Los rostros (no tan) ocultos del mal llamado “tren maya”. Parte 7: La guerra del agua

Cenote Ik Kil. Foto: Descubre Calakmul

La crisis de agua que se avecina y que ha sido anunciada desde varios ámbitos puede que llene las pesadillas de comunidades, científicos y ambentalistas, pero parece estar muy lejos de las preocupaciones de quienes gobiernan y de los grandes señores del dinero. Entre varios de los aspectos que se han denunciado desde las comunidades que habitan la península maya en cuanto a por qué el mal llamado “tren maya” es un proyecto de muerte, el del agua es uno de los que muestra de manera tangible la gran catástrofe que se podría desatar en caso de que se llegara a concretar el proyecto con las caraterísticas que, a cuenta gotas, se han ido filtrando mediante declaraciones expresas de quienes pretenden imponerlo.

Planteado de inicio como un supuesto tren turístico, el proyecto del mal llamado “tren maya” implica una transformación radical de este territorio, que dio origen a la cultura maya, al contemplar la construcción de distintas estaciones en torno a las cuales se pretende desarrollar nuevas ciudades, zonas de explotación turística masiva y, lo que se ha ido exponiendo de manera más velada, un enorme proyecto de parques agroindustriales para los cuales la explotación del agua sería fundamental.
Los cenotes son considerados sagrados para la cultura maya debido a que son la fuente de agua y por lo tanto de vida de la región:

“Sin los cenotes no hay posibilidad de tener territorio maya, ni tampoco acceso al agua. Si se contamina el agua de los cenotes también se ve afectada la vegetación, así como la fauna que necesita de sus aguas para la vida. Así, la destrucción y la contaminación sistemática a los cenotes en la Península de Yucatán es una amenaza para nuestra vida como pueblo indígena maya. Para defender la existencia misma de nuestros territorios necesitamos defender el sistema de cenotes de la Península de Yucatán del cual se sostienen” – Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch Xíinbal y el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible.

Agua para qué y para quién

Los cenotes son la manifestación más visible de un frágil sistema de aguas subterráneas que ya desde hace algunos años resiente de manera palpable la transformación de la región a manos del modelo capitalista de desarrollo.

El incremento en el turismo, en particular en su modelo rapaz y descontrolado como el que se ha dado en Quintana Roo, ha llevado no sólo a un incremento desmedido del uso de agua sino a la contaminación del delicado sistema de abastecimiento subterráneo en toda la región. La pesadilla ambiental en la que se ha tranformado Tulum, en donde el crecimiento de la industria turística ha ido acompañado de una absoluta ausencia de un plan de manejo de agua, drenaje y residuos, es sólo un preámbulo de lo que puede pasar con el resto de la península.

Vertedero al aire libre en Tulum. Foto: DW

La Península de Yucatán alberga más del 30 por ciento del agua nacional. Sin embargo, los cambios asociados al incremento del turismo y del uso de agua para cultivos e industria, han implicado una disminución de la disponibilidad media del 43%. Agregado a este incremento, las particularidades del sistema cárstico (de roca caliza extremadamente porosa) permiten una aceleración del ciclo de agua que la hace extremadamente vulnerable a la contaminación.

En una nota de 2018, se señalaba la relación entre las particularidades de este sistema de aguas y la contaminación. Según Paul Sánchez Navarro, director de la Organización Mexicana para la Conservación del Medio Ambiente (OMCA) “El ciclo del agua en esta región es muy rápido. En tan sólo siete días el agua superficial contaminada se filtra al sistema de agua subterránea y finalmente al océano”. Según Sánchez Navarro, esta contaminación impacta en el Sistema de Arrecifes Mesoamericano de la región, el segundo más grande del mundo después de la Gran Barrera de Coral australiana. “El arrecife de coral se ha degradado en un 80 por ciento en los últimos 30 años en la Riviera Maya y el Caribe mexicano. La proliferación de algas, debido al exceso de nutrientes y contaminantes en el agua, están sofocando el arrecife de coral”, explica.

