Historia de resistencia y lucha del líder rarámuri asesinado en Chihuahua
Patricia Mayorga/ PROCESO
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Víctor Julián Martínez, líder social indígena asesinado ayer en Coloradas de la Virgen del municipio de Guadalupe y Calvo, es un ícono de la lucha por el territorio ubicado en una de las zonas más peligrosas de la región y del país: el Triángulo Dorado.
La mirada de Julián Carrillo era siempre expresiva, su voz tranquila pero firme, jamás se detuvo para denunciar a quienes mantienen sometidas a sus comunidades, por la tala clandestina u otorgada de forma legal con privilegios.
Durante décadas, acompañó a otros líderes que defendieron el bosque y fueron asesinados, entre ellos, Julio Baldenegro, padre de Isidro Baldenegro, el defensor rarámuri que recibió el premio Goldman 2005 de América del Norte y quien fue asesinado en enero del año pasado.
También vivió el asesinato de su hijo Víctor Carrillo, que también denunció las violaciones contra las comunidades indígenas de esa región.
Julián Carillo era beneficiario del Mecanismo Nacional de Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de la Secretaría de Gobernación (Segob).
El miércoles por la noche, los integrantes de la asociación Alianza Sierra Madre -que representa a la comunidad en varios juicios- se enteraron del asesinato.
Momentos antes, el activista rarámuri corrió al cerro, sólo desde ahí logran tener señal para hacer llamadas telefónicas. Desde ahí alertó que varios sicarios lo perseguían.
Julián Carrillo fue incorporado al Mecanismo de Protección en febrero de 2014, tardaron 17 meses en hacerlo de manera remota, ya que por las condiciones de orografía y de inseguridad en Coloradas de la Virgen, no se trasladaron a la comunidad.
El hijo de Julián se comunicó de nuevo con la organización, para informar desde el teléfono satelital otorgado por el Mecanismo de Protección, que los sicarios ya habían asesinado a su papá. Una hora más tarde, localizaron el cuerpo, de acuerdo con la misma asociación.
Víctor Carrillo Carrillo, uno de los hijos de Julián, fue asesinado en febrero de 2016. Julián alcanzó a ver el momento en el que le dispararon.
En julio de 2016 asesinaron a un sobrino de Julián, Guadalupe Carrillo Polanco; en septiembre de 2017, a otro sobrino, Alberto Quiñones Carrillo y en julio pasado, a su yerno Francisco Chaparro Carrillo.
Un grupo de organizaciones del país denunciaron que el asesinato de Julián Carrillo se pudo evitar, porque el riesgo que tenía era muy alto y era conocido por la Segob y la Fiscalía General del estado.
Julián Carrillo fue entrevistado por Apro en varias ocasiones, después de los homicidios de Isidro Baldenegro y de Juan Ontiveros, el año pasado.
Tres décadas de asesinatos
En 30 años han sido asesinados 18 líderes indígenas de esa comunidad, entre ellos Julio Baldenegro, papá de Isidro, quien fue el primero.
La violencia recrudeció y en 2013 asesinaron a tres más. Entre el 5 de febrero del año pasado y el 15 de enero de este año, mataron a cinco líderes.
El 26 de marzo del año pasado asesinaron a Valentín Carrillo. A Elpidio Torres lo mataron el 29 de abril; Víctor Carrillo fue asesinado el 5 de febrero del año pasado y Crescencio Molina, quien fue parte del Consejo de Vigilancia y gobernador de la comunidad, murió a balazos el 13 de enero de 2017. A Isidro Baldenegro lo asesinaron el 15 de enero del año pasado y quince días después, a Juan Ontiveros.
Isidro Baldenegro, de 51 años, llegó el domingo 15 de enero pasado a Coloradas de la Virgen a visitar a una tía enferma para trasladarla a Baborigame para que recibiera atención médica. Baldenegro se había desplazado por seguridad, pero visitaba con frecuencia a sus familiares.
Isidro entró a la casa de su tío y se recostó cuando llegó Romeo, un indígena de 25 años que se unió al grupo de acosadores de la comunidad.
Baldenegro no desconfió porque se conocían desde niños. Cuando Romeo invitó a Baldenegro a salir de la casa, no sospechó que le haría daño, pero le dio seis disparos. Posteriormente su familia veló a Isidro y lo sepultó lejos del lugar donde nació porque ya no pudo regresar, ni muerto.
