“¿Qué festejamos?, ¡nada!”: gritan miles de madres de desaparecidas

Aleyda Gaspar González

¿Cuántos hombres y mujeres más tienen que desaparecer para que nos tomen en cuenta, para que usted y la sociedad reaccionen, para que su gobierno deje de ser indolente y corrupto?

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Nadie se acerca a la pequeña carpa blanca que, en una también pequeña mesa, ofrece alrededor de 30 latas de refrescos bien acomodados, unos cuantos botellines de agua y un puñado de galletas envueltas paquetes individuales de aluminio. Cuatro, quizás cinco personas se guarecen en este impoluto lugar ante el inclemente sol del medio día e invitan a la gente que pasa a tomar una bebida; “agarre una galleta”, insisten, pero nadie les hace caso. Este es el apoyo del Gobierno Federal a las Víctimas. Es la carpa de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV).

Nítida y cruel ejemplo de lo que representa el apoyo del Gobierno Federal para miles, millones ya, de familias que han sido víctimas de un delito en los años recientes, sobre todo en el contexto de la falsa guerra del Estado mexicano contra el narcotráfico. Ninguna de las cientos de madres que –a un costado realizan un mitin en exigencia por la aparición de sus hijas e hijos– se acercaría a pedirles agua, ni aunque muriera de sed. Porque llevan años peregrinando en busca de sus hijos e hijas, y de las autoridades –de todos los niveles y en todo el país– sólo han recibido indolencia y más abusos. La humillación constante, la indignidad dosificada.

Porque hace un mes y medio, el mismo director de la CEAV Silvano Cantú, uno de los pocos funcionarios honestos que todavía nos sorprenden, renunció a ese organismo gubernamental: “No tiene rumbo cierto y compromiso con las víctimas”, explicó. Es más, denunció: “La visión que tiene el Gobierno Federal es que estas personas son un foco rojo, un enemigo político. No se les ve como titulares de derechos, sino más bien como grupo de presión con el que hay que negociar y jugar al desgaste”.

Bien lo saben las madres que este domingo 10 de mayo (día que se celebra a las madres en México) organizaron la IV Marcha de Dignidad Nacional. Madres buscando a sus hijos e hijas, buscando la verdad y la justicia que partió del Monumento a la Madre al Ángel de la Independencia, en la Ciudad de México. Y desde ahí, desde las escalinatas del monumento, cargando pancartas y mantas con las fotografías ampliadas con los nombres de sus desaparecidas y desaparecidos, mandaron un mensaje muy directo al presidente Enrique Peña Nieto:

“¿Cuántos hombres y mujeres más tienen que desaparecer para que nos tomen en cuenta, para que usted y la sociedad reaccionen, para que su gobierno deje de ser indolente y corrupto? Le pedimos, que así como busca y encuentra grandes delincuentes, encuentre a los nuestros. Le invitamos a que nos acompañe a un operativo, y le exigimos, que si encontramos cuerpos, haga todo para que se identifiquen y retornen con sus familias.”

Cerca de 30 organizaciones que convocaron a esta marcha, recibieron la solidaridad de organizaciones de diversas partes del mundo por carta y en persona. La marcha se realizó en varios estados de la República. Aquí estuvo el obispo de Saltillo Raúl Vera con una fuerte denuncia contra las autoridades que nada hacen por detener los crímenes ya cotidianos contra la población, explicando una vez más que la crisis humanitaria que se vive en México, “ya no la pueden ocultar en el mundo, por más que quieran, ya se sabe que en México matan y desaparecen a cientos y miles de personas”.

Así lo confirma el comunicado de esta IV Marcha de Dignidad Nacional: “El manejo perverso de cifras oficiales no logra disimular la tragedia humanitaria que estamos viviendo. La demanda de búsqueda localización, verdad y justicia de más de 25 mil personas desaparecidas en México y los más de 10 mil migrantes desaparecidos, sigue siendo nuestra principal e irrenunciable demanda y no pararemos en recorrer calles, dependencias, cuarteles, cárceles, montañas, desiertos, hasta saber qué pasó con ellos y con ellas.”

“¿Qué festejamos?, nada. ¿Qué exigimos?, justicia”. “¿Por qué los buscamos?, porque los queremos?, “Hija, escucha, tu madre está en la lucha”, gritaban con voz dura y rasposa de tanto gritar, por tantos meses y años de búsqueda, de dolor intenso. “Los necesitamos, estamos incompletas, tenemos el corazón destrozado. Esto no es vida.”, decía la carta de otra mujer que tiene cuatro hijos desaparecidos y ya no pudo asistir porque está en enferma, en cama, destrozada. A esta señora la mataron en vida pero hoy, un Estado asesino, feminicida, en complicidad con una sociedad misógina le dice que este es “su día”.

México ocupa en este momento uno de los primero lugares en violencia contra las mujeres: madres, hijas, tías, sobrinas, nietas, primas, el requisito es ser mujer para vivir esa violencia machista cotidiana; un promedio de siete feminicidios todos los días, denunciados por organizaciones civiles mexicanas y decenas de personas desaparecidas, principalmente de niñas y jóvenes con fines de explotación sexual, lo confirma.

Las empresas despiden a las mujeres por estar embarazadas, a pesar de ser ilegal; el acoso y el hostigamiento es sistemático en la calle y en los lugares de trabajo; faltan de apoyos y oportunidades para las mujeres que crían solas a sus hij@s, pero al gobierno mexicano, en su simulación, le es suficiente con ofrecer unas latas de refresco caliente, unos botellines de agua y galletitas a las cientos de madres que han recorrido desiertos en busca de sus hijas e hijos desaparecidos.

La realidad para ellas es que este y todos los días deberán salir a la calle a desgañitarse gritando el nombre de sus hijos e hijas hasta encontraslas. “Por que vivas se las llevaron, vivas las queremos”.

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