Lxs desaparecidxs cada día más presentes

Por María González, Brenda Burgoa y Heriberto Paredes

¿Cómo afronta una madre la desaparición de una hija, de un hijo? ¿Qué se hace cuando la hermana, el esposo, algún familiar cercano es víctima de desaparición forzada? Hay muchas respuestas posibles que oscilan entre la inactividad, el miedo y el silencio, hasta la búsqueda diaria, la organización y el grito que exige la presentación con vida de las personas y la justicia. Este 10 de mayo por quinto año consecutivo, cientos de madres mexicanas y centroamericanas salieron a las calles de la Ciudad de México, Guadalajara, Morelia, Veracruz y Monterrey para exigir la presentación con vida de sus hijas e hijos y el cumplimiento de sus demandas, sobre todo, de que se ponga fin a esta guerra de exterminio que lleva hasta ahora, más de cien mil personas asesinadas y cerca de treinta mil desaparecidxs.

En contingentes organizados por estados y organizaciones, la columna de la «5a Marcha de la Dignidad Nacional, Madres buscando a sus hijos, hijas, verdad y justicia» comenzó en el Monumento a la Madre con destino al Ángel de la Independencia o Victoria Alada –como se le ha reivindicado recientemente.

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Fotografía: Brenda Burgoa

Esta movilización es tal vez una de las más duras que se realizan cada año; la reunión del dolor de las madres y familiares resulta un golpe fuerte en el escenario de la indiferente vida citadina de avenida Reforma. Acudir a esta manifestación genera un gran impacto emocional, asumimos que acaso sea igual o mayor para quienes la encuentran accidentalmente en su camino. Esta acción de protesta, que conjunta ya a decenas organizaciones de México y también de Centroamérica, busca hacer notar cómo la desaparición y la desaparición forzada (la que es perpetrada por agentes del Estado) son una realidad profundamente destructora que cada día se extiende más y más en México, desgarrando familias y el tejido social en su conjunto.

Sí, las madres y familiares de mujeres y hombres desaparecidxs salieron a las calles a exigir que los responsables –en gran medida el Estado– les presenten con vida a sus seres queridxs y que no entorpezcan las investigaciones, que no generen más barreras para encontrarles. Las madres muestran su firmeza en cada grito, en cada consigna, en cada paso. No van a frenarse en su lucha y seguirán buscando en cada rincón, a pesar de amenazas, obstáculos, burocracia, de la indiferencia o hasta la complicidad de funcionarios. Las madres, las familias, se mantendrán ahí, fortaleciendo su organización para ir por su propoio pie, en busca de sus hijos e hijas, por sus hermanos y hermanas, por sus esposos y esposas, porque no existe la resignación. Ante una desaparición no hay resignación posible.

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Fotografía: Brenda Burgoa

En la glorieta del Ángel se instalaron unas cuantas carpas y sillas para que las madres y familiares que habían venido desde lejos, se sentaran a escucharse entre ellas y ellos, como un momento importante para la compartición de las historias, los dolores, las demandas, la solidaridad y el apoyo mutuo. El mitin fue largo y el sol del medio día pegaba fuerte. Aún así, mujeres y hombres de distintas organizaciones civiles se escucharon unxs a otrxs, como prestando la escucha que los funcionarios públicos federales y de diferentes estados, les han negado.

Compañeras y compañeros, una vez más nos convoca el dolor y la esperanza, nuestro panorama no puede ser más desolador, peor aún que el 10 de mayo de 2015. Presenciamos un Estado mexicano comatoso, vivo sólo en sus funciones primordiales, para cobrar impuestos y pagar la nómina de la burocracia; caracterizado por su ineptitud, la inmovilidad y la indolencia. Un Estado mexicano desaparecido, como las decenas de miles de hijas e hijos que no hemos podido abrazar desde hace una eternidad. Esta falacia, llamada pomposamente Estado mexicano, ha recibido las más duras críticas que se hayan oído jamás para un país latinoamericano; desde los informes relcionados con los relatores internacionales, particularmente en materia de prevención de la tortura y de desaparición de personas, pasando por el informe preliminar presentado el 7 de octubre de 2015 por el Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos, hasta el informe presentado por la Comisión Interamericana [de Derechos Humanos] sobre la situación de los derechos humanos en México, revelan la grave y extendida alarma de la comunidad internacional respecto de la crisis humanitaria que sufre nuestra nación.

