Indígenas, los mexicanos más afectados en Nueva York por el coronavirus

Maurizio Guerrero/ PROCESO

 

Nueva York en la era del covid-19. Foto: AP / Frank Franklin II

NUEVA YORK (apro).- Los habitantes de los pueblos originarios de México que emigraron para huir de la pobreza y la violencia, han sufrido más que otros mexicanos en Nueva York la devastación de la pandemia. Excluidos por todos los niveles del gobierno estadunidense, los indígenas mexicanos han debido contrarrestar la crisis con sus propias estrategias de solidaridad.

La mayoría del más de medio millar de mexicanos que, según la Secretaría de Relaciones Exteriores, habían muerto hasta el 5 de mayo como consecuencia del covid-19 en Nueva York, eran indígenas. En su mayoría, provenían de la zona de la Mixteca, que es la intersección entre los estados de Guerrero, Oaxaca y Puebla.

“Los indígenas han sido los mexicanos más afectados en Nueva York. Nosotros lo vemos todos los días. A menudo viven aislados, por lo que acceden a la información y los recursos hasta el final. Además, está la barrera del idioma y el hecho de que en la escala económica realizan los trabajos más duros”, dijo el antropólogo Marco Castillo.

Coordinador de la Red de Pueblos Transnacionales, Castillo calcula que de los 350 mil mexicanos que radican en Nueva York, “más de la mitad proviene de comunidades rurales indígenas o tiene algún vínculo identitario indígena”. Los indígenas mexicanos en la ciudad, precisó, “no serían menos de 200 mil”.

Estos mexicanos han enfrentado un nuevo entorno de violencia que era, justamente, de lo que miles trataban de escapar. Desde la década pasada, en la Montaña de Guerrero, catalogada como una de las zonas de México de mayor marginación y mayor expulsión de migrantes, comenzó a consumirse cocaína, marihuana y crack. Se propagó también la violencia.

“Yo fui chalán de microbusero en Tlapa (de Comonfort), y todos los chavos con quienes convivía terminaron siendo narcos, vendedores o consumidores de drogas. Ahora ya la mayoría están muertos”, reveló Saúl Quizet, quien hace cuatro años emigró de la comunidad de Yuvinavi, en la Mixteca de Guerrero, hacia Nueva York.

En la Montaña se había sembrado amapola desde hacía generaciones, explicó Quizet en su negocio de flores en Bushwick, en el condado de Brooklyn. Los homicidios y secuestros, sin embargo, se dispararon cuando la Familia Michoacana trató de apoderarse de la producción mediante un régimen de terror y reparto de drogas sintéticas.

Coordinador del grupo Ti Toro Miko de cultura Tu’un Isavi (mixteca), Quizet es uno de los cientos de miles de mexicanos que, expulsados de la Mixteca, han encontrado refugio en Nueva York.

Ese canal migratorio fue establecido desde hace décadas. El sociólogo Robert Courtney Smith escribió en Mexican New York. Transnational Lives of New Immigrants (2006) que “dos tercios de los mexicanos en Nueva York son de la región de la Mixteca”.

El gran desplazamiento indígena a Nueva York comenzó tras los estragos al campo mexicano provocados por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), coinciden académicos. La migración mixteca actual se debe también “a la producción de violencia estatal debido a la militarización de Guerrero durante los noventa a fin de combatir la producción de amapola en comunidades indígenas empobrecidas”, según un estudio de 2018 del antropólogo Rodolfo Hernández Corchado, de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY).

Los migrantes indígenas mexicanos realizan ahora los trabajos más peligrosos en la economía de Nueva York. Limpian los recintos aún abiertos, acomodan la mercancía en supermercados, operan cocinas de restaurantes y realizan, en sus bicicletas, las entregas a domicilio.

“La pandemia mostró la otra pandemia que de por sí ya existía en Nueva York: la de la desigualdad y el racismo. Ahí están los números que muestran que los primeros afectados son las comunidades latinoamericanas y afroamericanas”, afirmó Castillo. Los latinos cuentan por el 29 de los neoyorquinos pero han muerto a una tasa de 34 por ciento, según la alcaldía.

Indígenas transnacionales
La ciudad de Nueva York, que alberga la mayor diversidad de lenguas en el mundo, se ha convertido también en receptáculo de la mayor diversidad indígena de México. El 17 por ciento de los mexicanos de Nueva York habla un idioma indígena, casi tres veces más que el porcentaje en México (seis por ciento), según una encuesta de 2013 del Consulado de México en Nueva York.

Aunque es probable que una mayor cantidad de indígenas mexicanos radique en Los Angeles y su zona conurbada, Nueva York parece contar con comunidades indígenas más diversas.

La Alianza de Lenguas en Peligro de Extinción (ELA) ha detectado en Nueva York comunidades de hablantes de amuzgo, mixe, purépecha, tlapaneco, totonaco, cuicateco, zapoteco, otomí, mazateco, chinanteco, así como múltiples variedades de los dos principales idiomas indígenas de la ciudad: náhuatl y mixteco. Al norte del estado existe también una nutrida comunidad triqui.

La activista Odilia Romero, intérprete de zapoteco y fundadora del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales, con sede en California, afirmó que las grandes poblaciones indígenas mexicanas se concentran en Los Angeles y Nueva York, seguidas por los estados de Washington y Oregon.

La organización de Romero se ha convertido en la principal proveedora de intérpretes indígenas en Estados Unidos, y ha desarrollado metodologías que imparte en talleres en este país. “Lo que noto es que en Nueva York hay una gran comunidad de pueblos indígenas de México, Guatemala y Sudamérica, y eso la diferencia de California”, aseguró.

