Por un derecho emancipatorio; contradecreto indígena de Xochicuautla

Aldabi Olvera

No hubo “intelectuales”.

No vinieron.

No sé qué pasó. No llegaron a la promulgación del contradecreto indígena de Xochicuautla, al acto de reapropiación de las tierras que Enrique Peña Nieto expropió a esta comunidad otomí-ñätho.

Han de pensar que basta con mandar una hoja con firmas: “Estoy con ustedes”. Muy bien. La palabra tiene fuerza, sólo que la defensa del territorio no se hace sólo con palabras; en algunas ocasiones debemos sumir las botas en lodo, en ocasiones debemos remojar nuestro cabello con la lluvia. Sentir ayuda a pensar distinto.

Creo que, al menos en la defensa del territorio, el intelecto viene de otro lado y no se dice así: “intelecto”. Quienes van construyendo conocimiento a lo largo de los siglos de práctica comunitaria integran un cuerpo complejo de saberes. El saber escurre a quienes acompañamos la defensa de los bosques y la tierra. Por eso debemos escuchar con humildad y estar presentes siempre que podamos.

Todavía me resuenan las palabras que pronunció Antonio Lara, del Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero (CDHZL), una de las pocas organizaciones en el Estado de México avocados a trabajar para las personas y no para las instituciones del gobierno encabezado por Eruviel Ávila.

Las transcribo aquí:

“Hay que aprovechar esta oportunidad para luchar y demostrar con esta ruta que el derecho, si existe, es únicamente para la emancipación de los pueblos. Si no, no sirve de nada”.

Una compañera de Serapaz me contó que el paradigma para construir paz en el día de hoy tiene que ver con la justicia. Este decreto habla de una justicia que no existe por el derecho mismo, ni por la razón de estado occidental; sino por y para la reproducción de la vida.

Visiblemente emocionado, Antonio explicó que el contradecreto de Xochicuautla debe ser abrazado por pueblos indígenas y organizaciones para contraponerlo al decreto expropiatorio con el que Enrique Peña Nieto pretende despojar al pueblo de casi 40 hectáreas para la construcción de la Autopista Toluca-Naucalpan, concesionada a Grupo Higa.

“La intención es que sea un primer ejercicio de una comunidad indígena, que invoqué también el sistema jurídico nacional e internacional y se le oponga al sistema jurídico occidentalizado con el que se quiere expropiar a Xochicuautla”, dijo.

Después contó que una mujer le lanzó diversas preguntas: “¿Cómo nosotros, los indígenas, los pisoteados de siempre, cómo a nosotros se nos va a hacer caso?”.

Creo que precisamente de eso se trata este decreto. De hacernos caso entre nosotros mismos. Esta justicia debe ser una justicia solidaria que nos haga sentido a todos. Durante el acto en Xochicuautla, un indígena otomí de Atlapulco una excelente reseña de la historia del Congreso Nacional Indígena (CNI) y el proceso de construcción de los Acuerdos de San Andrés Sakamchén de los pobres.

No se trata de crear nuevas instituciones sino de arraigarnos en la comunalidad, y también se trata de adquirir una serie de compromisos donde se involucre la libertad de decidir, de construir, y de sentipensar, como dicen en Chiapas.

Porque la defensa del bosque otomí implica la defensa de los derechos, pero también de los recuerdos, de la memoria ancestral de quienes lo habitan:

“Cuando se supo (el decreto de Peña), alcanzamos a detectar que en Xochicuautla hubo un impacto hasta emocional. Pero los compañeros se les ocurrió esto: Que además de los amparos y la ruta ordinaria, podemos dar otra batalla”.

Lara explicó también que, uno a uno, los puntos del decreto expropiatorio fueron contestados por el contradecreto. En segundo punto de su resultando, el documento rechaza haber sido consultado mediante procedimientos apropiados a través de las instituciones representativas correspondientes: “mucho menos se otorgó el consentimiento para la construcción y operación de la Autopista Toluca-Naucalpan”.

Transcribo aquí todo el punto cuarto del contradecreto porque habla precisamente de la existencia de valores distintos a los que apela el Estado mexicano:

“Desde la cosmovisión de la comunidad indígena otomí de San Francisco Xochicuautla existe un vínculo ancestral y sagrado con el territorio, éste resulta invaluable en términos económicos, por lo cual ningún avalúo que pueda ser realizado por el Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales como monto de indemnización para la realización del proyecto Autopista Toluca-Naucalpan es aceptable, ya que se generaría un daño irreparable e irreversible a la cultura, tradiciones y modo de vida de las y los habitantes de la comunidad”.

Xochicuautla se rige bajo un régimen comunal. El propio contradecreto reconoce que el territorio les fue reconocido mediante una resolución presidencial del 8 de agosto de 1951. Aun así, su espacio en este mundo existía antes del estado mexicano actual. Por ello, su relación especial con la tierra debe ser respetada. Mediante este contradecreto, el pueblo otomí no sólo habla del derecho a la consulta, sino que reivindica su derecho a la autodeterminación y a elegir el camino que considere adecuado.

Este pueblo ya es mayor de edad. Sabe cómo mantener la integridad del ente orgánico que hay entre ellos y su espíritu, entre el cielo y el bosque. Como indígenas, siempre han tenido sus leyes, sus normas. Ahora las están desarrollando para seguir existiendo ante este estado regido por la criminalidad y la muerte.

Xochicuatla no está solo en este esfuerzo. Quienes sí acudieron al evento (pueblos indígenas y campesinos, barrios como Pedregales y colonos de Ciudad Nezahualcóyotl, varios colectivos y organizaciones también) leyeron el contradecreto y lo grabaron en video. Esta es la forma de decir “aquí estoy” de quienes viven directamente expropiaciones, asesinatos, despojos.

Un día antes de la promulgación del contradecreto, subí a los cerros de Xochicuautla a dejar una ofrenda en la capilla de la Virgen del Ocote. Aprendí muchas cosas porque tuve la oportunidad de pensar profundamente mientras recorría las veredas tradicionales. Encontré una compleja forma de decir “aquí soy” y de pensarme dentro de un cuerpo vivo.

Si se pierde el bosque de Xochicuautla, si pasa esa carretera, se perderá también este espacio vivo que permite reflexionar y recuperar saberes. Se perderá la oportunidad de pensar, reconstituir, promover la justicia con este derecho distinto. Este bosque, su territorio, no sólo para la emancipación física, sino para la emancipación emocional y espiritual.

“El dinero no es lo más necesario. ¿Qué dirían esos árboles, qué nos contarían sobre las veces paseamos y tuvimos aventuras en ellos?”, dijo uno de los integrantes del Consejo Supremo Indígena de la comunidad.

Nota:

El CDHZL nos proporcionó el contradecreto que reproducimos íntegro aquí: www.masde131.com/wp-content/uploads/2015/08/ContradecretoExpropiatorioXochicuautla.pdf

www.masde131.com/2015/08/por-un-derecho-emancipatorio-contradecreto-indigena-de-xochicuautla/