Bacalar: el paraíso se queda sin selva ante la expansión de los campos menonitas en el sur de México (Quintana Roo)

por Valeria Contreras y Robin Canul / Mongabay

En 2001 llegaron las primeras familias menonitas al municipio de Bacalar, en Quintana Roo. En un tiempo récord compraron tierra, se hicieron ejidatarios y fundaron el ejido Salamanca. Desde entonces, su presencia en la región ha ido en aumento, así como la pérdida de la selva.

Las colonias menonitas han adquirido o rentado tierras ejidales en Salamanca, El Paraíso, San Fernando, El Bajío y Blanca Flor. Entre enero y la primera semana de octubre de 2022, en esos ejidos se registraron al menos 27,347 alertas por deforestación, de acuerdo con datos de la plataforma Global Forest Watch.

Desde 2001, el municipio de Bacalar ha perdido, por lo menos, 124,979 hectáreas de cobertura arbórea, de acuerdo con un análisis de la plataforma Global Forest Watch. El cambio de uso de suelo ilegal se ha dado sin que ninguna autoridad lo detenga.

Hace menos de una década, el territorio del ejido El Bajío estaba habitado, sobre todo, por selva. Ahora, el paisaje que se mira es muy diferente. Extensos campos de soya, sorgo y maíz son los que se ven al recorrer el lugar: alrededor de mil hectáreas transformadas por la agricultura mecanizada que realizan poco más de las 20 familias menonitas que llegaron a esta zona sur de Quintana Roo en el 2012.

“Antes aquí no podíamos entrar más que a caballo, pero ahora que ellos (los menonitas) vinieron, nos han hecho muchos caminos”, dice Rigoberto, ejidatario de poco más de 80 años que ha sido testigo de la transformación que ha vivido este territorio. Su testimonio permite dimensionar la magnitud de la pérdida de la selva a causa de la agroindustria. Él no dimensiona que los cambios que mira a su alrededor se deban a la pérdida de la selva a causa de la agroindustria.


Desde hace poco más de dos décadas, las colonias menonitas comenzaron a tener presencia en el municipio de Bacalar. Foto: Robin Canul.

En la región hay varios habitantes que no están de acuerdo con la agricultura mecanizada que realizan los menonitas, grupo religioso de origen europeo que se caracteriza, entre otras cosas, por tener extensos terrenos de monocultivos y demandar en forma permanente tierras para sembrar maíz, sorgo o soya. En el sureste de México, los campos agrícolas menonitas se han establecido sin respetar las leyes ambientales y en lugares en donde antes había bosque.

En ejidos vecinos a El Bajío, apicultores y algunos ejidatarios están preocupados porque en los últimos años han visto cómo los menonitas se van haciendo de tierras ejidales en la región, cómo instalan sus colonias y cuando se establecen, comienzan a desmontar zonas forestales para transformarlas en tierras agrícolas.

“Ellos talan miles de hectáreas… Hay mucha tala ilegal con ellos”, lamenta uno de los integrantes de Kabi Habin, cooperativa de apicultores de Quintana Roo que, desde 2001, ha observado cómo el desmonte de la selva comenzó en lo que hoy se conoce como ejido Salamanca, el primer lugar al que llegaron los menonitas. De ahí se ha extendido por diversos puntos del municipio de Bacalar.

Mongabay Latam realizó el rastreo de las alertas de deforestación en el municipio de Bacalar, a través de la plataforma de monitoreo satelital Global Forest Watch, y realizó un recorrido por la zona. Lo que se encontró corrobora las palabras del apicultor.

La pérdida de cobertura forestal en el municipio de Bacalar se ha intensificado en aquellos lugares en donde se han establecido colonias menonitas. Hay cinco ejidos en los que la deforestación es cada vez más acelerada: Blanca Flor, San Fernando, Paraíso, El Bajío y Salamanca. En los cinco ejidos se han registrado, en conjunto, al menos 27 347 alertas de deforestación entre enero y la primera semana de octubre de 2022, de acuerdo con los datos de Global Forest Watch.