En circunstancias similares murió Víctor Carrillo, de 29 años, casi un año antes. Él era hijo de Julián Carrillo Martínez, quien era demandante en un juicio agrario de la comunidad y que le valió con otros líderes y derechohumanistas de la organización Alianza Madre ser beneficiario del mecanismo de protección federal. Aun con esas medidas, mataron a su hijo en febrero del año pasado.
“Ahí nomás, llegaron. Estaba acostado el otro porque había ido al pueblo, allá para La Vara, allá está el pueblo y allá anduvo. Tenía una niña chiquita aquí (abrazada en la parte derecha), y entonces llegaron y le dieron a matar. Fue el hermano del mismo que mató a Isidro, pero es mayor que Romeo. Le disparó primero un cristiano, le dio tres con una súper, el otro le dio con otra pistola y le dejó caer la carga. No supimos por qué”, relató uno de los amigos de Julián Carrillo, en entrevista el año pasado.
Romeo, su hermano y el otro hombre que asesinó a Víctor, son sicarios, aseguran. “Se acoplan con ellos, todavía yo creo, porque siguen haciendo lo mismo. Todavía no agarran a nadie”.
La Policía Ministerial tardó más de 36 horas en llegar a la escena del crimen, donde sólo duraron dos horas y abandonaron la comunidad. A los tres días regresaron a tomar fotografías del lugar del funeral. La familia se desplazó a rancherías del mismo ejido Coloradas de la Virgen, pero ahora con la muerte de Isidro, no saben si podrán regresar.
En varios casos los sicarios no los dejan ni realizar el ritual de una semana para velar a los difuntos, deben huir de inmediato.
El 11 de diciembre de 2016, quemaron la casa de Julián Carrillo. La familia tiene una vivienda en la cabecera de Coloradas de la Virgen y otra en la barranca, a donde hacen más de una hora para llegar. Esa casa la construyeron para refugiarse.
Los agentes le pidieron a Julián que tomara fotos de la casa quemada. Bajó y subió a entregarles las fotografías, pero le dijeron que no estaban bien tomadas. Le encargaron volver a tomarlas y hacérselas llegar. Apenas las pudo llevar a la ciudad de Chihuahua, después del homicidio de Isidro.
A esa misma familia le secuestraron a una sobrina de 24 años el 5 de diciembre y aunque regresó a salvo, este caso obligó a otras familias a dejar su tierra para salvar su vida.
Choréachi, tierra ancestral
Antes del asesinato de Víctor Julián Martínez, hace cuatro días, un tribunal dio reconocimiento ancestral al territorio de Choréachi, tierra hermana de Coloradas de la Virgen.
Integrantes de la comunidad de Choréachi, ubicada también en el municipio de Guadalupe y Calvo, anunciaron que después de dos décadas de movilizaciones masivas y reuniones constantes con autoridades estatales y federales, el Tribunal Superior Agrario con sede en la Ciudad de México, los reconoció como dueños de su territorio ancestral.
Con el acompañamiento de Alianza Sierra Madre, la comunidad rarámuri informó que el tribunal resolvió por unanimidad el recurso de revisión 357/2007-5, que revocó la sentencia de primer grado que había emitido el Tribunal Unitario Agrario Distrito 5, en la ciudad de Chihuahua.
El Tribunal Superior Agrario reconoció que la comunidad indígena de Choréachi tiene derecho a su territorio y sus bienes naturales al demostrar ser preexistente al ejido Pino Gordo y las comunidades agrarias de Coloradas de la Virgen y Tuaripa, por lo que les reconoce una superficie de 32 mil 832 hectáreas.
La comunidad indígena de Choréachi cuenta con medidas provisionales de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el hostigamiento, amenazas y asesinatos de defensores comunitarios, entre otros, Juan Ontiveros Ramos.
Los integrantes de la comunidad indicaron que la resolución sienta un hecho sin precedentes para otras comunidades que defienden sus derechos territoriales y el uso y usufructo de los bienes naturales.
Y pidieron a las autoridades estar atentas a la comunidad, por las represalias que pudiera provocar la decisión del Tribunal.