Daniel Kaufman, lingüista que dirige la ELA, afirmó que existe en Nueva York una dinámica cultural diferente a la de California: “Nueva York es más una sopa, o cualquier otra metáfora que quieras usar, donde por supuesto que existe discriminación y segregación, pero donde existen más posibilidades de interacción”.

Por esa presencia, las autoridades de Nueva York ofrecen en juicios y emergencias médicas intérpretes de mixteco y náhuatl, así como de garifuna (Honduras), k’iche (Guatemala) y kichwa (Sudamérica). Esa aparente inclusión no significó que las autoridades alertaran con prontitud a estas comunidades.

El gobierno local tardó al menos dos semanas en emitir instrucciones en español a fin de advertir a esta población sobre la dimensión de la crisis, según Castillo. La ciudad tardó aún más tiempo en proveer información, que resultaría vital, en las dos lenguas indígenas mexicanas que considera en emergencias.

“El nivel del contagio se debe por supuesto a las características del coronavirus, pero también a la falta de información que hubiera podido ayudar a las personas que solamente hablan una lengua indígena a acceder a las guías e instrucciones de salud del gobierno local”, apuntó el antropólogo.

NewYorkTlan
Ante el abandono institucional, los indígenas de Nueva York han debido organizarse para responder a una pandemia que, según las cifras oficiales, ha provocado al 11 de mayo la muerte de más de 22 mil personas en todo el estado. Esa cantidad equivale a la cuarta parte de las víctimas de covid-19 de todo Estados Unidos.

Los latinos y afroamericanos han sido afectados de modo desproporcionado por la pandemia debido a los trabajos más expuestos que desempeñan y, además, por tener menos probabilidades de pagar un seguro médico. Debido a la exclusión, asimismo, esta población padece mayores tasas de condiciones médicas preexistentes que agravan el contagio, según el Center for American Progress (CAP).

El efecto desproporcionado de la pandemia en las poblaciones de color revela el racismo estructural (aquel que se produce mediante las instituciones) que existe en Estados Unidos, concluyó el 4 de mayo el CAP. Al fondo de esas mediciones, invisibilizados, se encuentran los indígenas latinoamericanos, contabilizados simplemente como “latinos”.

Ante esa invisibilidad, Quizet dispuso que el taller del club Ti Toro Miko, dedicado regularmente a la confección de textiles con diseños Tu’un Isavi, produjera cubrebocas. La organización ahora los ofrece gratuitamente a todos aquellos que no pueden pagarlos, sin importar nacionalidad o condición.

Esa solidaridad se nota igualmente en el grupo de jornaleros La Colmena, en el condado de Staten Island, que congrega mayoritariamente a indígenas hñähñu (otomíes) de los estados de Puebla e Hidalgo, quienes desde el 24 de abril fabrican también cubrebocas para generar ingresos para su comunidad. Estas prendas son igualmente ofrecidas sin costo a trabajadores en labores esenciales.

La Colmena, además, reparte alimentos de manera gratuita todos los miércoles a los jornaleros más necesitados del condado más remoto de Nueva York. Igualmente, el restaurante La Morada, en el sur del Bronx, fundado por Natalia Méndez, mixteca oaxaqueña de San Miguel Ahuehuetitlán, entrega diariamente alimentos a personas que lo necesitan, incluyendo numerosos indigentes.

Mientras tanto, Tadii Nandalii Angeles, activista cuicateca quien aprendió por decisión propia la lengua de sus ancestros, utiliza la plataforma de Rebeldía Radio, la Voz del Migrante de Nueva York, para enlazar a familias en México con sus migrantes, a menudo hombres que viven solos en Estados Unidos.

Angeles y sus asociados, además, entregan despensas a personas demasiado afectadas por el coronavirus como para dejar sus hogares, o demasiado atemorizadas para acudir a un hospital. “La mayoría de las personas que vivimos en esta zona somos indígenas y lo que está pasando ha unido muchísimo más a las comunidades”, aseguró Ángeles.

La conciencia política de Angeles y sus compañeros es evidente. Ricardo Flores Zapata, co-conductor de Rebeldía Radio, encabeza el reparto de alimentos con un grupo que denomina Brown Panthers, como homenaje a los activistas afroamericanos Black Panthers, que en los sesenta servía desayunos a niños marginados por las instituciones.

Esta solidaridad puede entenderse como un mecanismo para contrarrestar lo que el politólogo Robert Putnam identificó como una reducción del compromiso cívico, o del “capital social”, en Estados Unidos. Las relaciones de confianza y reciprocidad entre amigos, vecinos y conciudadanos, según Putnam, se han diluido en las últimas décadas en favor de una cultura individualista y consumista.

Desarrolladas a falta de instituciones estatales que los protejan ante injusticias y pobreza, los lazos de apoyo de indígenas de América Latina no son reliquias del pasado sino formas viables de organizarse a futuro, según académicos. Esos lazos precisamente han salvado a los indígenas mexicanos de la exclusión total de Nueva York.

“Desde siempre las redes comunitarias han conformado la estrategia de sobrevivencia de las comunidades indígenas tanto en México como en Estados Unidos. El propio proceso migratorio sucedió mediante redes, la sobrevivencia se da en redes. Todos se ayudan a obtener empleos… las redes sociales y familiares muestran en estos momentos su gran valor”, dijo Castillo.

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