Víctimas de Nochixtlán testimonian la masacre en la Ciudad de México

Eliana Gilet

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La atención del Estado dista aún de ser suficiente para 11 muertos y 150 heridos.

Las tres hileras de personas se colocaron frente al monolito que recuerda a los asesinados en la masacre de Tlatelolco, en 1968, sobre esas mismas baldosas. Una porción herida del pueblo mixteco se plantó frente a las cámaras y los micrófonos de los medios de comunicación para hablar sobre la represión del 19 de junio. Desde entonces, Nochixtlán no ha vuelto a ser el mismo, no sólo por el dolor, sino por el periplo que la gente emprendió hace mes y medio para lograr que el estado se haga cargo de su crimen.

El gobierno mexicano designó a Roberto Campa Cifrián, subsecretario de derechos humanos de la secretaría de gobernación como el interlocutor con los afectados oaxaqueños. A pesar de las tres reuniones mantenidas desde que se instaló el diálogo, – más de una semana después de la masacre – el tema en discusión sigue clavado en el tratamiento requerido por los heridos por las balas policiales.

La necesidad de recibir atención médica de calidad fue lo que trajo a una caravana de unas 70 personas, que incluye a heridos y sus familias, así como sobrevivientes y familiares de los asesinados, a la Ciudad de México, el lunes 25 de julio. El viaje corrió a cuenta de los mixtecos. En la capital, el gobierno federal empezó a hacerse cargo de la parte de la atención médica especializada que requieren algunos de los heridos, pero aún es insuficiente, explican.

El primer tratamiento recibido corrió por cuenta de la población atacada, incluyendo casos graves como el de Luis Alberto Martínez, a quien la bala policial le lesionó tres órganos internos (hígado, intestino y bazo) y ya ha requerido de tres operaciones de importancia. Una vez que el micrófono empezó a rolar entre las víctimas, se pudo oír, de primera mano, cómo fueron lastimados.

Héctor López señaló la pierna en dónde la bala le quedó alojada; a Juan José Acevedo, le entró bajo la oreja y le salió por la mejilla; Misel Velazco y Luis Bautista hablaron con sus piernas en alto. A René Cruz la bala le entró por la pantorrilla y le perforó el hueso, para salir del lado interior de su pierna izquierda. A Alberto, de apenas 18 años, le lesionó la rodilla por la parte de atrás cuando trataba de auxiliar a una persona que se desangraba. Alexis de 17 años también tomó la palabra, y lo siguió César Ángel, que no recibió una bala pero si fue brutalmente golpeado por los policías que participaron de la represión en Nochixtlán.

¿Qué otro elemento tienen en común estas heridas además de su origen? Que el grueso de ellas le entró a los heridos por la parte de atrás de su cuerpo. Estaban de espaldas al punto de dónde les estaban disparando. O debajo, como en el caso de Bautista, que denunció haber recibido el impacto desde uno de los helicópteros que sobrevolaron la zona.

“Hoy venimos todos los que fuimos reprimidos el 19 de junio. En el momento que asesinaron a mi hermano y a otros dos jovencitos, estábamos pecho a tierra, escapando de las balas que los federales disparaban desde la carretera, a más de 800 metros. Para asestar tiros certeros, como le dieron a mi hermano y estos jóvenes en la cabeza y en la boca a una distancia mayor de 200 metros, ¿qué se necesita? Una mira telescópica, francotiradores. Fuimos asesinados por profesionales, por eso estamos aquí. Vinimos a desmentir a los que dicen que en Nochixtlán no hubo represión”, relató a su vez José Luis Cruz Aquino, hermano de Anselmo Cruz Aquino, asesinado en la masacre.

El ataque policial comenzó en la mañana del domingo 19 de junio, en que se celebraba el día del padre y también se realiza en Nochixtlán un tianguis al que se acerca mucha gente de los pueblos vecinos. Una parte de la tropa entró al pueblo antes de las ocho de la mañana por la Colonia 20 de noviembre, gaseando a las casas. Treinta niños fueron trasladados al pueblo vecino, muchos en shock ante el ataque policial y los gases. Las víctimas indican que antes de las 9 de la mañana ya había caído la primera persona herida en la entrada al pueblo. La policía no dio ningún tipo de aviso antes de empezar el operativo represivo que tuvo su epicentro en la supercarretera, bajo el puente que da ingreso al pueblo, usando balas de goma y gases, hasta que la violencia llegó al uso de armas de fuego contra la población desarmada.

