***

Norma llega a su casa apurada para organizar la maleta. La joven madre, que años atrás se encerró por temor, hoy se prepara para viajar a otro estado a un encuentro de activistas que confrontan los mega-proyectos de energía que violentan la tierra, su sustentabilidad y los derechos de sus hijos.

Su esposo Martín, un carbonero y aliado de las mujeres de Cloete, ayuda a Norma con los detalles finales de su viaje y se dispone -junto con su hijo varón mayor- a preparar la comida para los invitados: sale de su casa y se dirige a un pequeño invernadero, al lado de la vivienda. Toma unas cebollas.

Allí, en esa tierra que los caciques del carbón les afirmaron era infértil, el matrimonio ya tiene una modesta cosecha de cebolla, chile, cilantro, y sandía.

La familias de Norma, María, Martha y miles de personas de la región carbonífera se enfrentan todos los días a las violaciones a los derechos humanos, promovidas, protegidas y alentadas por el mismo Estado, y nadie dice nada, destaca Cristina Auerbach.

La activista concluye que hay un mito en torno a los proyectos extractivos porque debieran generar desarrollo y bienestar, pero más bien, afectan a las comunidades sin asumir ninguna responsabilidad.

“La carbonífera muestra el resultado de una Reforma Energética que deja en manos de las empresas un modelo extractivo que no señala responsables, culpables y que, además, no brinda ningún desarrollo a la región”, afirma.

La defensora concluye: “Lo que  muestra esta región es que es de una fortaleza brutal. Uno entiende por qué han sido capaces [empresas y Estado] de tratarlos de esa forma, cuando uno ve lo que son capaces de resistir”.