SI SOSPECHAS QUE TIENES COVID… QUE NO SEA EN DOMINGO

Fila en en un macro quiosco de la Ciudad de México para realizar pruebas Covid. Foto: Galo Cañas / Cuartoscuro.com

Témoris Grecko / EMEEQUIS

Macro quioscos vacíos, pruebas insuficientes, farmacias saturadas, desorden… La odisea de hacerse un test en fin de semana sobrepasa las previsiones de los más precavidos. ¿Quieres un tanque? Es más fácil hallar agua en Marte que oxígeno en la CDMX #CRÓNICA.

EMEEQUIS.– Si sospechas que tienes Covid… que no sea en domingo. En el séptimo día, la pandemia descansó. ¿O no dicen así las escrituras? Es lo que parecen entender el sistema público y en general los laboratorios privados. Lo malo que es no te avisan.

Imagínate que hay una alerta general en tu grupo de trabajo y, con o sin síntomas, todos deben ir a examinarse ¡ya!

¿Qué haces? Has estado expuesto o expuesta a un flujo abrumador de información. Durante nueve meses. Pero no has dado a luz una claridad de qué toca hacer cuando toca hacerlo. Tus colegas están en la locura buscando alternativas, en la angustia por la posibilidad real de correr la misma suerte que el amigo, la tía o el primo que por fortuna no sucumbieron al bicho, pero la pasaron horrible, horrible, y además con su familia sufriendo para conseguirles medicamentos e insumos a precios de tiburones de guerra, de los que entienden las tragedias como oportunidades de negocio.

Es sábado. Algunos se toparon con que laboratorios que ofertan tests en realidad no los tienen disponibles o ponen un montón de condiciones. Otros fueron a hospitales privados, de lujo y lejos, donde hicieron largas colas, se prepararon a abrir la cartera y les cerraron la ventanilla justo antes de llegar a ella.

Pero tú has sido más inteligente: al tío Google, que es bastante más maldoso de lo que dice ser pero hace la chamba, le preguntas “quioscos covid cdmx” y pum, te catapulta a la página Covid del gobierno de la CDMX que dice: “Para evitar largas filas en la aplicación de pruebas rápidas, se recuerda a la población que las pruebas se aplican en 117 Centros de Salud, 50 Macro quioscos y 33 Quioscos de la Salud”. Y una liga al mapa interactivo que ubica cada locación. ¡Qué buen servicio!

Sólo les faltaría dar el horario de atención, pero ya Google te facilitó las notas de prensa que dicen “de 9 de la mañana a 2 de la tarde”, y ¡todavía mejor!, “se amplía la atención hasta las 5 de la tarde”. Aunque también te advierten que debes llegar muy temprano para alcanzar una de las 250 pruebas que hacen por sitio… pero si se acaban tempranito, ¿para qué ampliar la atención hasta las 5 de la tarde?

CARPAS VACÍAS, FARMACIAS LLENAS

Domingo 6.30 AM. Parque Morelos de la colonia Escandón. Junto al mercado. Encuentras la carpa blanca, desierta. No hay ni un empleado. Traslado veloz a la Alameda Tacubaya. ¡Aquí son tres las carpas! Claro, es un“macro quiosco”, el otro es un simple quiosco, hay jerarquías. Pero, salvo el de varias personas sin techo que no vinieron a examinarse, tampoco ves movimiento. Empiezas a dudar… revisas la página Covid y no, a nadie se le ocurrió que a alguna gente, bueno, le vendría bien conocer los horarios y días de atención. Llamas a Locatel… pues no, los sábados y domingos no hacen pruebas Covid. Aunque para algunas personas pueda ser urgente. Y para otras, sea el único periodo de la semana en que pueden ir.

Alguien te avisa que en una cadena de farmacias hacen el análisis. Corres allá… pero no, que sólo de lunes a sábado… a las 3 de la tarde… ah, y sólo dan 20 fichas, así que hay que formarse a las 12 para alcanzar… Y en la página web de una fundación de apoyo a la salud, de la que dicen que ofrece servicios con estándares alemanes a precios tailandeses, estás pero si bien listo a las 6 de la tarde, el momento en que liberan citas para los días siguientes. ¡Las seis! ¡Guerra de clics! ¡Ganaste! Pero la próxima opción disponible es el ¡miércoles! 

POCAS PRUEBAS

Lunes 6.30 AM. Parque Morelos. Buen día, buen día… ¡ahora sí hay gente! Te da tanto gusto que hasta conversar quisieras… pero nadie ha respondido a tu saludo. Ni te ven. Ni se ven entre ellos. Ni hablan. De hecho, mientras menos se hable, mejor. Caminas hasta el final de la cola… contaste y serás el 53. Si hay 250 pruebas, parece bastante seguro que la desmañanada valió la pena. ¿O no? “Disculpen, señoras y señores”, dice el hombre de chaleco verde con el nuevo emblema del gobierno de la CMDX, a las 7.30.

“No soy de Salud, soy de la coordinación [sólo él sabe de cuál], pero tengo que levantar la lista de ustedes. Nunca se sabe cuántas pruebas van a traer, ayer fueron 30, el máximo han sido 48, no me gusta luego quedarles mal así que no anotaré más que a 30”. ¡Cómo! ¿Dice la página mágica algo de esto? Nada. Sólo en los discursos se ha anunciado lo de las 250 pruebas en macro quioscos. ¿Por qué nadie se acordó de mencionar el número bajo y zigzagueante de reactivos que llevan a los quioscos?

