado es que evitan a toda costa que haya competencia entre los productores, para que no se inserte la lógica capitalista en la red. De forma que sólo tienen un productor, o colectivo productor, de cada uno de los productos de la comanda.

Fotos: FB Cooperativa La Imposible.

Todos los productores involucrados en la red son productores directos, es decir tienen una producción libre de explotación, además que tienen procesos productivos amigables con el medio ambiente. El sábado de entrega de productos pudimos ver el proceso en acción. Vimos llegar un colectivo llamado ‘Vakaracol – quesos compañeras’; productoras de quesos y productos lácteos que nos contaron su historia y cómo ésta se entrelaza con la historia del espacio ‘La Imposible’. Vimos la llegada de productores de pan, de productos de amaranto, de tortillas y tlacoyos y de productores de verdura que mueven cerca de media tonelada de producto cada sábado de entrega.

Fotos: Colectivo Grieta.

La red de producción no es exclusivamente del DF y las zonas colindantes. Llega parte de la producción desde Guerrero, Oaxaca y Morelos. En Morelos en particular, trabajan con productores de dulces de Amilcingo. Preguntamos si conocían al compañero Samir Flores, asesinado el pasado 20 de febrero por su activismo y lucha en contra de la imposición de la Termoeléctrica en Huexca, y contestaron que ese era un tema terriblemente sensible para ellos, ya que Samir era su compañero y había dado talleres con ellos en ese espacio. Sentían mucho coraje por el crimen y la injusticia cometida.
Les preguntamos cómo describirían ellos ‘La Imposible’. Después de pensarlo un poco, explicaron que había una definición de diccionario; y otra que era la respuesta del corazón: según la definición de diccionario, La Imposible es una red de comercio solidario, en la medida en la que hay un nodo (el colectivo) que teje y une procesos de consumo y producción. Sin embargo, La Imposible también es una cosa muy personal para cada uno de los miembros que la conforman: “La imposible es una apuesta y un experimento, que busca encontrar un camino para que la autogestión y la autonomía jalen con sus propios recursos.” ; “La imposible es otra forma más de resistir al capitalismo voraz y al alimento veneno… una forma palpable de resistencia”. La imposible también es, en palabras de otro compa, “una semilla… ante la carencia de empatía y solidaridad… La imposible puede ser una semilla que vaya creciendo, y que de sus ramas salgan formas distintas de organización”.

Foto: Colectivo Grieta.

A la pregunta sobre su horizonte futuro contestaron que si bien están trabajando en la réplica del proceso organizativo, su sueño lejano pero posible es que todos pudiéramos consumir en una red solidaria, que todo el valor de nuestro trabajo se quedara entre los productores directos y los consumidores finales, que el valor no fuera expropiado por el capital, que en esa red hubiera la oferta de todos los productos y servicios y que, si eso pasara, tal vez podríamos ensayar otras formas económicas que no pasaran por el intercambio mercantil.

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