Hermanas y hermanos, a las cifras conocidas que señalan que desde principios de 2007 hasta el día de hoy, han sido ejecutadas unas 180 mil personas y desaparecidas al menos 26,121 reconocidas por las autoridades en febrero de 2013, debemos sumar una tasa diaria de al menos nueve a once desapariciones que atormentan aún más nuestro presente y que comprometen el futuro nacional. Estamos hablando de una cifra de unas 12 mil personas más, arrancadas de sus familias, de sus madres; estamos hablando de un estimado de casi 40 mil personas, 40 mil víctimas, 40 mil humanos, y la cifra seguirá creciendo, hasta rondar previsiblemente, las 50 mil personas desaparecidas cuando termine esta administración federal.

Y nos preguntamos ¿a cuántos han encontrado las autoridades mexicanas? Han sido las madres, las familias quienes hemos tenido que salir a buscar […] en todo el país.
Participación de: Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México (FUNDEM)

Un elemento que se delinea a través de esta movilización es la necesidad de salir de la indiferencia y empezar a organizarse para prevenir más desapariciones, más asesinatos. Las madres lo tienen muy claro: nadie se ha movilizado para la búsqueda más que ellas y las familias; son ellas mismas las que han construido las organizaciones y las redes; la posibilidad de generar solidaridad ha venido de la urgencia de responder ante esta tragedia. Del Estado y sus representantes, además de muerte y complicidad, han venido la apatía y la inmovilidad burocrática para “buscar” sólo en el discurso, sólo en las declaraciones y ante los medios de comunicación.

«La única verdad que aparece clara es que la delincuencia organizada está emparentada con una gran parte del mal llamado Estado mexicano» dijeron.

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Fotografía: Heriberto Paredes

Las madres de FUNDEM en voz de la oradora del evento, señalaron la necesidad de acudir a las instancias internacionales para buscar un cambio:

«Porque si hay una verdad histórica es que: la clase política mexicana no dará verdad ni justicia ni reparación del daño en ningún caso de desaparecidos, porque no saben cómo, ni quieren. Los pocos servidores comprometidos simplemente no pueden hacer nada. Hubo un abandono de los funciones públicas de quienes debieron garantizar nuestra seguridad y hacer todo lo posible para regresarnos a nuestros hijos, nada de eso ha sucedido al día de hoy» declararon.

Y continuaron: «No queda más que unirnos por sobre nuestras diferencias y avanzar como una gran ola nacional y recuperar lo la clase política ha capturado para sí y para sus bolsillos, la probidad, la dignidad, la justicia, la verdad y el poder, lo han capturado para ellos solamente», Luego otras organizaciones reafirmarían esta postura; además, le pidieron a las familias de los 43 normalistas desaparecidos –presentes a través de una comisión compuesta por la tía Hilda y el tío Mario, padres de César González– que se sumen a la lucha nacional por las y los desaparecidxs, que no caminen solxs, que «su mano está extendida para el abrazo fraterno, para la acción coordinada con base en un sólo objetivo: dar con la suerte y el paradero de nuestros amados hijos e hijas, porque para garantizar la justicia y la verdad hay que modificar profundamente el estado de cosas, se necesita un reclamo al unísono».

