Yosïgaï: Las flores de Guadalupe y Calvo que danzan en resistencia al desplazamiento (Chihuahua)

RAÍCHALI

Yosïgaï (Las Flores) matachín ódami

Chihuahua.- Se organizaron para danzar juntas, para resistir juntas. Se sentían tristes lejos de Baborigame, municipio Guadalupe y Calvo, la tierra que heredaron de sus abuelos y que les fue arrebatada por la violencia que detonó el narcotráfico en la Sierra Tarahumara.

En sus danzas ancestrales, este grupo de niñas y mujeres se reencontró con su gente y su cultura a 100 kilómetros de distancia, en Guachochi, la ciudad en donde más de 90 familias de la etnia ódami (tepehuanes del norte), intentan rehacer su vida.

Yosïgaï (Las Flores) es el grupo de matachín ódami que Amparo Chaparro formó al darse cuenta que, a pesar de las dificultades que su pueblo indígena debe superar cada día para sobrevivir, en sus tradiciones estaba la clave para mantenerse unidos.

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El grupo lo conforman 25 mujeres de los seis años «pa’ delante». La música está a cargo de tres hombres. El ritmo de sus rituales lo marcan con sonajas y son en agradecimiento a la vida, las cosechas y en ofrenda por las promesas.

Pero la vida para los ódami en Guachochi no ha sido fácil. Aunque son un pueblo trabajador, Amparo explica que las oportunidades son muy pocas y muchos de ellos van de comunidad en comunidad para sacar el sustento nide su familia.

«Por eso cuando danzamos nos sentimos bien, nos sentimos contentas y felices porque no estamos dejando que se pierda nuestra costumbre, nuestra tradiciones. Danzamos y promovemos la lengua materna. Queremos seguir adelante con esta danza para que no se pierda porque hay mucha gente en Guachohi y casi no se oye que hablen de la gente tepehuana, por eso hicimos esto. Pensé en que así el gobierno sepa que sí existimos»

El patrimonio cultural se instrumenta para la resistencia, para la continuidad cultural, para el reclamo de la existencia como grupo étnico.
Foto: Leonardo Padilla

De Guadalupe y Calvo, menciona, hay incontables historias de familias que se han ido buscando una mejor calidad de vida, sin embargo, desde hace cuatro años, la inseguridad ha detonado el desplazamiento forzado en el municipio.

En 2015 decidió dejar todo e irse con sus cuatro hijos, tres mujeres y un hombre, hasta Guachochi, un camino que no ha sido fácil para ella como madre soltera.

Su estilo de vida cambió por completo. De tener una casa propia y trabajar su tierra, hoy deben pagar renta y trabajar «en lo que se pueda».

«Se siente muy triste, batallamos, sufrimos y más los que tenemos hijos o somos mujeres que vivimos solas… A veces uno quisiera uno volver a su tierra pero no se puede, mucha gente intenta regresar pero cuándo va a ser igual… Como está ahorita no, ya no se siente lo mismo, de hecho hasta perdimos a muchas familias por el crimen organizado, esa la causa por la que estamos acá…»

Otro problema que enfrentan es la falta de reconocimiento a su etnia: «Yo creo que apenas se dan cuenta de que existimos. Pienso que el gobierno no sabía que había gente tepehuana porque siempre nos ven como rarámuri»

Fue por ello que, a través del Gobierno Federal, se le solicitó realizar un censo de las familias ódami en Guachochi, el cual arrojó que hay 92 familias la mayoría desplazados por violencia.

«Esperemos que (las autoridades) nos ayuden, quisiéramos pedirles que algún día las cosas vuelvan a ser como antes, ojalá hicieran que cambiaran las cosas para que uno viviera mejor«

«A mi gente le quiero decir que no dejen que se pierdan sus costumbres, sus tradiciones, no dejemos que se pierda lo que nos dejaron nuestros abuelos»

https://raichali.com/2019/09/11/danzar-para-resistir/