Crecen grupos de madres con hijos e hijas desaparecidos; “es política de Estado”, acusan

Por Marcela Turati

DESAP-ok

MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- La geografía de la desaparición de personas fue notoria hoy por el Paseo de Reforma. Madres con hijos e hijas desaparecidos en los muchos hoyos negros que existen en el país, marcharon por cuarta ocasión desde el Monumento a la Madre hasta el Ángel de la Independencia en la Ciudad de México para denunciar que ese fenómeno crece y que por la inacción y la corrupción de las autoridades ellas no tienen nada que festejar el 10 de mayo.

“¿Por qué los buscamos?/Porque los amamos”. “Hijo, escucha, tu madre está en la lucha”. “Las desapariciones no son un caso aislado, son política de Estado”. Esas fueron algunas de las consignas que gritaron las madres participantes en la llamada “Marcha por la Dignidad Nacional: Madres buscando a nuestros hijos e hijas, buscando la justicia y la verdad”.

En la avenida Reforma se encontraron y caminaron juntos los diferentes episodios de la histórica impunidad, la muestra de que la sangría de personas se convirtió en epidemia. Ahí estaban contingentes añejos como los surgidos en Guerrero tras las la guerra sucia de los años 70, el comité HIJOS de esos desaparecidos que hoy son treintañeros, los remanentes de Eureka marchando a un lado a las madres juarenses huérfanas de hijas por los feminicidios (que se registran desde el año 93 hasta nuestros días) y cuya ola homicida tiene uno de sus brotes más importantes en el Estado de México.

El grupo más nutrido, el que inauguró estas marchas, es el de las madres huérfanas de hijos desde la sangrienta “guerra contra el narcotráfico” de Felipe Calderón que logró el rápido surgimiento de comités de familiares en busca de sus hijos e hijas en Baja California, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua, Jalisco, Veracruz, Morelos, Michoacán, Guerrero y Guanajuato, dio origen al Movimiento por la Paz que se convirtió en plataforma nacional e hizo aparecer en el mapa a los comités de migrantes a los que se les perdió la pista en México. En cada estado se crearon grupos y subgrupos por región.

Los contingentes recién nacidos, los que se estrenaron en esta triste marcha del Día de las Madres solas fueron los comités de los padres de familia de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, “Los otros Desaparecidos” de Iguala que recordaron al mundo que las víctimas son más de 43, los Mexiliados en Estados Unidos o el de familiares de Allende, Coahuila, víctimas de la masacre recién admitida por las autoridades.

Este año dos de los grupos más nutridos, notorio su rápido crecimiento, fueron los de Veracruz (el estado donde el gobernador se ufana porque los únicos delitos son los robos de Frutsis y Pingüinos del Oxxo) y Querétaro (donde el fenómeno permanecía oculto).

“El día de la madre en vez de salir a comer chocolatitos o recibir florecitas nos obligaron a salir a esto. Le estamos pidiendo al gobierno de Javier Duarte que nos diga dónde están”, dijo la señora Luci Díaz, integrante del grupo de madres “El Sol Volverá a Brillar”, uno de los diversos colectivos surgidos en esa entidad y quien busca a su hijo Luis Guillermo Lagunes, sacado de su casa en junio de 2013.

Tamaulipas, la meca de las desapariciones en México, no tiene comité propio; ahí la gente no puede denunciar por miedo a la muerte.

Este cuarto año hubo varias madres ausentes que una cartulina hizo notar: Margarita Santizo, quien buscó cinco años a su hijo el policía federal Esteban Morales y cuya última voluntad cuando la consumió el cáncer en 2014 fue que la velaran a las puertas de la Secretaría de Gobernación. Marisela Escobedo, la madre chihuahuense que por exigir castigo para los asesinos de su hija Rubí fue asesinada en 2010 a las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua. La coahuilense Alma Solís, quien murió en 2013 exigiendo noticias sobre su hijo Juan Antonio Ornelas Solís, desaparecido en 2009.

Sandra Luz Hernández, la mamá que hace un año murió acribillada cuando caminaba por calles de Culiacán, Sinaloa, después de dos años de investigar el paradero de su hijo Édgar Guadalupe Félix Hernández. Martina Ramos, madre de Rubén Limón Ramos, desaparecido en 2011 en Saltillo.

“Madres que ya no están… pero continuamos buscando a sus hij@s”, se leía en la cartulina donde se exhibían las fotos de estas madres-activistas.

“No sólo somos 43”, gritaban cada tanto varias de las manifestantes cada vez que la consigna iba dirigida únicamente para lamentar la ausencia de los estudiantes de Ayotzinapa. Cuando un grupo de manifestantes pasó lista contando del 1 al 43, por cada uno de los normalistas, no faltó el reclamo: “Ahora cuenten hasta 25 mil por cada uno de los otros”.

En un comunicado de las diferentes organizaciones de familiares y los centros de derechos humanos convocantes, señalaron: “Desde el primer día que nos arrancaron de manera violenta a nuestros hijos e hijas no hemos dejado de buscar, de gritar sus nombres en las calles y en el silencio amoroso de nuestro corazón; no hemos dejado de pedir a quienes se los llevaron que nos los regresen y de exigir justicia a quienes tuvieron que haber evitado esta tragedia y no hicieron nada. El manejo perverso de cifras oficiales no logra simular la tragedia humanitaria que estamos viviendo; la demanda de búsqueda-localización, Verdad y Justicia de las familias de las más de 26 mil personas desaparecidas en México y de los más de 10 mil migrantes desaparecidos en trance por nuestro país, sigue siendo nuestra principal e irrenunciable demanda y no pararemos de recorrer calles, dependencias, cuarteles y cárceles; montañas y desiertos hasta saber que pasó con ellos y ellas”.

En su discurso, el obispo de Saltillo, Raúl Vera, culpó al gobierno de no acabar con la epidemia de las desapariciones porque es también culpable: “Son cómplices. Tienen miedo de que se les descubra y acabe su negocio”. Lo arroparon los aplausos de los asistentes.

Señaló que las desapariciones de personas han echado abajo la imagen internacional del México “próspero y pacífico” que el gobierno de Enrique Peña Nieto ha querido mostrar.

El mexicano Santiago Corcuera, miembro del Comité de Desapariciones Forzadas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), criticó al gobierno porque la lucha contra este delito no ha sido una prioridad.

Desde El Vaticano, el Papa Francisco envió una bendición a las personas que están en “la lucha contra todo tipo de corrupción y proceder mafioso”, leído por el sacerdote italiano y representante de la organización antimafia Líbera y el Colectivo Alas, Tonio Dell’Olio.

Por parte de la organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México, Yolanda Morán expresó al final de la marcha que se sentía dolida no sólo por la indolencia de las autoridades, también por la de la sociedad mexicana que no ha querido darse cuenta de que cualquier familia está expuesta a convertirse en una nueva víctima.