Abrir el camino al desmonte

“Las tierras ya no eran suficientes para todas las familias (menonitas) allá en Belice”, cuenta un menonita que accede a hablar, siempre y cuando no se cite su nombre. No quiere tener problemas con las autoridades, dice.

Sentado en el corredor de su casa, mientras toma un descanso luego de asistir al servicio religioso del día domingo, el hombre al que llamaremos Jacobo comenta que, desde finales de la década de los noventa, los menonitas comenzaron a explorar la compra de tierras en Quintana Roo.

Fue en 2001 cuando familias que vivían en Little Belize y en Shipyard, en el vecino país de Belice, migraron a Quintana Roo, en el sur de México. “Vimos muchas tierras aquí en Bacalar para iniciar una nueva colonia”.

Para lograr tener 5000 hectáreas, los menonitas hicieron un contrato de usufructo a 30 años con ejidatarios de Bacalar. Este fue el camino que tomaron para darle vuelta a la Ley Agraria que prohíbe la venta de tierras ejidales. Los menonitas, incluso, consiguieron crear su propio ejido con anuencia del Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (PROCEDE).

En noviembre de 2005, un total de 25 menonitas crearon el ejido Salamanca con 5000 hectáreas de terrenos forestales. En el lugar establecieron la colonia menonita más grande del municipio de Bacalar. Ahora ahí viven alrededor de 300 familias procedentes de Belice, pero también de los estados mexicanos de Chihuahua, Durango, Tamaulipas y Campeche, según el último censo realizado en 2021 por los mismos menonitas y cuyos datos fueron compartidos con Mongabay Latam por un integrante de la comunidad.

En el ejido Salamanca se han deforestado alrededor de 4600 hectáreas, de acuerdo con datos de Global Forest Watch. El desmonte de la mayoría de los terrenos se realizó sin contar con una autorización de cambio de uso de suelo forestal otorgada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

Campos agrícolas de los menonitas en el ejido Salamanca. Foto: Robin Canul.

Las casi 5000 mil hectáreas que en el pasado eran selva, hoy son tierras de agricultura mecanizada en donde se siembra, sobre todo, maíz y sorgo. “Nos apoyó el gobierno con abonos y maquinaria, cuando estuvo el gobernador Félix González Canto (2005-2011). En ese momento a mi me pagó el 60 % de un tractor y apoyó con 12 tractores”, cuenta Jacobo.

El desmonte al interior del ejido Salamanca no se ha detenido. Entre enero y la primera semana de octubre de 2022 se registraron 2386 alertas de deforestación, de acuerdo con datos de la plataforma de monitoreo satelital Global Forest Watch.

En los terrenos de Salamanca hoy sólo quedan alrededor de unas 50 hectáreas de selva. A 19 kilómetros de los campos agrícolas de este ejido, a partir de 2012, comenzaron a establecerse otros tres asentamientos menonitas en los ejidos San Fernando, Paraíso y El Bajío.

Primero Salamanca, ahora los ejidos vecinos

Una angosta carretera abre paso en medio de la selva y permite llegar a la colonia menonita que, desde 2012, se encuentra ocupando parte de los terrenos de los ejidos El Bajío y Paraíso.

Para asentarse en esta zona, los menonitas contaron con el apoyo de la persona que en ese entonces era el comisariado ejidal de Paraíso. Él les ayudó a convencer a otros ejidatarios para que vendieran sus derechos ejidales (el derecho que permite el aprovechamiento, uso y disfrute de parcelas). La venta de terrenos ejidales a quienes no son avecindados en la comunidad, y sin la aprobación en asamblea, no está permitida por la Ley Agraria. Aún así, estas transacciones se están realizando en varios ejidos.

“Primero eran 12 ejidatarios menonitas, luego llegaron a 24 los que se hicieron ejidatarios en Paraíso. Ahora ellos dicen que son mayoría y quieren manipular a los otros ejidatarios. El día que sean mayoría [los menonitas], hasta nos pueden echar de aquí”, dice un integrante del Consejo Indígena Maya de Bacalar que pide no dar su nombre para evitar represalias, ya que en los últimos meses se han intensificado los conflictos en la región por el tema de las tierras.

