Todas las violencias: ser niña, adulta y adulta mayor en México

Mariana Solano y Georgina Jiménez / Animal Político

A Fátima no sólo la lastimaron quienes la raptaron, sino el DIF que fue incapaz de responder a las denuncias interpuestas, y la escuela que no tuvo protocolos para protegerla.

En los últimos meses hemos sido testigos de tres casos de feminicidio que nos han dejado ver la violencia que vivimos las mujeres, la brutalidad con la que nos matan. Así como de la frialdad, negligencia, apatía y falta de acciones concretas por parte del gobierno para atender la crisis que azota a las mujeres del país. Si algo nos han dejado claro los feminicidios recientes es que la violencia contra las mujeres es estructural. Es decir, que a Fátima no sólo la lastimaron quienes la raptaron, sino el DIF que fue incapaz de responder a las denuncias interpuestas, y la escuela que no tuvo protocolos para protegerla. A Ingrid no sólo la traicionó su pareja, sino el perito que compartió fotos de su cuerpo y los medios que fueron lo suficientemente cínicos para publicarlas. A Abril no sólo la atacó su marido, sino los jueces que decidieron liberarlo aunque representara un peligro para su vida.

En este sentido, es cada vez más claro que el feminicidio es sólo el resultado de todas las violencias estructurales que sufren las mujeres en México. Teniendo esto en mente, en Data Cívica quisimos hacer un análisis de cómo las edades y lugares de residencia de las mujeres atraviesan las violencias de las que son víctimas. Para hacer este ejercicio, hicimos una revisión de las estadísticas de homicidios del INEGI y de la Encuesta sobre la Dinámica al Interior de los Hogares. Esta última encuesta nos permite tener información sobre las violencias que viven las mujeres en distintos ámbitos, pero sólo para mujeres mayores de 15 años.

Las niñas son asesinadas proporcionalmente más que los niños

Hace algunas semanas nos conmocionó el asesinato de Fátima, una niña de tan sólo siete años que fue secuestrada al salir de su escuela. Sobre las niñas como Fátima, sabemos que mueren proporcionalmente más que los niños de su misma edad. Hasta antes del 2007, aproximadamente el 10% de los asesinatos de mujeres en México eran de niñas menores de 12 años, mientras sólo alrededor del 2% de los asesinatos de hombres lo eran. Cabe mencionar que esta diferencia persiste aunque se ha atenuado con la llegada de la guerra contra las drogas. Mientras en 2018, aproximadamente el 5% de los asesinatos de mujeres fueron de menores de 12 años, sólo el 1% de los asesinatos de hombres lo fueron.

También sabemos que que no es lo mismo ser niña en Yucatán que en Guerrero. Por ejemplo, si dividimos los estados en cuartiles de acuerdo con su tasa de homicidios, veremos que mientras en los estados con las tasas de homicidio más bajas del país (entre ellos Yucatán o Aguascalientes) sólo el 25% de las niñas son asesinadas con armas de fuego, en los estados más violentos del país, casi la mitad de las niñas son asesinadas así. Si bien este grupo de edad ha sido de los menos afectados por la violencia armada, en las zonas más peligrosas del país casi una de cada dos niñas mueren de esta forma.

Cabe mencionar también que tanto en los estados más violentos como en los menos violentos del país, las niñas son proporcionalmente más asfixiadas que los niños. Mientras en casi cualquier grupo de estados, el porcentaje de niños asfixiados está por debajo del 10%, en las niñas este porcentaje casi siempre es menor a 10% y en un grupo de estados alcanza hasta el 27%.

Las adolescentes viven las consecuencias de la violencia armada, pero también de la violencia en su comunidad y en su familia

Para el siguiente grupo de edad, mujeres de 13 a 22 años, la historia es un poco diferente. A partir de este grupo de edad, comienzan a verse más claramente las consecuencias de la violencia armada en los asesinatos de mujeres. Mientras en los estados más violentos del país, el 71% de las mujeres de estas edades fueron asesinadas con armas de fuego, en los menos violentos el 50% fueron asesinadas así. Es decir, que al menos una de cada dos adolescentes asesinadas en México muere de esta forma.