Sargazo en Tulum. Foto: El Sol de México

Además del efecto que tiene en las costas, la contaminación del agua también tiene afectaciones directas en la población. Un estudio realizado por el Laboratorio de Ciencias Ambientales Costeras a mediados de este año mostró la presencia de sustancias dañinas en el agua, debido a los desechos provocados por el crecimiento de la población y las actividades industriales y agropecuarias, que se filtran rápidamente al suelo y se mueven a través de la porosidad de la piedra directamente hacia los pozos de abastecimiento de agua que históricamente han sido lá única fuente de agua potable de la región.

Algunos de los contaminantes encontrados en zonas de poca densidad poblacional e industrial muestran la rápida transferencia de estas sustancias a través del sistema de agua subterránea. El estudio encontró hidrocarburos provenientes de actividades petroleras, plaguicidas empleados en la agricultura, trihalometanos, compuestos volátiles formados a partir de reacciones del cloro con la materia orgánica del suelo, entre otros contaminantes.

Cenote contaminado. Foto: DGCS/UNAM

En mayo de este año la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch Xíinbal y el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible solicitaron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) medidas cautelares para proteger el acuífero subterráneo de la Península de Yucatán “del cual depende el derecho al agua, a un medio ambiente sano y al desarrollo de una vida digna de los pueblos mayas de la península.”

En el mismo documento denunciaron que las “autoridades mexicanas de los tres niveles de gobierno han sido omisas en asegurar una infraestructura adecuada y suficiente para el tratamiento de las aguas residuales y el manejo de los residuos sólidos. Además de haber otorgado concesiones para carga y descarga de agua que son operadas sin control, ni medidas de prevención ni mitigación.”

Las decisiones gubernamentales en cuanto al diseño del trayecto del mal llamado “tren maya” no ofrecen ningún aliciente para pensar que las cosas se harán mejor a partir de este momento. En su paso a través del municipio de Mérida, se pretende que el tren atraviese la reserva de Cuxtal, un área natural protegida de selva conservada de 11,000 hectáreas que abastece de agua a la ciudad de Mérida. Quienes han trabajado de cerca con esta reserva advierten que el tren “obviamente afectará [ya que] va a pasar por una zona núcleo de la reserva” Asimismo, se ha señalado que Cuxtal es el área hidrológica que está mejor protegida en el Estado por lo que el paso del tren a través de esta área es preocupante.

“Cuxtal es nuestro pulmón”. Foto: Reserva Cuxtal.

Además de los problemas relacionados directamente con los trayectos del tren, la ausencia de estudios de impacto ambiental y social aunadas a la falta de un plan de manejo de agua para los proyectos encadenados al tren, los supuestos “polos de desarrollo” que proyectan un aumento del arribo de 3 a 4 millones de turistas a la región por año, no pueden sino alarmar a la población, quienes, en palabras de la Asamblea Múuch Xíinbal, ven el peligro en el que se encuentra el “patrimonio histórico, identitario y cultural de los pueblos mayas, así como su salud y sus vidas”.

Transformar la “estéril” península en un laboratorio industrial

El caso del intento de imposición de una mega granja porcícola encima de esta Reserva Geohidrológica Anillo de Cenotes que, una y otra vez, se ha tratado de echar a andar desde hace un par de  años en Yucatán, con todos los riesgos que los contaminantes relacionados a esta industria traerían a este importante núcleo de abastecimiento de agua, es tan sólo el inicio del proyecto que está en el corazón del megaproyecto del mal llamado “tren maya”, a pesar de que la información al respecto aparece de manera más velada.

