En la Sierra mixe-zapoteca, comunidades afectadas siguen incomunicadas

SubVersones.

Por G. Juárez Vega

El terremoto de más de ocho grados Richter que la madrugada del pasado viernes 8 de septiembre dañó principalmente a la región del Istmo oaxaqueño —sumado a las lluvias derivadas por huracanes, tormentas y depresiones tropicales de la temporada— afectó también a pequeñas comunidades de la región mixe-zapoteca alejadas de la capital oaxaqueña, que hasta el momento no figuran en la lista de afectados: Santa María Nativitas Coatlán, San José el Paraíso, Santa Isabel de la Reforma, Villa Esperanza, Guigovelaga, El Cuajinicuil, Linda Vista, entre otros. Pertenecientes a los municipios de Santo Domingo Tehuantepec, Santiago Lachiguiri y Guevea de Humbolt.

Las pérdidas de casas recabadas hasta el momento son: Guevea de Humbolt, 364; San José el Paraíso, 160; Santa María Nativitas Coatlán 40, El Cuijinicuil, 15; Guigovelaga, 4; San Miguel, 1. Los daños fueron causados por las lluvias intensas previas al terremoto; cabe señalar que muchas casas más quedaron agrietadas o con otros daños parciales que tendrán que ser reparadas también con urgencia.

Dichas comunidades han quedado siempre al desamparo de los programas destinados a prevenir y atender desastres naturales. Así sucedió en octubre de 1997, cuando el paso del huracán Paulina destrozó viviendas, siembras y cosechas en la zona. En Nativitas Coatlán, las lluvias de aquel año generaron grietas en la comunidad y desniveles que destruyeron las viviendas de adobe, y una constante zozobra debido a que las fuertes lluvias abrían cada vez más las grietas en la tierra y el agua corría hacia dentro de ellas indicando constantemente un posible deslave, que para fortuna de los habitantes no sucedió.

Algunas autoridades comunitarias no han tenido la oportunidad de comunicarse hacia el exterior —por ejempño, en Santa María Nativitas Coatlán— porque las líneas telefónicas no funcionan debido a la falta de energía eléctrica. Se está utilizando intermitentemente una planta generadora de electricidad hacer llamadas telefónicas por pequeños lapsos de tiempo.

La exigencia de las autoridades comunitarias y de las familias afectadas hacia las instituciones federales, estatales y municipales, es que atiendan a la recuperación de las viviendas que sufrieron daños y que no corran la misma suerte que en 1997, cuando las propias familias tuvieron que costear la reparación y reconstrucción de sus viviendas. Por eso, ahora llaman a la sociedad mexicana para que se solidarice y, además, ayude a presionar a las instancias competentes.

La ironía de la vida es fuerte. Es a las comunidades más pobres, las que no cuentan con servicios básicos de salud o de vivienda, a las que les llueve sobre mojado. Basta recordar el ejemplo de Haití, que sufrió un terremoto en 2010 y donde una serie de huracanes azotó apenas hace unos días. En la sierra mixe zapoteca, las comunidades siguen sufriendo las consecuencias de estar “aisladas”, alejadas de los centros de poder y de toma de decisiones. Ese “aislamiento” es derivado de los fenómenos naturales pero, también, del desinterés de los funcionarios y la malversación de fondos.

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