Se fueron sucediendo las participaciones. Una madre, oradora por el grupo «Desaparecidos, Justicia» de Querétaro habló de la depresión, del día a día como un dolor que hay que soportar, del silencio de tantas, de la vida en el vacío de quienes no se organizan. Recordó la importancia de la unión entre la gente de los estados, pidiendo que se unan, «porque hay que parar lo que está sucediendo […] y no permitir que los gobiernos nos sigan acallando e ignorando, […] México se está convirtiendo en una gran tumba, y las madres luchando, sobreviviendo con la esperanza, con el amor, de encontrar nuevamente a nuestros hijos».

Una madre habitante de Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua, acusó que en ese estado el gobierno dice que no hay desaparecidos; que el gobernador César Duarte llama mentirosas a las familias, a pesar de que día con día continúan los levantones. Que en la fiscalía y en el palacio de gobierno les cierran las puertas, que realmente «se hacen los sordos y los ciegos».

El representante del «Colectivo Red, verdad y justicia» de familias de Guatemala, El Salvador y Honduras comentó lo complicado que es para ellxs venir a exigir justicia al Estado mexicano por las fronteras que tienen que cruzar, pero que lo hacen por el amor a sus familiares desaparecidxs. Aseguró que la situación de los migrantes en territorio mexicano es un gran problema del que se han desentendido las autoridades nacionales, ya que las y los migrantes son víctimas de crímenes como la extorsión, el secuestro y muchas otras violaciones. Recordó la masacre en 2010, en San Fernando, Tamaulipas, de 72 migrantes centroamericanos. Fue cuando ellos comenzaron a preguntar por lo que sucedió y a pedir que se encontrara a los culpables, pero acusó que las autoridades se han dedicado a jugar con los sentimientos de las familias. Pidió específicamente a la procuradora (Arely Gómez) que escuche las peticiones y las exigencias de las familias centroamericanas de desaparecidxs. Se sinceró al compartir que la lucha a veces cansa, que es dolorosa pero que «si no la hacemos nosotrxs ¿quién la va a hacer?» Igualmente animó sobre la eficacia que puede tener la unión y solidaridad entre organizaciones y familias.

Ana Enamorado, hondureña, madre de Oscar López Enamorado desaparecido desde 2010, fue la oradora por parte del «Movimiento Migrante Mesoamericano» (portador de la voz de familias de Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador). Ella mencionó la «Caravana de madres centroamericanas» que año con año ayuda a madres a recorrer México para buscar a sus hijxs y que ha logrado localizar a más de 250 migrantes desaparecidxs. Recordó que ante la pregunta de una abogada de la Procuraduría General de la República (PGR) de cómo lo habían logrado, Ana le respondió que ellxs realmente los buscan «con trabajo de campo y no sentados en oficinas sin hacer nada». Mencionó que cada madre que lucha, exige justicia por todos, por los 27 mil mexicanos y más de 70 mil centroamericanos desaparecidos. Agradeció el recibimiento y la acogida de las familias mexicanas de desaparecidxs que le han dado fuerza para continuar la lucha y responasbilizó del problema al gobierno hondureño por la situación de migración forzada que envuelve a los jóvenes hondureños dado el clima de violencia intensa que impera en su país. Dijo que de no ser por las organizaciones civiles, las madres y familiares no podrían entrar a México a buscar a sus desaparecidxs ya que los gobiernos no dan ninguna facilidad ni orientación para cruzar las fronteras. También pidió unión para continuar el trabajo de búsqueda que implica una gran constancia.

Santiago Corcuera, asesor legal de madres de desaparecidxs, hizo hincapié en que se necesita un marco legal adecuado que permita conducir las investigaciones para la localización con vida de los familiares, que contenga una definición apropiada de desaparición forzada. Dijo que si la justicia nacional no funciona es necesario que las madres tengan acceso a vías de justicia internacional. Apuntó que México tiene reconocida la competencia de la Corte Interamerciana de Derechos Humanos y de varios comités de las Naciones Unidas pero no la del «Comité contra las desapariciones forzadas» y que ésta es una exigencia que las madres hacen al poder ejecutivo de México: que presente al Senado el instrumento de reconocimiento de competencia de dicho comité, para que éste pueda recibir casos individuales además de las acciones urgentes que ya se hacen.

