Sin miedo a la libertad, o cuando San Salvador Atenco buscó ser municipio autónomo

ALDABI OLVERA

Este relato está construido a partir de una plática con miembros la familia Del Valle de San Salvador Atenco

I.

Más de 16 pueblos del viejo Lago de Texcoco, desde Chimalhuacán hasta Teotihuacan, pasando por San Salvador Atenco, acaban de ser defraudados por la fundación “Un paso más por México”. Ignacio del Valle cuenta que, al comenzar este año, los delegados de Atenco avisaron a la comunidad sobre la llegada de camiones de cemento, láminas de tejados y cisternas, material de construcción muy necesario en el pueblo; y que lo proporcionaría una supuesta fundación sin fines de lucro llamada “Un paso más por México” a una tercera parte del precio original. Mucha gente salió beneficiada, pero en febrero los delegados vieron que el material ya no era entregado. Pararon el trato, pero sólo en Atenco. Muchas comunidades vecinas siguieron pagando, pero la fundación no respondió por el material. En mayo se juntaron las delegaciones de las comunidades con la gente defrauda y tomaron la decisión de ir a la procuraduría a denunciar el fraude. No les hicieron caso. El 27 de mayo, decidieron tomar de manera intermitente la carretera Texcoco-Lechería para presionar al gobierno. Al quinto día, granaderos estatales se presentan al lugar, confrontando y agrediendo a los inconformes. Esta situación ha causando que una de las consignas en el bloqueo sea no permitir la instalación de casillas este domingo, tal y como lo hizo Atenco en 2003.

II.

En aquel entonces, cuando quedó sin efecto el decreto con el que el presidente panista Vicente Fox pretendía expropiar las tierras campesinas del Lago de Texcoco, los pueblos en júbilo comenzaron a hacerse la pregunta: ¿Qué sigue? Aunque el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México nunca se canceló definitivamente, había ejidatarios que decían: “Ya se acabó. No hay porque luchar. Se cumplió el objetivo. Sigamos con la vida normal”. Pero otra buena parte opinaba: “No se ha acabado. No quitemos el dedo del renglón. Si se pudo echar abajo el decreto, somos capaces de otras cosas pendientes”. Surgió entonces la idea de recuperar, construir muchas cosas que hacían falta en Atenco, en Tocuila, en Acuexcomac, en Nexquipayac. América del Valle relata que las mujeres tuvieron entonces un papel fundamental; expresaban el pensamiento más nítido al decir: “Yo no regreso a mi casa, ¿¡A que me peguen!?” “Ahora, ¿qué hacemos?” “¿Qué hay que tumbar?” Las mujeres ya participaban. Y era importante su voz. También, desde que comenzó la lucha por la tierra, llegaron hasta Atenco campesinos de Chiapas, de Michoacán, de Nayarit; comunidades lejanas. “Daban ganas de llorar”, recuerda América: “Tanta gente, de lo más humilde, que preguntaba: ¿Cómo se le hace? ¿Cómo le hicieron ustedes?” Incluso, algunas organizaciones plantearon: “ustedes den el rumbo”. Eso le dio al recién conformado Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra una responsabilidad tremenda. Atenco no les dio un abecedario, ni un instructivo; pero sí se les contó la experiencia. Aún así, México los vio, ganaron, triunfaron. “Y nosotros no sabemos qué hacer”, confesaban los pueblos lejanos, esperanzados. A esas alturas, estaba claro que Atenco ya no podía volver al mismo sitio.

III.

En tan solo nueve meses (octubre del 2002 al seis de agosto del 2003), el movimiento en defensa de la tierra había transformado a la gente en su conjunto. Doña Lupita decía: “No entiendo de estas cosas, qué es el neoliberalismo, pero sí me quitan la tierra para mis vacas…” “Ahora entendemos a Nacho, y lo que nos decía. Pero hasta que no nos cayó el chahuistle”. América cuenta que también entendieron que no eran los únicos. Que no estaban solos. Y comenzaron a andar de aquí para allá para ver qué problemas hay, con los llanteros en huelga de la empresa Euzkadi, con los estudiantes, con otros campesinos, porque, lo pensaron entonces como ahora: “La solidaridad con un comunicado no basta”. Desde adentro de la comunidad, había un sentimiento generalizado: “Si esta estructura de gobierno nos vendió, traicionó; pues, no funciona”. Se cuestionó al gobierno todo, pero especialmente al presidente municipal priísta, Margarito Yáñez. “¿Cómo va a ser que el Presidente Municipal nos haya entregado?” Históricamente, el pueblo de Atenco había sido priísta. Pero en los pueblos, más que escoger el partido, se escogía a la persona. En los pueblos, nadie se escapa a que se le conozca. Todos los referentes familiares e históricos están claros. Una elección antes de Margarito Yáñez fue ganada por el Partido Acción Nacional (PAN) con un chico de 23 años, que después murió. Al joven le fabrican un fraude. La gente lo defendió. Salvador se llamaba. Después de Salvador, quedó Margarito. Era maestro; le decían el profesor. Tenía simpatía. Sin embargo, a su arribo, empezaron a llegar los rumores: “Ahí vienen los aviones”. Y él decía no. “Ahí vienen los aviones”. Y el negaba todo el tiempo. Para ese entonces se vino la huelga de los estudiantes de la UNAM. Entonces se vislumbraron diferentes posturas en el pueblo; comenzaba la división.

