Invernaderos del Altiplano atraen miles de jornaleros de los pueblos más pobres del país

Alejandra Méndez del Angel
El Sol de San Luis

Propuestos en la década de los 80’s como una alternativa para la producción en el Altiplano Potosino, los invernaderos o la llamada agricultura protegida no tuvo eco durante unos 20 años.

PROPUESTA FALLIDA

Técnicos Israelitas traídos por el entonces gobernador del estado, Carlos Jonguitud Barrios, hicieron la propuesta de la transferencia tecnológica y se instaló un modelo en el ejido San Isidro del municipio de Cedral con financiamiento del Banco Mundial. Al cabo del tiempo, quedó en el abandono y los ejidatarios socios, terminaron repartiéndose la infraestructura y rematándola al mejor postor.

LOS VISIONARIOS

Llegaron luego inversionistas privados al municipio de Vanegas a impulsar la producción de tomate de exportación con sistema de agricultura protegida. El éxito extendió el interés y la inversión entre productores de Cedral, y se instalaron los primeros invernaderos. La gran rentabilidad de este sistema de producción se extendió a los municipios de Cedral, Catorce, Villa de Arista y Guadalcázar, demandando una mano de obra que no existía o que desdeñaba por lo extenuante de la mano de obra de la región.

Así comenzó el reclutamiento de mano de obra por parte de enganchadores entre las comunidades indígenas más pobres de los estados de Hidalgo, Oaxaca y Veracruz, que trasladaban a los jornaleros, hombres, mujeres y niños, a realizar las diferentes tareas que requiere la producción en ambiente protegido.

HACINAMIENTO

Vivían en barracas armadas que únicamente servían para cubrirse medianamente del intenso frío de las noches de la región, y al encontrarse adentrados en el semidesierto, pasaban desapercibidos por las autoridades de Salud, del Trabajo y por organismos no gubernamentales de protección a los derechos humanos.

Hacinados, mal alimentados, expuestos a enfermedades, a los pesticidas, miles de migrantes vivieron así por más de una década. Transportados como ganado en camionetas, de la barraca a los cultivos y viceversa, para alimentarse y dormir, hasta que en el año 2012 ocurrió un accidente donde fallecieron varios migrantes del estado de Guerrero al volcar una camioneta.

TRAGEDIA QUE HACE LUZ

El hecho llamó la atención de las autoridades de Derechos Humanos, de la Secretaría del Trabajo, de la Secretaría de Salud y la COEPRIS, que intervinieron para iniciar una investigación que nunca tuvo un resultado final.

Los afectados sólo pedían recursos para regresar a sus lugares de origen para dar sepultura a sus familiares, y así se les cumplió.

A partir de esa fecha, las dependencias realizan operativos sorpresivos a los lugares de producción agrícola y esto ha transformado el ambiente laboral de los jornaleros, pero no así las cuotas y el ritmo de producción.

LA NUEVA PRODUCCIÓN

Vallarta: unas 200 gentes, San Diego: unas 250 gentes, dos empresas en San Isidro en Cedral, con unos 800 jornaleros, y en Vanegas invernaderos que ocupan unas 100 hectáreas donde se ocupan unos mil 200 trabajadores.

Los albergues están funcionando en Cedral y Vanegas, llegan por “cuadrillas” a realizar diversas actividades y el mayor flujo se registra de los meses de abril hasta finales de octubre y se ocupa el periodo del invierno para preparar las cosechas del siguiente año.

LOS JORNALES

Luego de que se conocieran las condiciones en que vivían y trabajaban los jornaleros y la intervención de las autoridades, paró el trabajo infantil en los invernaderos, pero aún hay trabajo en algunas tareas para las mujeres, como es el desyerbe o la pizca del producto.

De acuerdo a información proporcionada por el ingeniero agrónomo, Refugio Maldonado Manzo, el pago por jornal es de 200 pesos y se establece en base a tareas. Cajas pizcadas, o surcos. Así, el ingreso depende de la habilidad, porque hay trabajadores que hacen hasta tres jornales en un solo día y su ingreso equivale aproximadamente a los 600 pesos.

AÑO CON AÑO CADA VEZ MÁS

La inversión en la agricultura protegida ha convertido al Altiplano en una oportunidad de trabajo para los habitantes de estados y comunidades más pobres, de los que los propios habitantes dicen: “allá no hay nada, aquí al menos tenemos qué comer”.