Desde que la colonia menonita se estableció en la zona comenzó con mayor intensidad el desmonte de tierras en los ejidos El Bajío y Paraíso, de acuerdo con los datos que se pueden consultar en la plataforma Global Forest Watch.

El ejido El Bajío, por ejemplo, registró en 2012 una pérdida de 51 hectáreas de cobertura arbórea; para 2013 esa cifra se triplicó y llegó a 150 hectáreas. En 2014, al menos 490 hectáreas se quedaron sin árboles.

Durante el recorrido que el equipo de Mongabay Latam realizó por la zona se pudo constatar desmontes recientes de selva que afectaron árboles de caoba, cedro, tzalam, machiche y guano.


Las colonias menonitas avanzan terminando con ecosistemas forestales, como la selva mediana y bajas. Foto: Robin Canul.

Una tendencia similar se observa en Paraíso, comunidad con alrededor de unos 150 habitantes, la mayoría de ellos mayas, a la cual se llega después de recorrer caminos rodeados por la selva que conectan el lugar con las tierras de El Bajío.

En 2012, 14 hectáreas de Paraíso fueron deforestadas. A partir de 2014, la pérdida de selva se disparó. Ese año se afectaron 588 hectáreas. Desde 2015 y hasta el 2021, el ejido Paraíso dejó de tener, por lo menos, 1329 hectáreas de cobertura arbórea.

En los dos ejidos, la pérdida de selva sigue imparable hasta hoy. Entre enero y la primera semana de octubre de 2022, en El Bajío se registraron 10,203 alertas de deforestación, de acuerdo con el monitoreo satelital de Global Forest Watch. En Paraíso, durante ese mismo periodo, se tuvieron 4354 alertas de deforestación.

Sanciones en el aire

En marzo de 2017, inspectores de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), dependencia que está encargada de que se cumpla con las leyes ambientales, acompañados por miembros de la Secretaría de Marina, realizaron un operativo en “tres predios ocupados por grupos menonitas en los ejidos El Bajío, El Paraíso y San Fernando”, de acuerdo con el comunicado de prensa que en ese entonces se difundió.

En el ejido Paraíso se encontró que fueron taladas 637 hectáreas. En El Bajío se contabilizó una afectación a 694 hectáreas y en San Fernando, un total de 113 hectáreas de selva baja y mediana.

En total, los inspectores determinaron que se realizó un cambio de uso de suelo en 1445 hectáreas forestales sin contar con las autorizaciones de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Además, se informó en ese entonces que la Profepa presentaría una denuncia penal ante la entonces Procuraduría General de la República (PGR) en contra de las comunidades menonitas.


Campo menonita en el ejido El Bajío. Foto: Robin Canul.

En julio de 2018, Profepa sancionó a menonitas y autoridades ejidales del Paraíso y El Bajío, por un monto de 10 266 640 pesos (alrededor de 500 mil dólares). Además, ordenó la reparación del daño ocasionado en 1316 hectáreas de la selva baja y mediana de ambos ejidos. No se explicó si también se dieron sanciones en San Fernando.

Para este reportaje se solicitó una entrevista a Profepa para conocer el seguimiento a los cambios de uso ilegal en los ejidos de El Bajío, Paraíso y San Fernando, pero no se tuvo respuesta.

Habitantes de estos ejidos aseguran que la multa no se pagó. Las imágenes satelitales muestran que el área afectada tampoco se restauró, al contrario, la deforestación sigue extendiéndose en la zona. “Ellos siguieron desmontando porque vieron que no les cobraron nada”, dice un ejidatario.

Mongabay Latam constató la expansión de la frontera agrícola en el ejido San Fernando. Foto: Robin Canul

Un apicultor que también es ejidatario, y se ha opuesto a la venta de derechos ejidales a los menonitas, dice: “Ellos siguen talando. No existe la aplicación rigurosa de la ley”.

