Abasolo, Guanajuato: Veinte días bajo el agua y no hay para cuándo volver

Habitantes de tres comunidades del municipio de Abasolo, en Guanajuato, fueron desalojados de sus casas porque las lluvias del lunes 6 inundaron todo. Suman 20 días bajo el agua. Y de nuevo, como en otros estados, en la historia de esta tragedia hubo alertas que las autoridades no atendieron.

Por Verónica Espinosa / Proceso, domingo, 3 de octubre de 2021
ABASOLO, GTO.- Con apenas cuatro años de edad, Citlali ya sabe lo que es huir de su casa perseguida por el agua.

La vivienda que comparte con su mamá y abuelos en la comunidad llamada Estación Abasolo permanece inundada desde el lunes 6, lo mismo que muchas más en localidades vecinas de este municipio, ubicado a 33 kilómetros de Irapuato.

Las más afectadas, además de Estación Abasolo, son Huitzatarito y Santa Cecilia. El sábado 25 cumplieron 20 días bajo el agua. Cerca de 6 mil personas viven en estas tres localidades.

Junto a las viviendas las milpas apenas sobresalen; el agua cubrió también los campos de agave que llevaban dos de los cinco años que necesitan para ser aprovechados, además de los cultivos de sorgo y espárragos a donde iban a trabajar varias mujeres de las comunidades y donde se perdieron miles de pesos de inversión.

Otras familias, con los brazos cruzados, miran sus anegados hornos donde quemaban el tabique, una de las principales formas de sustento en la región, imposibilitados para trabajar y sin certeza de cuándo volverán a hacerlo.

Desde lo alto de la vía del tren donde Citlali juega con la grava, la pequeña y su abuela observan el montón de casas que parecen partidas por la mitad: la parte de abajo no se ve porque el agua ya es negruzca por la tierra, basura y moscos; la parte de arriba les da esperanza. Ya no sube más la inundación, aunque no se ve el fin de los días de lluvia.

La abuela de Citlali se aventuró a caminar a su casa con el agua hasta el pecho porque necesitaba sacar “los papeles de la ayuda” que guardó en bolsas de plástico y que encontró sobre la base de la cama que ya flotaba; tomó los documentos y salió lo más rápido que pudo.

Para ella, no es la primera vez que debe salir de su casa durante semanas por las inundaciones en esta zona. Lo ha hecho muchas veces en los últimos 20 años, y en ocasiones durante meses porque hay que esperar a que el agua baje, luego ir a sacar las cosas que se quedaron en la casa, limpiarlas y desinfectarlas antes de volver a ocuparlas; de nuevo tendrá que hacerse de muebles y enseres.

Habitantes de estas comunidades cuentan por lo menos tres graves inundaciones, además de la que actualmente sufren: en 2001, 2003 y 2016; en esos casos el agua ha llegado “por arriba de la rodilla, y una vez cubrió todas las casas”.

Durante las contingencias pasan semanas viviendo en casas prestadas, rentadas o se han juntado con familiares y vecinos de otros poblados o de la cabecera municipal. Y luego regresan para comenzar de nuevo su vida.


Tragedia crónica

En un recorrido efectuado por Proceso el sábado 18, cuando se cumplieron 12 días de inundación, los vecinos de las tres comunidades anegadas compartieron los mismos recuerdos sobre los desastres de años atrás, de lluvias pasadas, de respuestas de las autoridades que muy poco les sirvieron o nada solucionaron.

Ramón, habitante de Huitzatarito, dice que, como pasó antes, funcionarios municipales y estatales se han presentado un par de ocasiones y le piden a la gente registrarse para recibir algún tipo de ayuda, como despensas, pañales o eventualmente un recurso para reponer algunas de sus cosas o para reparar sus viviendas.

Pero cree que, una vez más, no le llegará apoyo alguno. “Porque ya pasó hace 18 años y pasó hace cinco años; andaban apuntando y no recibí nada”. Por eso, lo que hizo cuando el agua subió en 2016 fue despejar su casa, hacer viajes de tepetate y construir otro piso. “No me queda más que aventarle para arriba”.