Además del ataque directo, que constituye una ejecución extrajudicial para el abogado de las víctimas, un grupo de personas fue detenido de manera arbitraria en el Panteón de junto a la zona de la represión; y un campesino ya mayor, que estaba trabajando con su burro recogiendo zacate, relató cómo fue golpeado por los federales, que se toparon con él casualmente.

Luis Alberto, que se encontró con la represión cuando salía rumbo a su trabajo, cuenta el momento en que vio, mientras ayudaba a los heridos, al policía que lo hirió levantando su arma y disparándole directamente al cuerpo.

El testimonio de Felipe, el profe de la colonia 20 de noviembre, también resulta clave en cuanto a la negligencia con que actuaron ante la llegada de los heridos en el Hospital Básico Comunitario:

“Fui el primer herido que llegó al hospital de esta comunidad, pateando la puerta entré porque el dolor no lo aguantaba, el ardor era intenso en gran parte de la piel de mis dedos. En el hospital comenzaron a quitarme la piel que se exhibía y al escuchar que ya venían más heridos, la encargada de ese momento hace una llamada al director o encargado del hospital. A corta distancia escucho que dice: “¿qué hacemos? Están llegando los heridos del enfrentamiento que hay aquí en Nochixtlan”, y sarcásticamente escucho que del otro lado le responden: ´cierren el hospital, ese no es problema de nosotros, es problema del pueblo´.”

El profe era uno de los pocos que se encontraba en el bloqueo carretero desde el comienzo del ataque. Dispersar el corte fue el motivo público que exhibió la policía para esta en Nochixtlán. “Después de las siete y media de la mañana llegan los federales a destensar el bloqueo, que estaba bajo el puente de la supercarretera, México – Oaxaca. Este desalojo lo hacen en aproximadamente 5 a 6 minutos, no dura mucho, porque venían con gas y su equipo antimotín. No conformes, nos empiezan a perseguir mientras corremos hacia el pueblo a pedir ayuda”.

El profe acudió a las de las iglesias de san isidro y de san Antonio para que tocaran sus campanas. El párroco de Nochixtlán cumplió una activa tarea dando la voz de alerta y el pedido de auxilio por los altoparlantes de su institución. La ayuda emergió por todas partes.

Los relatos que han dado los habitantes de Nochixtlán y sus vecinos de los pueblos mixtecos ha sido claro y consistente desde el primer día: sufrieron una emboscada que fue planificada y dirigida, y que eligió el día de más concurrencia de gente que no tenía nada que ver para realizarse. El bloqueo se había destensado a menos de diez minutos del comienzo del ataque policial, pero la tropa avanzó sobre el pueblo y no se retiraron de Nochixtlán hasta al menos seis horas más tarde.

El reclamo es igual de claro: que se difunda la verdad de los hechos (los medios fueron especialmente señalados durante la conferencia pública de las víctimas) y que se haga justicia para los asesinados, ya que hasta la fecha nadie ha sido responsabilizado penalmente por ninguna de las 11 personas fallecidas y las 150 lesionadas.

La Procuraduría General de Justicia atrajo la investigación del caso, que hasta el momento, está a cargo del director general de averiguaciones de la PGR, Jorge Navez. La procuraduría especializada que se había anunciado para investigar el accionar de las fuerzas policiales quedó trunca, y el fiscal que realizó los primeros peritajes ya no trabaja en el caso. A las víctimas se les comunicó que los expedientes primeros también pasan a manos de la justicia federal.

Las víctimas no olvidan que detrás de la masacre hay responsabilidad política en los tres niveles de gobierno: del presidente municipal de Nochixtlán, Daniel Cuevas Cháves; el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo; y del presidente de la República, Enrique Peña Nieto. ¿Quién dio la orden de que atacaran a la población el 19 de junio?, es una de las preguntas claves en este asunto.

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