“Las lágrimas se vuelven fuego” (Yucatán)
Kiki Vc. / Sol Yucatán
Las lágrimas se fundieron con la lluvia en Mérida. Frente al Monumento a la Madre, mujeres buscadoras con pancartas, bordados y fotografías marcharon en silencio. No hubo flores ni música. Hubo dolor.
Bajo la lluvia y frente al Monumento a la Madre, mujeres que buscan a sus hijos desaparecidos convirtieron el 10 de mayo en un día de memoria y exigencia de justicia.
Las lágrimas se fundieron con la lluvia en Mérida. Frente al Monumento a la Madre, mujeres con pancartas, bordados y fotografías marcharon en silencio. No hubo flores ni música. Hubo dolor. “El 10 de mayo no se celebra, se sobrevive”, dijeron las madres buscadoras.
Maricela Orozco lo sabe bien. Perdió a dos hijos a causa de la violencia. “No tenemos nada que celebrar. Cada 10 de mayo es más doloroso que el anterior”, afirma. Vivió muchos años en Mérida antes de mudarse a Veracruz, donde comenzó su calvario: su hijo Gerson fue secuestrado. Aunque la familia pagó el rescate, poco después asesinaron a su otro hijo, Alan, y a su yerno Miguel.
Hoy, Maricela ha vuelto a Mérida, y su lucha no es solo por justicia, sino por prevención. “Aquí ya hay casos, y están creciendo. No quiero que esto avance. Por eso lucho, para que otras madres no pasen por lo mismo”, dice con firmeza.
A las autoridades locales les pide algo elemental: voluntad. “No más nombres en listas, no más fotos en pancartas. Necesitamos programas de prevención y atención real”.
A su lado, Clara María Gutiérrez Centeno, deseaba bordar el nombre de su hijo durante la jornada de este diez de mayo, pero la lluvia detuvo algunas actividades, aun así, su hijo siempre está en la memoria de su madre. Para ella, cada puntada que llegue a hacer será un recordatorio de la ausencia. Clara, es coordinadora del colectivo Familias Buscadoras de Yucatán “Encontrando esperanza”, cuenta que este 10 de mayo amaneció con el corazón roto. “Mi hijo siempre me regalaba una flor. Hoy desperté y no estaba. La mitad de mí está viva, la otra muere de dolor”.
La jornada de las madres buscadoras incluyó una pequeña marcha bajo la lluvia. En su trayecto, la imagen era potente: el cielo llorando junto a ellas, como si las gotas fueran las lágrimas de los hijos ausentes. Más tarde, se realizó una misa en la iglesia de La Candelaria, donde también recordaron a sus propias madres, muchas ya fallecidas.
El colectivo no se detiene. Busca en hospitales, penales, anexos, albergues. Cuentan con el apoyo de la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado, encabezada por Carla Quintal Solís. “Esa oficina sí nos ha abierto las puertas. Allí las mamás que realmente buscan pueden encontrar ayuda”, explica Ana María.
Pero hay una demanda que sigue sin respuesta: una audiencia con el gobernador. “No venimos a hacer escándalo ni a pelear. Solo queremos hablar, que nos escuche. Porque aquí también hay desaparecidos. No es algo que solo pasa en otros estados”, reclama.
Durante mucho tiempo, Yucatán fue visto como una excepción en el mapa nacional de la violencia. Pero los relatos de estas mujeres desmienten ese espejismo.
Según datos de la organización Red Lupa, en 2024 se registraron 308 casos de personas desaparecidas en Yucatán. De estos, el 74.03% corresponden a hombres y el 25.97% a mujeres; además, el 8% de los casos son menores de edad.
Mérida concentra el mayor número de personas desaparecidas en el estado, con 184 casos, lo que representa aproximadamente el 60% del total. Le siguen Progreso, Kanasín, Tizimín y Maxcanú.
Para estas madres, el 10 de mayo no es una celebración. Es un grito de resistencia. Cada flor que no llegó es una pregunta sin respuesta. Y cada nombre bordado es una promesa: no dejar de buscar.