Aviso ignorado

Un documento de 2017 de la Secretaría de Seguridad Pública del estado de Guanajuato, en materia de atlas de riesgo, cita una inspección efectuada en la zona en la cual se detectaron “problemas con la canalización de escurrimientos pluviales provenientes del dren Joaquín, dren Ferrocarril, dren Murguía y dren Abasolo que desfogan al arroyo Seco y éste, a su vez, al río Turbio, zona con antecedentes de inundación de 2003 y 2016”.

Como “recomendación” dirigida al gobierno municipal abasolense, el documento consigna: “La Dirección Municipal de Obras Públicas deberá realizar un estudio hidrológico de la zona que contemple las aportaciones pluviales de los drenes que desfogan al arroyo Seco, así como los escurrimientos del río Turbio para que se realice un proyecto integral el cual considere todas las variables posibles, mismo que deberá presentarse ante la Comisión Nacional del Agua para su análisis y validación, y que el municipio realice las gestiones necesarias para realizar dicho proyecto”.

También recomienda realizar limpieza y mantenimiento de los márgenes del arroyo Seco.

En cuanto al dren Abasolo, también inspeccionado en 2017, se detectaron “problemas con escurrimientos pluviales, canalización, remanso del agua del arroyo Seco, principalmente; se encuentra con aporte de material residual (lirio), problemas de desbordamiento aguas arriba por el deterioro de las márgenes y el taponamiento hidráulico”, por lo que se sugirió “realizar un proyecto integral para el mejoramiento de la zona”, así como la conformación de los márgenes del dren y el desazolve del dren.

Ante los problemas de filtración de agua que se tenían localizados, de la inspección se concluyó que era necesario mejorar la infraestructura hidráulica “para evitar futuras inundaciones en la zona”.

Pero a las cinco de la mañana del lunes 6 la fractura del dren Abasolo desató una nueva contingencia en la comunidad Estación Abasolo y zonas aledañas. La Coordinación de Protección Civil del estado informó que dicha fractura también causó “inundaciones de consideración” en Santa Cecilia y Huitzatarito.

Además “están en riesgo las comunidades La Canoa, Los Sauces, La Maraña, Los Pintores y San Cayetano ante la posibilidad de desbordamiento del dren Abasolo, el arroyo Seco y el río Turbio, donde ya se desalojaron a algunos habitantes. De acuerdo con el primer reporte preliminar, las afectaciones arrojaron mil 750 personas desalojadas de 426 viviendas ubicadas en las comunidades mencionadas”, según el reporte de Protección Civil del estado de Guanajuato.

En los días siguientes, mientras ocasionalmente se presentaron en la región funcionarios municipales y estatales, como el alcalde priista Samuel Cruz Chessani o el secretario de Desarrollo Social y Humano del estado, Gerardo Morales Moncada, la lluvia no cesó y el agua subió aún más dejando en la catástrofe a estas localidades y sus tierras de cultivo.

El gobernador panista de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, estaba de gira de trabajo en Europa durante la contingencia. A su regreso, el lunes 13, visitó las comunidades siniestradas. Primero sobrevoló la zona y después acudió a Santa Cecilia y Estación Abasolo.

El mandatario le dijo a la gente que se fuera a los albergues temporales y que allí recibirían alimentación y ropa –obtenida vía una campaña de donación con la ciudadanía–.

“No están solos”, les repitió. Y prometió que regresaría a la región afectada para supervisar las acciones, “sobre todo, una vez que baje el nivel del agua”. El viernes 23, Rodríguez Vallejo dijo que solicitó al gobierno federal declarar a Abasolo zona de desastre.

La Secretaría de Educación del estado informó que 18 escuelas de nueve comunidades sufrieron inundaciones y mandó paquetes de útiles escolares para los alumnos, que todavía no podrán regresar a las clases presenciales.

“Pero si lo que nos urge en este momento son bombas de agua y que nos ayuden a sacarla”, pidió Salvador, un hombre que desde la cabecera de Abasolo acude a llevar ayuda, como tantas personas de otros puntos que por su cuenta llegan cada día con comida y agua para los afectados. “Los migrantes han mandado recursos también”, agrega.

Mientras él habla, una fila de tractores colocados a un lado de una laguna, a un costado de la vía del tren, trabajan sus máquinas para bombear el agua. “Los trajo la gente, el municipio está entregando diésel, pero estamos mendigando por él”, agrega Salvador.

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