IV.

San Salvador Atenco tiene una vieja tradición de lucha; lucha agraria, lucha campesina, lucha desde su origen como pueblo de buena tierra a la orilla del lago. En 1923, Odilón del Valle encabezó el reclamo de parcelas que tanto tiempo habían trabajo los abuelos de los comuneros y que estaban en manos de la Hacienda Grande. En la década de los años setenta, se conformó Habitantes Unidos de San Salvador Atenco (HAUSA) para protestar en contra del alza a los impuestos catastrales. San Salvador Atenco, pues, tenía un fuerte y recio tejido social; vasos comunicantes, un rebote constante de voces e ideas en defensa de la tierra. Por eso, cuando Fox anunció el decreto expropiatorio, hubo un levantamiento generalizado. Meses antes de que cayera el decreto se le buscó a Margarito Yáñez para advertirle sobre la imagen que de él quedaría en el pueblo. No hizo caso. Ya para entonces, Yáñez había trasladado las oficinas municipales al pueblo atenquense de Ixtapan, de tradición priísta. Todo quedó al desnudo.

V.

Las y los atenquenses vieron en ese instante que no sólo era posible, sino necesario construir otra cosa. Nueve meses permanecieron con la Presidencia Municipal cerrada. Terminado el conflicto, lo natural sería que regresara el Presidente Municipal. “¡No! Aquí nos gobernamos nosotros solos”, así se pensaba, pues seguridad, agua, luz, todo fue administrado por la población. Hasta entonces no había comunicación con el gobierno. Lo cotidiano era la seguridad. La gente vigilaba, hacían rondines, comisiones. Los atenquenses se dieron cuenta que siempre había sido así: “Las escuelas las hacemos nosotros, nosotros pagamos la seguridad, ellos hasta roban”. “El pueblo sostiene sus tradiciones, el pueblo asume sus necesidades”. Entonces se tomó conciencia; entonces, se supo que había que resignificar lo que en la cotidianidad se vivía. Pero también había que construir algo inexistente, al menos pensarlo. En lo concreto no se tenía, no está enunciado; pero en los hechos sí. Ya después vendría el nombre.

VI.

Y entonces los pueblos empezaron a sentarse en reuniones. Y era un sentarse en el auditorio a partir de las seis de la tarde. Y tenían su pizarrón. Y hasta acudían pueblos vecinos como Tocuila y Nexquipayac. “Lo que sigue es ganar la presidencia”, opinaban unos. Y otros contestaban: “¡No!”. “Lo que sigue es ser independientes”. Así saltaban las posturas. Unos proponían: “Hay que entrarle a lo electoral a fuerza el registro”. “¿Y con qué partido?”, se les respondía. “Hay que entrar a la estructura, pero con los nuestros”, decían. “Pero no hay garantía de que no los absorba”, reviraban otros. “Lo más práctico y conocido era por el PRD”, decían unos. Pero otros hablaban del poder popular. Entonces hubo comisiones que investigaban de otros procesos, de Oaxaca, de Chiapas. Y así se pulió la palabra, con la misma palabra de la señora que hacia la comida, del viejito que iba con su sombrero. Y la gente dijo al final: “Pues es como meter una plaga en tu milpa los partidos”.

VII.

Incluso se habló de libertad. Así, directamente. Fue en una asamblea en la cual se definía el rumbo futuro. Tenían un pizarrón garabateado con opciones y combinaciones (Una con partidos. Otra independiente. Otra con registro y después renunciar. Otra que gestionar y que se bajen recursos. Y otra un Concejo Popular). La discusión había durado entre agosto y septiembre. El quince ya estaba definido porque el 25 se decide ir a dejar al Congreso una carta donde se les anuncia que San Salvador Atenco se iba a constituir en Municipio Autónomo. Casi de inmediato surgieron las dudas, el agua, la salud. “Sería como separamos de otro país; sería como dar la espalda”, opinaban. Pero la compañera Martha, de Acuexcomac, respondió: “¿A qué le tememos? ¿A ser libres? ¿Cuántos siglos hemos estado con un grillete y hoy que estamos libres no sabemos qué hacer con nuestra libertad?” Y dijo que no tengamos miedo de tomar la rienda: “Si se cae el pueblo, lo levantamos”. Acababan de echar abajo un decreto expropiatorio presidencial, una obra de todos. “No tengamos miedo a la libertad”, terminó Martha. Todo mundo se quedó pensando.