Hay ejidatarios mayas de El Bajío y Paraíso que aún están enojados por las sanciones que se impusieron a las autoridades ejidales: “El desmonte lo hicieron ellos (los menonitas), ellos son los que tienen las maquinarias y el dinero para hacer eso, nosotros no”, reclama un ejidatario y campesino maya de Paraíso.

Lo cierto es que los ejidatarios han sido quienes, ignorando la Ley Agraria, han rentado o vendido los derechos ejidales a menonitas, grupo cuyos integrantes nunca han ocultado su afán por acumular tierras para convertirlas en grandes campos de monocultivos, sin importar que con ello se dañe a importantes ecosistemas forestales.

Paraíso natural, en riesgo

Si algo ha dado identidad al municipio de Bacalar es su paisaje natural y paradisíaco: los cenotes y lagunas que se pueden encontrar en su territorio; las extensiones de selva media y baja habitada por árboles como la caoba (Switenia macrophylla), el cedro (Cedrela odorata) o el siricote (Cordia dodecandra), así como por varias especies de fauna representativas de la selva maya, como el jaguar (Panthera onca), el tapir (Tapirus bairdii) o monos araña (Ateles geoffroyi).

Este paraíso natural se está quedando sin su selva. Desde 2001, el municipio de Bacalar ha perdido, por lo menos, 124 979 hectáreas de cobertura arbórea, de acuerdo con un análisis de la plataforma Global Forest Watch.

Además, entre enero y la primera semana de octubre de 2022, en el municipio de Bacalar se registraron 76 817 alertas de deforestación en la plataforma de Global Forest Watch. El desbosque ha sido continuo durante todo el año.


Laguna de Bacalar, Quintana Roo. Foto: Robin Canul.

Pese al avance de la deforestación, el municipio de Bacalar aún cuenta con zonas altamente conservadas de selva mediana. Una de ellas es el Área de Protección de Flora y Fauna Bala’an K’aax que conecta las Reservas de la Biosfera de Calakmul, ubicada en el estado vecino de Campeche, y Sian K’aan, que se encuentra en los municipios de Felipe Carrillo Puerto y Tulum, en Quintana Roo.

En el municipio de Bacalar también se encuentra el campo experimental forestal San Felipe Bacalar, área de 8000 hectáreas decretadas en 1973 y cuyo resguardo está a cargo del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), dependencia que realiza investigación en la zona con el objetivo de conservar la biodiversidad de esta región de la Península de Yucatán.


Campo experimental forestal de San Felipe Bacalar. Foto: Robin Canul.

Huracanes, incendios, tala selectiva y, sobre todo, la expansión de la superficie sembrada con monocultivos son las principales amenazas de esta área forestal, señala el director de vinculación del INIFAP en Quintana Roo, Rubén Darío Góngora Pérez.

“San Felipe Bacalar se está quedando aislado. Tenemos una creciente frontera agrícola alrededor de los ejidos colindantes. Esto es preocupante porque San Felipe es la parte intermedia de un gran corredor biológico que comprende desde la reserva de Sian Ka’an hasta Calakmul”, explica Francisco Montoya Reyes, investigador en el área de restauración forestal del INIFAP.

En septiembre de 2022, un incendio afectó una de las zonas de San Felipe. Foto: Robin Canul.

Deforestación que se extiende

Además de El Bajío y Paraíso, la pérdida de cobertura forestal se está dando en ejidos como San Fernando y en Blanca Flor.

Este último ejido es una comunidad maya con cerca de 650 habitantes. Se caracteriza por ser la sede del más importante centro de acopio de miel orgánica en el municipio de Bacalar. Ahí se encuentra la oficina de la cooperativa de apicultores Kabi Habin. Además, el lugar aún conserva un macizo forestal importante para la apicultura, en donde se pueden observar árboles de hasta veinte metros de altura, como el tzalam o el jabín.

En Blanca Flor, los menonitas ya comenzaron a rentar y comprar tierras. “Se ha hecho sin conocimiento de todos los ejidatarios…Hay gente acá que empezó a comprar derechos. Uno tiene como tres derechos, pero le dijeron que sí lo puede tener, pero no puede tumbar (deforestar) todo como lo hicieron en El Bajío… Ahora hay como seis o siete personas de menonas que compraron su derechos acá en Blanca Flor”, explica un apicultor de la comunidad que lamenta que los ejidatarios estén vendiendo las parcelas de sus derechos ejidales.


