El dilema los jornaleros ante la pandemia

Pié de Página / Texto: Kau Sirenio; fotos: Pablo Mendoza.

Los jornaleros en el norte de México temen que los contagios del COVID-19 inunden los campos agrícolas y ya no puedan trabajar. El otro riesgo es volver a sus pueblos en Oaxaca, Chiapas y Guerrero sin ahorros para sobrevivir la otra parte del año

Sonora.- A pesar de la aridez y sequedad de los campos agrícola del Valle de Hermosillo, los jornaleros esperan cosechar uva en esta temporada primavera-verano. Sin embargo, ante la contingencia todo es incierto, los agricultores enfrentan la peor pandemia del siglo. Patrones y jornaleros están en la encrucijada.

Cada año llegan a Sonora miles de jornaleros de los estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas. A la poda y la cosecha de uva. Los jornaleros que llegaron en esta temporada esperan trabajar a pesar de la contingencia nacional de COVID-19.

“En al campo Don Elías nos dijeron que bajáramos a Pesquéira a comprar lo necesario para no tener contacto con la gente de afuera. La compra se hizo muy rápido para no estar mucho tiempo en la tienda, que no estuviéramos con personas que estornudan y utilizáramos cubrebocas” dice jornalero Carlos Uriel.

Ubicado al norte de Pesquéira, Hermosillo, el campo Don Elías trae desde el Sur a jornaleros al corte de la uva, luego se hacinan en cuartos de 3 metros por 3 metros, durante seis meses.

En la habitación caben cuatro literas hechas a granel por un herrero. Las literas no tienen nada, solo una tabla que sirve de colchón y si el trabajador agrícola no trae su cobija corre el riesgo de dormir bajo el frío del desierto.

“Sólo pusieron gel antibacterial, pero no hay jabón ni agua para lavarse las manos. Cuando hay enfermos los llevan a Pesquéira. El contratista paga los medicamentos. El cuadrillero (capataz o mayordomo) tiene un botiquín que contiene unas que otras pastillas como naproxeno, para la fiebre y jarabe para la tos, cuando un jornalero tiene malestar entonces pide la dosis”, explica Carlos.

La inminente crisis que se avecina en la producción de la uva en Sonora ante la pandemia de COVID-19 alerta a otros estados que dependen directamente de la producción de hortalizas en los estados de Sinaloa, Baja California y Baja California, San Luis Potosí y Michoacán.

Hortalizas de San Quintín

Para Luis Solano, apenas pasó lo bueno de su trabajo. Pero lo poco que ahorró en el corte de fresa en al Valle de San Quintín no le va alcanzar para mucho, porque en la cosecha de hortaliza no augura nada bueno ante la pandemia que azota a gran parte del mundo. Está el riesgo de que los campos agrícolas de Baja California se queden sumidos en el contagio, por ser vecino de Estados Unidos.

A mediados de marzo, empezó la cosecha de fresa. Termina en dos o tres semanas más. Sin embargo, no todo está perdido porque viene la pisca de tomate y pepino en el rancho Los Pinos. Lo que echaría a perder la esperanza de los obreros agrícolas es el COVID-19.

Nunca antes los jornaleros estuvieron en un dilema de su vida: regresar a su comunidad de origen o quedarse: “El problema no es que me quede o me vaya a Oaxaca. No, ese no el problema, mi preocupación es que si me quedo y no hay trabajo cómo voy a sobrevivir acá. Y si me voy existe el riesgo de contagiarme en el camino. La verdad no sé qué hacer”, contesta desganado Martín Ponce.

En marzo de 2015, miles de jornaleros tomaron la carretera Transpeninsular para protestar en contra de las condiciones de trabajo en los campos de las regiones agrícolas más productivas del país, porque las empresas no aumentaban el salario.

En el Valle de San Quintín se cultivan frutos rojos: fresa, frambuesa, mora y arándano. Mientras que los pequeños productores siembran: calabaza, lechuga, pepino, tomate, chile, col de Brusela, chícharo, ejote…

Las cinco principales hortalizas que se cultivan en los estados de Sinaloa, San Luis Potosí, Michoacán, Morelos, Veracruz, Baja California, Guanajuato y Jalisco son: jitomate, chile verde, cebolla, elote y pepino.

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