El Común en la falda de una Montaña. (un Quirófano en la Selva Lacandona)

El Común en la falda de una Montaña.
(un Quirófano en la Selva Lacandona)

En la edificación de lo que será la sede de uno de los quirófanos del COMÚN, hay algo que no se explicita en las imágenes. Entre quienes trabajan en la construcción hay partidistas, compañeros del Congreso Nacional Indígena y compas zapatistas; de varias religiones o sin religión; de distintas generaciones, lenguas, raíces, historias.

Y no sólo. Hay, en ese edificio en ciernes, el trabajo, apoyo y solidaridad de personas, grupos, colectivos, organizaciones y movimientos de varias partes del mundo, además de México, quienes, con su esfuerzo, creatividad e inventiva, consiguieron paga para los materiales. Incluso pueblos originarios hermanos partidistas de la Selva Lacandona, apoyaron con paga cuando no podían acudir al trabajo. Y no faltó quien ofreciera banco de grava y hasta camiones de volteo para acarrear los materiales.

En el diseño, digamos arquitectónico, del edificio ocurrió lo siguiente: se consultó con un arquitecto profesional quien se ofreció a realizar el proyecto… a cambio de unos 500 mil pesos. El Interzona zapatista pensó: “si, para hacer otro mundo nuevo y mejor, no dependimos de los grandes teóricos y pensadores, sino que con nuestro propio pensamiento y nuestra propia práctica lo estamos haciendo, entonces pues hagamos un edificio de acuerdo con lo que queremos y con nuestros conocimientos”. Se juntaron así los conocimientos de comunidades originarias, sin importar si son zapatistas o no, ni qué religión profesan, ni su partido político, ni su lengua, ni su color, ni su identidad afectiva, sexual, emocional, social, su tamaño, su peso, su calendario y su geografía.

No está terminado, es cierto. Y aunque faltan paredes, cuartos, baños, techos, equipos, instructores y los mentados aparatos para meter cuchillo y laboratorio; en sus cimientos están ya todos los colores. No es un trabajo sólo de zapatistas, sino que es de COMÚN.

En esas zanjas; la revolvedora a la que le falló el balero (y los mecánicos ya desmontaron la pieza y salió comisión para conseguir el repuesto); los tabiques; el pozol; las varillas; el trabajador que se desmayó y fue atendido por el servicio de salud autónoma zapatista (nada grave, exceso de lombrices); los cursos simultáneos de Herbolaria, Hueseras, Parteras y Salud General; las bicicletas eléctricas y mecánicas de los promotores de salud que están pendientes de quienes trabajan en la construcción; el taller para repararlas porque se descomponen en las caídas; las cubetas para arrear arena, grava, cemento y agua; el internet satelital temporal que se instaló para que los trabajadores pudieran estar pendientes de sus familias, sus milpas, sus animalitos; las bromas y chistes en distintas lenguas y modos; el taller práctico de albañilería que los más juiciosos le imparten a los jóvenes que quieren aprender; la esperanza reavivada por las primeras lluvias que les mojan, sí, pero también dan de beber a la tierra de la que nacerán el maíz, el frijol, las hortalizas, el zacate para el ganado, las calabazas (¡ugh!); la vida que necesitan arroyos y ríos; y las tercias y tercios documentando en imagen y sonido.

En ese todo, cada parte tiene su quién, su qué, su cuándo, su cómo.

Cada pieza del rompecabezas es necesaria para completarlo. Cada quien es quien es y no deja de serlo, pero se hace común para construir algo, un todo que beneficie a las partes sin subordinarlas, cooptarlas, reclutarlas, aleccionarlas, absorberlas.

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Tal vez alguien haga, algún día, una teorización del Común. Con palabras más o menos duras, más o menos complicadas, más o menos confusas. Incluso que se hagan grandes tesis, profundas reflexiones, publicaciones en artículos, revistas, libros, especialidades, mesas redondas, ponencias, simposios. En fin, esas cosas que se hacen en mesas y escritorios mientras, afuera, la vida y la muerte luchan.

Pero, si se les pregunta a las partes que ahora confluyen en esos cimientos de un quirófano en la Selva Lacandona. Si se les inquiere quién o por qué hicieron eso; por qué aportaron su trabajo; por qué sudaron con el sol; por qué se mojaron con la lluvia; por qué dieron tiempo y hasta paga; por qué hicieron actividades, colectas, festivales, exposiciones y no sé qué otra cosa, para conseguir fondos económicos que atraviesen océanos y fronteras, y que sin importar lenguas, geografías y calendarios se hicieron común; por qué se empeñaron en algo que parecía un delirio, un despropósito, un sueño.

Tal vez respondan -en muchas lenguas, en muchos colores, en muchas geografías, en muchos calendarios, en muchos modos-: “Por la vida”.

Porque, suele suceder que hay veces que las cosas pequeñas, aparentemente insignificantes -como una construcción sin perfil aparente definido, en medio de esa nada que las cartas geográficas señalan como “Selva Lacandona”- (lejos de las redes sociales, la academia y el periodismo de opinión, los medios de comunicación masiva, la grilla política, las iglesias de los partidos políticos, las revoluciones y contrarrevoluciones de café, las biblias y catecismos del capitalismo y sus supuestas alternativas, las ínsulas medianas, grandes o pequeñas de la cotidianeidad de cada persona, las penas y alegrías individuales, un multiverso que repite en sus variantes la misma pesadilla), tienen el alma grande y un corazón colectivo.

Y les cuento esto porque, viendo los videos del pasado encuentro RebelArte y RevelArte, miré una pequeña maqueta, una casita de madera en cuyo frente se leía “Quirófano Común”. Eso fue hace poco más de un mes. Eso era (una casita de madera), hace apenas unas semanas, lo que hoy se insinúa en la Selva Lacandona. El Común la hizo crecer, caminar, acicalarse, prepararse y sentarse en un acahual, en las faldas de una montaña que, hace años, navío se hizo por la vida.

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¿Quién lleva la cuenta del sudor, las lágrimas, los desvelos, las enfermedades, el hambre, el hacer las cuentas, el cartel, la promoción, la organización de quienes trabajan hoy, cerca y lejos, en ese rincón?

Bueno, al menos nosotros, los pueblos zapatistas.

Porque, como dice el SubMoy, “quien nada hace, es quien nada ve ni escucha, y sólo lo mira su ombligo y todavía dice que conoce el mundo”.

Vale. Salud y sí, tal vez no sabemos poner en palabras lo que es el Común, pero estamos aprendiendo a ponerlo en práctica. ¿O no?

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

El Capitán.
Junio del 2025.

P.D.- Si la lucha es por la vida, pues que la vida encuentre al fin un respiro para florecer en esa geografía llamada Palestina, lejos pero tan cerca de las montañas del Sureste Mexicano.

 

Imégenes de Terci@s Compas Zapatistas
Música: YA VIENEN/BADATOZ – Horazz & Suaia

Imégenes de Terci@s Compas Zapatistas
Música: YA VIENEN/BADATOZ – Horazz & Suaia