Además de la violencia armada de la que estas mujeres son víctimas, cabe también mencionar que, según datos de la ENDIREH, son las más vulnerables a la violencia al interior de la familia. Es decir, mientras sólo el 3% de las mujeres adultas reporta que un miembro de su familia las ha agredido físicamente, prácticamente el doble de las adolescentes reporta que le pasó lo mismo. Lo mismo sucede con las agresiones con armas y la violencia patrimonial.También el 40% de ellas reporta haber sido hostigada sexualmente alguna vez dentro de su comunidad.

Las adultas son las más vulnerables a la violencia armada, las que más peligro corren en la vía pública y también quienes peor la pasan en el trabajo

Como ya hemos dicho en muchas ocasiones, las mujeres adultas jóvenes son el grupo más vulnerable a la violencia armada y en la vía pública dentro de las mujeres. En 2018, la tasa de asesinatos en la vía pública de estos dos grupos, de 13 a 22 años y de 23 a 35 años, fue tres veces más alta que en la vivienda.

Además, si dividimos el modo de ocurrencia por edades, veremos que de 2017 a 2018 las armas se volvieron aún más peligrosas para estos grupos de mujeres. Mientras en 2017 el 54.1% de las mujeres de 22 a 35 años fueron asesinadas por un arma de fuego, en 2018 el 62.5% de las mujeres de la misma edad lo fue. Mientras en 2017, el 57.9% de las mujeres de 36 a 50 años fueron asesinadas con un arma de fuego, en 2018 el 62.5% de las mujeres de la misma edad lo fueron.

Este grupo de edad no sólo son los más vulnerables a la violencia armada, sino quienes mayor probabilidad tienen de sufrir violencia al interior de sus trabajos. Mientras en 2016, casi el 10% de las mujeres de entre 23 y 50 años reportó haber sido hostigada sexualmente en sus trabajos, el 5% de las de menos de 22 años y de las mayores de 50 lo reportó. Las mujeres de estas edades también reportaron haber sido ofendidas, ignoradas e insultadas en mucho mayor proporción que los demás grupos de edad. Estos dos grupos son también quienes más reportan haber sido abusadas sexualmente dentro de su comunidad.

Las adultas mayores son quienes más peligro corren en casa comparado con la calle, pero desconocemos qué otros tipos de violencia sufren ahí

Finalmente, las mujeres de más de 50 son el único de los grupos analizados en los que la tasa de homicidios al interior de la vivienda es claramente superior a la tasa de homicidios en la vía pública. En este sentido, las mujeres de más de 50 años corren más riesgo al interior de la vivienda que fuera de ella.

Las mujeres de más de 50 años también son asfixiadas en mucha mayor proporción que los hombres de su misma edad. Mientras, tanto en estados violentos como no violentos, el porcentaje de hombres asfixiados no alcanza los diez puntos porcentuales, el porcentaje de mujeres asfixiadas siempre lo rebasa. En los estados poco violentos, casi una de cada cinco mujeres asesinadas, mayores de 50 años, fue asfixiada. En los estados menos violentos, sólo una de cada tres mujeres mayores fue asesinada con arma de fuego, pero en los más violentos, más de la mitad de las mujeres mayores asesinadas murieron así. La violencia armada afecta a todos los grupos de edad, pero a algunos más que a otros.

Conclusiones: En ningún lado estamos seguras

En Data Cívica hemos hecho un esfuerzo activo y constante por visibilizar las dos violencias que matan mujeres en México, la violencia en la vía pública y la violencia en la vivienda. Estas violencias no se distribuyen uniformemente entre la población y afectan a ciertas mujeres de forma distinta que a otras. Mientras las mujeres adultas jóvenes son más vulnerables a la violencia en la vía pública, las niñas y adultas mayores son mucho más vulnerables a la violencia al interior de la vivienda. En este sentido, nos interesa señalar que en el país en el que vivimos las mujeres no estamos seguras ni exentas de violencia en prácticamente ningún lado. Ni la familia, ni la escuela, ni la calle son espacios seguros para las mujeres mexicanas. Las mujeres jóvenes son violentadas en la familia y en la comunidad, y las más grandes en el trabajo. Las violencias cambian, pero la misoginia permanece. Si queremos evitar que las mujeres vuelvan a ser privadas de sus vidas, tenemos que, por un lado, convertir la rabia en políticas públicas basadas en evidencia, y, por otro lado, entender y combatir no sólo los feminicidios sino todas las violencias estructurales de las que las mujeres aún somos víctimas.

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