¿Por qué secuestran a dos defensores del Frayba?

Daliri Oropeza / Pie de página

Este es un perfil del defensor de derechos humanos Lázaro Sánchez Gutiérrez, quien fue secuestrado en la zona selva de Chiapas con Victórico Gálvez Pérez. Ambos son integrantes del Frayba y documentan violaciones a derechos de pueblos indígenas

Dedicado a tsoly y a Citlalmina,
dondequiera que se encuentren, luz.

En veces las aguas subterráneas
siempre se encuentran.

Lázaro Sánchez es un defensor de derechos humanos muy peculiar. Sorprende por ser pícaro y sonriente. Es reconocido en todo Chiapas por su enorme compromiso con los pueblos chol, tseltal, tsotsil, tojolabal. Le ha tocado documentar las geografías del despojo desde el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas. Incluso, periodistas locales lo ven como pieza fundamental para la labor de derechos humanos de este Centro.

No pasa de los 45 años. Tiene una consciencia que despertó a raíz del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994. Es originario de la zona chol de la selva de Chiapas. Por ese despertar, los horizontes que se juntan con el mar, aunada la marginación de su pueblo, fue a vivir a la ciudad de San Cristóbal de las Casas desde joven.

Recuerdo a Lázaro porque fue mi primer amigo cuando recién llegué a vivir en San Cristóbal aquel 2010. De día, mesereaba. De tarde y noche, leía, estudiaba, asistía a seminarios o se dedicaba al activismo documental. No recuerdo que descansara. Siempre muy trabajador y esmerado. Intercambiamos libros.

Visitaba constantemente a los presos políticos del Cereso 5. La articulación que hizo para visibilizar al colectivo La Voz del Amate fue clave para la liberación del profesor Alberto Patishtan años después.

Una vez me le pegué en un viaje para documentar las amenazas a un pueblo tsotsil llamado Mitzitón, que puso un bloqueo carretero en contra de la construcción de la autopista san Cristóbal-Palenque (la cual sigue vigente en este 2021). Lázaro siempre tuvo apertura para compartir lo que sabía y para contextualizar los códigos comunitarios a una joven reportera como yo, que publicaba en la Radio Comunitaria Frecuencia Libre.

En ese entonces, Lázaro todavía no trabajaba en el Frayba pero ya realizaba registros de atropellos contra derechos humanos. Él reconocía desde entonces el trabajo de este Centro de Derechos Humanos. Eso lo inspiró a estudiar Derecho. Se lo propuso, se tituló y logró trabajar ahí.

Su afán de justicia, compromiso y su gran corazón lo mueven a visibilizar las causas de cientos de familias, colectivos, pueblos indígenas. No se cansó de mandarme los comunicados del Frayba desde agosto del 2015 cuando entró. Me enteré gracias a Lázaro que Pedro Faro dirigiría el Cdh a partir del 2016. Difundió en 2014 sobre el asesinato del maestro Galeano. De todos los despojos, atropellos, presos políticos, foros del CIDECI, presentaciones del libro, congresos, él alerta a las comunidades solidarias. Un sin fin de causas que lucha por visibilizar. Siempre quiso mantener bajo su perfil.

Desde que lo conozco es muy reservado con su vida personal, pero cuenta con una compañera que lo respalda y ahora, con lo del secuestro, fue la primera en alertar a Pedro Faro sobre una llamada, en donde el mismo Lázaro les dijo que junto con su compañero del Frayba, Victórico Gálvez estaban bien, que se encontraban en la localidad San Felipe, cerca de Kuxulja, municipio de Ocosingo. Le pidieron que llevara dinero, no una cantidad exacta y que alguno de sus familiares lo entregara a las 8am.

San Felipe es un pueblo donde habitan en su mayoría integrantes de la Organización Regional de Cafeticultores de Ocosingo (ORCAO). De hecho, esta organización tenía un plantón sobre la carretera cuando Lázaro y Victórico se dirigían a Palenque a documentar una reunión de trabajo con integrantes de la organización Pueblos Autónomos por la Defensa de los Usos y Costumbres (PADUC) y a visitar a familiares de presos.

A la altura de este plantón perdieron comunicación y rastro. No es casualidad.

Hay dos hechos que no podemos perder de vista.

El primero: desde agosto de 2020, la ORCAO ha atacado por lo menos cinco veces a la comunidad zapatista de Moisés Gandhi, ubicada en el crucero Kuxuljá, municipio autónomo de Lucio Cabañas, (igual que San Felipe, en el municipio de Ocosingo), e incluso cometieron un secuestro anterior al de Lázaro y Victórico, de un hombre base de apoyo zapatista.

El 22 de agosto del 2020, ORCAO atacó con armas de grueso calibre, quemó y saqueó las bodegas de café del Centro de Comercio «Nuevo Amanecer del Arcoiris», ubicado en el crucero de Kuxuljá. El 8 de noviembre del 2020, secuestró a Félix López Hernández, base de apoyo zapatista de la comunidad de Moisés Gandhi a quien golpearon, amarraron y encerraron sin agua ni alimentos hasta el día 11 noviembre en que fue liberado. Este 2021 la ORCAO atacó con armas de diversos calibres en tres ocasiones. Las balaceras duraron entre tres hasta cinco horas.

El segundo: el Frayba se ha dedicado a documentar estos hechos paramilitares, además de lo que sucede en Aldama con los tsotsiles desplazados por violencia y despojo, también territorio zapatista.

Hasta ahora ORCAO actúa con impunidad y los agresores no han recibido condena o castigo, actúan en complicidad con las autoridades estatales.

Tanto Lázaro como Victórico cuentan con el reconocimiento a su trabajo de Derechos Humanos. La red de organizaciones de Chiapas, AJMAC, la Diósesis de San Cristóbal de las Casas, e incluso Gobiernos Comunitarios como el de Sitalá, se pronunciaron y exigen la liberación inmediata de los defensores de derechos humanos. Urgen a las autoridades a movilizarse.

Epílogo

Querido Lázaro,

Qué difícil es escribir sobre ti cuando siempre has querido ser bajo perfil.

Espero volver a verte.

Desde este Sur que sueña y que se sueña.

Bloqueo en la carretera San Cristóbal-Palenque, en la comunidad de Mitzitón, contra la construcción de una autopista. Foto: Daliri Oropeza

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