En una entrevista de enero de este año el titular de Fonatur, Rogelio Jiménez Pons, declaraba con entusiasmo que el tren detonaría “ciudades pequeñas, parques agroindustriales cárnicos, frutales, forestales, de alimentos orgánicos y palma de aceite, además de terminales de carga y combustible”. En la misma línea de ideas mencionaba el crecido interés por parte de “empresarios de Estados Unidos que visitan zonas como Tenosique, Tabasco, para establecer una cuenca lechera ante la riqueza de agua, así como holandeses que analizan proyectos de refrigeración de alimentos para llevarlos a centros de consumo turístico y reducir importaciones […]en Chiapas y Tabasco habrá cuencas lecheras, allí estadunidenses ya checan los terrenos.”

La visión del titular de Fonatur para la península no puede ser más clara que en las siguientes declaraciones: “sólo Quintana Roo depende del turismo, los otros cuatro estados no, pero tienen una fuerza agroalimentaria que atenderá con el tren los centros de consumo de la Riviera Maya, Cancún o Mérida[…] En Cancún habrá un centro de logística de carga y trenes suburbanos para conectar el Tren Maya con la ciudad; en Campeche, otro centro de combustibles, al igual que en Puerto Progreso; prácticamente en todas las entidades se impulsarán granjas avícolas y porcinas, producción de sorgo y caña de azúcar, palma de aceite y soya.” En otras palabras, la península, a excepción de las zonas explotables de manera turística, será transformada en un gran parque maquilador e industrial. Es decir que la vida de las comunidades y su soberanía alimentaria tendrá que transformarse radicalmente para insertarse a un modelo capitalista de producción con ganacias multimillonarias para unos y destrucción de la naturaleza y la forma de vida de otros.

El interés marcado en la producción de energía en la península, cuya densidad poblacional es relativamente baja, a través de la implementación de parques fotovoltaicos y eólicos, da una noción de las dimensiones del proyecto industrial en ciernes ya que la producción industrial requiere de enormes cantidades de energía para abastecerse. El interés en el acaparamiento de tierras para estos propósitos ya ha empezado a afectar de manera palpable el tejido comunitario de la región.

Aunado a esto, las eólicas ya están teniendo consecuencias nefastas sobre los sistemas de distribución de agua. Una nota de octubre de este año muestra las consecuencias de la intervención humana en el sistema de aguas subterráneas tras del paso del huracán Cristóbal. Cecilio Cisneros, ejidatario de Ixil cuyo comisariado encabeza la resistencia a la entrada de parques eólicos en el territorio, declaró que en sesenta años jamás se habían padecido inundaciones como las de este año. “Ahora en Ixil, gracias a estos acaparadores que han vendido a empresas eólicas, entre otras más; gracias a sus parques eólicos que bloquean las corrientes de agua existentes en el subsuelo, evitando el flujo y salidas del agua, lugares como Ixil quedan inundados. Lógicamente, el agua no tiene libre paso en nuestro subsuelo quedándose estancada en zonas bajas como Ixil; nuestro pueblo y nuestra gente está pagando las consecuencias de ello”. La transformación de este sistema de filtración y flujo en pos de la ganancia capitalista pone en riesgo directo la vida de las personas que habitan esos territorios.

Estas plantas eólicas y fotovolaicas también están relacionadas con la transformación industrial proyectada para la región en la que el agua es una pieza fundamental. Para unir los puntos del mapa del proyecto vale la pena remontarse al artículo de investigación publicado en marzo de este año por la plataforma Connectas sobre el acaparamiento de agua en la Península por parte de la compañía Enerall, fundada en 2007 por Alfonso Romo, actual jefe de la presidencia. El artículo documenta la forma en que esta empresa acaparó casi 15,000 hectáreas de territorio a lo largo de 10 años y “se convirtió en la mayor explotadora de agua subterránea para uso agrícola de la Península de Yucatán y la tercera en todo el país”.

El caso de Enerall se comenzó a investigar debido a que la compañía llevó a cabo un delito ambiental inédito: tapar un cenote. Como muestra el expediente de 2018 de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), el megaproyecto de biotecnología a manos de Enerall tuvo la ocurrente idea de tapar con tierra, rocas y despalme un cenote de 5,500 metros cuadrados que quedó convertido en fango. La compañía fue investigada por este delito, sin que hubiera alguna otra consecuencia penal más allá de una multa.