¡Vuélale a Tacubaya, otra vez! Allá seguro la cola será más larga, es macro quiosco pues, pero con suerte… Pues no. La fila es modesta. Cuentas y eres el 28, ¡genial! Te irás rapidito. Todo el mundo en silencio, igual. Hay un adolescente delante de ti. Entonces lo ves alarmarse. Faltan 20 para las 9 y hay un alboroto. Llegaron los primeros empleados. También aparecieron decenas de personas que esperaban cómodamente sentadas en los alrededores. ¡Y de pronto formaron una nueva fila! Los desmañanados protestan pero aquellos son más ruidosos. Un amable joven calvo de chaleco verde y cubrebocas negro de tela resuelve que no puede saber quiénes llegaron primero, así que el que grita más, gana.

El agandalle. Luego, cuando otro muchacho trata de establecer algún tipo de orden, le asigna un número a cada persona… anotándoselo en la mano con tinta. Supones que es la forma más moderna de impedir el tráfico de lugares. Seguirás paradito, haciendo cola. Te toca el 53, de nuevo. Número es destino. O eso te imaginaste.

Te van llegando los reportes de tus demás colegas. En el macro quiosco del Metro Etiopía es imposible: a las 7 ya había “más de 800 personas” para las 250 pruebas, eso anuncia motín, ¡un coronamotín! En el de la Alcaldía Cuauhtémoc, a las 7 había 200 personas y ¡les repartieron turnos para que se vayan a desayunar y regresen más tarde! A la una, le toca a una compañera. ¿Por qué en la Cuauhtémoc sí pueden hacerlo como en el siglo XXI? ¿Será una excepción? “A las 7 había 90 personas, a las 8 nos dieron ficha, me pidieron volver 10.30”, te presumió un privilegiado sin consideración. ¿Dónde otorgan este servicio express? En la Casa Jaime Sabines, se jactó, en San Ángel.

LA PRUEBA

Bueno, pero tú no te vas y el que persevera alcanza, ¿no dicen así? La gente vuelve a estar inquieta. Tú y los demás tienen bien a la vista a los 25, más o menos, que se colaron temprano. Todavía no se acaba ese grupo cuandocorre el rumor de que abrieron una fila nueva… con los que llegaron después de las 10. La gente se había mantenido silenciosa, guardando la respiración dentro del mínimo universo de su cubrebocas, pero ahora sí se indigna… ¡No, el coronamotín no será en Etiopía, será en Tacubaya! ¡Cómo no!

El problema es que no se sabe contra quién hay que ir porque no se ve dónde está la segunda cola ni sus miserables integrantes… ¿existe?

Ya son las 11.30 de la mañana, los desnudos árboles no te salvan del sol, todo el mundo se quitó las chamarras y las bufandas. Hace hambre y ganas de ir al baño, pero… los famosos macro quioscos no tienen apoyo de baños públicos. Supones que es una inversión suntuaria que pongan un cubículo azul para los cientos de personas que permanecen horas y horas de pie, cada día. Aunque la plaza fue remodelada hace pocos años y las calles vecinas, peatonalizadas, y todo quedó muy bonito, la zona está en decadencia, todos los comercios fueron cerrados no por la pandemia, sino por la historia, y los grafiteros que decoraron las paredes no parecen querer apuntarse a las corrientes con aspiraciones artísticas. Los más desesperados piden que les guarden el lugar y se van lejos, lejos, a probar suerte, si no les ganan las ganas…

Finalmente llega tu turno. El sol ya ha pasado del cenit. Respondes el cuestionario y te asignan un nuevo número: 63. ¿Cómo caíste diez lugares? “Oiga, el 53 es mi destino”. Pues no. No faltaron los que apartaron lugares. Como el adolescente que está delante de ti: llegaron la mamá, la hermana y el papá, quien luce muy enfermo. “Y tú que no creías que había virus”, le reprocha la hija. Ya para qué te haces el test, hermano, ¡corre al hospital!

Te toca pasar con el médico, te meten el hisopo por la nariz, oiga, no, ¡eso ya es el cerebro! ¿Detectan el bicho en las neuronas?

¿Ahora qué? Te hicieron la prueba de antígenos. Si da positivo, ya fue, pero si da negativo… hay falsos negativos. ¿Cómo podrás tener certeza?

LOS TANQUES DE OXÍGENO

Antes que tú, el papá con cara de Covid da positivo a Covid, pero la familia no. Al médico le salta… van de regreso, les ordenan una segunda prueba confirmatoria. ¿No puedes ir tú también? Nop, sólo cuando hay una sospecha clarísima de que algo no checa. Y nada de hacer otra cola mañana, nadie lo ha explicado a la prensa –otra vez– pero cada persona tiene derecho a una sola prueba.

No puedes perder tiempo en eso, sin embargo. Alguien del grupo dio positivo. Tiene síntomas. Aunque son malos, pero todavía no graves, urge prevenir… ¡y lo primero es conseguir un tanque de oxígeno! Muchas personas sufren caídas súbitas en la oxigenación, que pueden ser mortales, y si te pones a buscar de último momento…

La página Covid no dice qué hacer y, esta vez, Google no hace la chamba. En redes, burbujean las solicitudes de tanques. Unas pocas ofertas presentan precios para magnates. Rentar uno sale casi como comprarlo. ¿Te acuerdas cuando dábamos el oxígeno como un hecho, aún –y a pesar de estar– viviendo en CDMX?

Si necesitas un tanque de oxígeno… que no sea en domingo, ni en lunes ni en cualquier otro día. De respirar no se descansa ni en el séptimo día. Cuando la crisis sanitaria se pone más crítica que todo lo que hemos pasado, y peor, y peor, es más fácil hallar agua en Marte que oxígeno en la ciudad.

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