El padre Raúl Vera, acompañante asiduo de movimientos por los derechos humanos, habló del caso de los 43 normalistas desaparecidxs que ha evidenciado la podredumbre del gobierno mexicano a nivel internacional y del trabajo tan relevante del Grupo Interdisciplinario Expertos Independientes (GIEI) –a quienes recientemente el gobierno negó la continuación de su trabajo y la permanencia en el país– en la investigación de ese caso que «ha revelado el nudo que explica las desapariciones forzadas en México» y que implica la participación de todos los órdenes de las fuerzas públicas nacionales en alianza con el crimen organizado para cubrir la podredumbre, la corrupción y la colusión.

Así continuaron las organizaciones tomando la palabra para completar cada quien un poco más el panorama tan lúgubre de las desapariciones forzadas que se cierne sobre territorio mexicano; panorama que a pesar de todo también incluye las luces de las redes de solidaridad y de la continuación fehaciente de la lucha por la vida y presentación de las personas desaparecidas. Este año, una de las principales características que distinguieron la manifestación y que es punta de lanza de un proceso que viene creciendo desde hace tiempo, es la exigencia de una «Ley general de desaparición forzada y desaparición por particulares que incluya la participación de las familias de lxs desaparecidxs». Al respecto se han realizado audiencias públicas en diferentes estados de la república, sobre todo al norte del país, y es una demanda que busca llevar el tratamiento del problema a terreno jurídico para lograr generar un estatus legal para las miles de personas que en este momento no se sabe si están vivas o muertas, de las que no hay un registro claro, un expediente ni una metodología para su búsqueda, porque la realidad apabullante de la injusticia generalizada ha superado por mucho las nimiedades del trabajo en materia de derecho que se ha realizado en México al respecto.

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Fotografía: Brenda Burgoa

Las madres, dada la indolencia e ineptitud de las autoridades mexicanas, han dirigido sus demandas también a organismos internacionales, así como a los pueblos y gobiernos de Europa, Sur y Centroamérica; estos últimos, países de los que muchas familias tienen hijxs desaparecidos en nuestro territorio. Pidieron ayuda, apoyo, presión al gobierno mexicano e incluso la intervención de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA) en la desesperación de que alguien les ayude a investigar realmente el paradero de sus hijxs. También se dirigieron a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) exigiéndole que de una vez por todas actúe conforme a su función frente al genocidio que se desarrolla en el país, y asimismo interpelaron al Congreso de la Unión, exigiéndole la generación de una estructura autónoma de procuración de justicia a nivel nacional, un instituto nacional forense y la puesta en marcha de una comisión ejecutiva de ayuda a víctimas; también le demandaron que pida cuentas al presidente Peña Nieto por no haber generado las políticas públicas y presupuestarias conforme a la gravedad del problema.

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Fotografía: Heriberto Paredes

Una pregunta que hacen las madres a quienes aún no levantan la voz pero que padecen el mismo infierno queda en el aire: «¿Renuncian ustedes a buscar a sus hijos, están dispuestos a encerrarse en sus casas hasta que las cifras los alcancen? Opten por la organización, clandestina si es precisa, pero empecemos ya que la urgencia taladra nuestras entrañas de madre».

Las madres se declararon personas ya sin miedo y con conciencia de lo que quieren: un cambio profundo para poder encontrar a sus hijas e hijos. Enviaron el reto al presidente de México de que se atreva a recibir a las madres del los 27 mil desaparecidxs, y al secretario de gobernación Osorio Chong que se atreva a conocer las reales necesidades de la búsqueda en campo, no en papeles.

La verdad, la justicia y la reparación integral del daño, siguen siendo el eje sobre el que gira el movimiento de familias de desaparecidxs, alrededor de un invisible centro de gravedad (las y los desaparecidos), que mantiene el movimiento con la fuerza de la vida que busca la vida de las suyas, los suyos, y de todxs.

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