Fotografías de la denuncia que recibió Profepa contra Enerall. Fotos: Connectas

El desconcierto que provoca la ocurrencia de tapar uno de estos cuerpos de agua considerados sagrados por la cultura maya solo se profundiza al escuchar las planes expuestos por Alfonso Romo ante un grupo de empresarios, en un evento documentado por la revista Forbes en 2017. El plan del empresario regiomontano es transformar los “improductivos” suelos pedregosos de la península en enormes y “fértiles” campos de cultivo. En sus palabras explica:
“Si ustedes van de Cancún en carro a Mérida, no hay nada. Bueno, pero toda esta zona está asentada en agua. ¿Qué hicimos? Lo van a ver. Usando tecnología de punta, mexicana, de microorganismos, estamos convirtiendo suelos de improductivos en productivos. Lo que la naturaleza hace en 200 años, lo estamos haciendo en un año”.

El pedazo de fango al que fue reducido el cenote, acompañado de los venados, jabalíes y especies que murieron en la empresa (y que están documentadas en el expediente de la Profepa) no son más que los destrozos necesarios del empresario jugando a ser dios en su laboratorio. Teniendo en cuenta las particularidades del sistema cárstico ya mencionadas ¿Qué se puede esperar de este bloqueo del paso del agua, sumado a la inyección de “microrganismos” que se podrían filtrar por toda el sistema subterráneo de cenotes?

Aunado a estos experimentos, como documenta el artículo de Connectas, la compañía basa sus objetivos de producción en la extracción constante y directa de agua del subsuelo, la cual se usa en un sistema de regadío que funciona “270 días al año a través de 60 pozos y 30 pivotes, cada uno de los cuales se mantiene activo durante 7 horas diarias, de acuerdo con una descripción remitida por la empresa a la Profepa y los expedientes de Conagua”.

Este ritmo de extracción no puede sino sentirse de manera palpable entre los agricultores mayas, quienes se enfrentan a la experiencia de ver sus pozos secos por culpa de los que no dejan de regar. Según Conagua, tal como documenta el artículo de Connectas, la región ha padecido sequías extremas desde los últimos cuatro años.

La conexión entre la participación de Romo en la redacción del Proyecto de Nación, y la manera en la que el gobierno actual ha colocado al mal llamado “tren maya” al centro de su programa de gobierno, junto con las declaraciones abiertas de Jiménez Pons, invitan a conectar directamente estos proyectos agroindustriales, como los centros de producción de esas “mercancías” que transportará el tren. No parece casualidad que el mal llamado “tren maya”, tendrá una de sus estaciones a sólo 50 kilómetros de Enerall.

Tras las declaraciones emitidas desde la misma presidencia, que está impulsando estos proyectos de muerte, en las que se criminalizó la oposición en la región, al relacionar a las asambleas comunitarias que luchan por su supervivencia junto con los medios que les han ayudado a denunciar las estrategias de imposición de este megaproyecto como meros peones de “empresas extranjeras” que los financiaban, se ha vivido un recrudecimiento de la criminalización de la protesta. Defensores comunitarios han denunciado agresiones en su contra desde finales del año pasado.
Sin duda, quienes se enfrentan y se plantan contra esta maquinaria de gigantes desde sus asambleas comunitarias, desde sus trincheras de lucha, lo hacen con todo en contra pero con la convicción de que la “lucha es por la vida” contra quienes proponen proyectos que, vistos bajo la lupa de quienes se preocupan por la posibilidad de continuidad de la vida en el planeta, no pueden sino parecer un acto de idiotez o perversidad suprema. En pocas instancias queda esta oposición entre megaproyectos de muerte y lucha por la vida tan clara como cuando se trata de la lucha por el agua.