VIII.

Pero Atenco no estaba libre. 500 habitantes tenían órdenes de aprensión, averiguaciones previas; otros tantos estaban bajo proceso. A la discusión del “qué sigue” se sumaba este elemento. El sentir del pueblo era que si alguien puede ser culpable por defender la tierra, entonces todos eran culpables. No puede haber gobierno y elecciones cuando todo el pueblo está encarcelado, metafórica y literalmente, cuenta Ignacio del Valle. Se consiguió todo el listado. Y cuando el pueblo miró las listas, se enojó más. Algunos hasta decían: “Yo no aparezco, si defendí la tierra, ¿por qué no aparezco?” Una mujer, que siempre salía al frente a las marchas y le gustaban las fotos, al aparecer, preguntó lo contrario: ¿Y yo por qué salgo? Entonces, la lucha también era por echar abajo las órdenes de aprensión. Y por la reparación del daño moral a la familia de Enrique Espinoza Juárez, asesinado por las fuerzas estatales el 11 de julio del 2002 en un enfrentamiento en Acolman. Estos factores y el proyecto de autonomía dio la fuerza para tomar la decisión que se tomó.

XIX.

Y se constituyó el Concejo Popular Autónomo de Atenco. Hasta los pueblos texcocanos de Tocuila y la Magdalena querían pasarse al experimento de Atenco. Cada comunidad hizo su asamblea, eligió a sus representantes. Se logró tener comunicación con el gobierno federal y se desconoció al estatal y al municipal. La población tomó en sus manos el papel de síndico en materias de educación y seguridad, proyectos y alumbrado. Todavía el edil priísta estaba en Ixtapa intentando trasladar la sede municipal. “Como quieran, pero ustedes aquí ya no existen”, respondía la gente. En enero se establecen mesas de diálogo con el gobierno federal. El tema principal era la cancelación de las órdenes de aprensión. Al municipio no le hacía falta mucho; pues la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), el Frente popular Francisco Villa llegaban con material para hacer las faenas; se hacían ferias de la salud con la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata. Lo que no daba el gobierno llegaba con la solidaridad.

X.

En ese 2003 había efervescencia por las elecciones. Y la posición del pueblo de Atenco seguía siendo: Sin libertad, no hay gobernabilidad; y no hay democracia. No había condiciones. El cuatro de marzo estaban programadas las elecciones municipales, en julio, las federales. Y la consigna seguía repitiéndose: “Sin libertad, las elecciones no van”. En ese entonces surgió la organización de “El campo no aguanta más”. Los ejidatarios de Atenco lograron llegar a un foro sobre el campo donde participaría el Secretario de Gobernación de ese entonces, Santiago Creel. Pidieron diez minutos para hablar con él. Le dijeron que no había gobernabilidad y en Atenco se impedirían las elecciones si no se cancelaban las órdenes de aprensión. El día de los comicios, previa lectura de la ley electoral y código; sabían que impidiendo la instalación del diez por ciento de las casillas se suspenderían los comicios. Antes, la gente convocó a los miembros de partidos al auditorio para decirles que convencieran al pueblo porque sí era necesario votar. Acudieron todos, menos los priistas. Pero no lograron convencer a la gente.

XI.

Esa mañana se realizó una simulación de votación. Y el candidato era un burrito. “Para algunos la comparación no era muy grata, porque dijeron hay que respetar a los animalitos”, recuerda Ignacio del Valle. Las casillas sí se instalaron en lugares donde los simpatizantes de partidos políticos dispusieron. En bloque, la población barrió con las casillas de la cabecera de Atenco y de Acuexcomac. Las demás fueron recogidas de inmediato. No hubo enfrentamiento. Se anularon las elecciones. Lo mismo pasó con los comicios para diputados federales. Finalmente, los atenquenses lograron firmar con el gobierno federal en Chapingo y Toluca un acuerdo con 20 puntos que incluían la soberanía del municipio, educación, empleo, salud. Y lograron, también, que las órdenes de aprensión se mandaran a reserva. Pero nunca se paró el proyecto del aeropuerto, y nunca dejaron de dar dinero, reitera Ignacio del Valle. La estrategia de los gobiernos cambió de la confrontación, a la compra, a la intimidación; y así fue como se prepararon las condiciones para la represión del 2006; y así es como se llega a la reactivación del megaproyecto en el 2014. Pero esa es otra historia…

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