Nuevas construcciones en la colonia menonita. Foto: Robin Canul.

El reglamento interno del ejido prohíbe el cambio de cobertura forestal, aún así, Blanca Flor registró 3969 alertas de deforestación entre enero y la primera semana de octubre de 2022, de acuerdo con los datos de Global Forest Watch. Desde 2019, este ejido ha perdido poco más de 430 hectáreas de cobertura arbórea.

Cuando se viaja hacia San Fernando, a unos minutos antes de llegar al ejido, el paisaje forestal cambia abruptamente para dar inicio al paisaje agrícola. El panorama es dominado por sembradíos de maíz híbrido de un lado y otro de la carretera.

En el ejido de San Fernando, asegura el mismo apicultor de Blanca Flor, los menonitas también ya compraron derechos ejidales. “Hay gente que ya se está yendo porque vendió sus derechos y ya no tienen tierra en donde trabajar”. En este ejido se han registrado 6435 alertas de deforestación entre enero y octubre de 2022.

El equipo de Mongabay Latam verificó que una de las alertas de deforestación de Global Forest Watch en la zona corresponde al avance de la frontera agrícola del campo menonita que se instaló en San Fernando, a unos dos kilómetros del núcleo poblacional del mismo nombre.

Ahí se encontró una pérdida de cobertura forestal reciente: unas 15 hectáreas que dejaron de ser selva para sumarse a las más de 570 hectáreas de agricultura mecanizada que hay en el ejido.

Desmontes en una área de protección de flora y fauna

La expansión de los campos agrícolas menonitas también avanza hasta al norte del ejido Nuevo Tabasco, aún en el municipio de Bacalar, a pocos kilómetros del límite con la frontera del municipio de José María Morelos y al oeste con el estado vecino de Campeche.

En una zona de terrenos nacionales, dentro del Área de Protección de Flora y Fauna Bala’an K’aax, las imágenes satelitales permiten observar zonas deforestadas rodeadas por una tupida selva que aún permanece en pie. Ahí se estableció una colonia menonita bautizada como Cuatro Banderas.

Mongabay Latam solicitó entrevista a la Semarnat para conocer qué acciones están realizando para evitar que la deforestación avance en esta región del país, pero no se tuvo respuesta.


Maquinaria pesada con las que cuentan las colonias menonitas para la actividad agrícola. Foto: Robin Canul.

Jacobo, quien fue de los primeros menonitas que se establecieron en el municipio de Bacalar, cuenta que recientemente regresó de Perú. Viajó a ese país para visitar a amigos y familiares que en 2021 migraron del ejido de Salamanca a una nueva colonia formada en el departamento de Ucayali.

“Se fueron más de 20 familias; como 28 más o menos. Vendieron todo aquí, sus casas, sus parcelas, sus caballos y se fueron a Perú, cerca de Pucallpa”, explica Jacobo.

En este 2022, los menonitas cumplieron cien años de haber migrado de Canadá a México, después de que el gobierno mexicano les permitió establecerse en el norte del país, sobre todo en el estado de Chihuahua, para que hicieran productivas las tierras de esa zona.

Para conmemorar el centenario de la llegada de los menonitas al país, en agosto pasado, el Banco de México acuñó una moneda conmemorativa de veinte pesos en la que se mira a una familia menonita y a un lado de ellos un ferrocarril y campos agrícolas. Jacobo mira con atención la moneda y reflexiona: “Creo que México está feliz con nosotros, con nuestro trabajo, creo que por eso estamos en esta moneda”.

* Imagen principal: Vista aérea de la Laguna de Bacalar, uno de los destinos turísticos más populares de Quintana Roo e ícono del municipio Bacalar. Estudios cientificos concluyen que la producción intensiva de caña, sorgo y soya ponen en riesgo este cuerpo lagunar, por el uso intensivo de plaguicidas.

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