Tren Maya: ¿desarrollo para los mayas?


Foto:(© borphy/istockphoto.com & Sebastian Terfloth – Collage RdR)

Texto: Violeta R. Núñez Rodríguez, Departamento de Producción Económica, UAM-Xochimilco / El Universal

“Pongamos las cosas sobre la mesa: el tren se va a hacer. Si creían que veníamos a consultarles para ver si el tren se hace o no se hace, se confundieron”. Éstas fueron parte de las palabras categóricas que nos expresó Javier Velázquez (coordinador científico del proyecto del Tren Maya), quien asistió al Seminario “Tren Maya, realidades y mitos”.

El Tren Maya, que se propone sea turístico, de transporte y de carga, planteado como el principal proyecto de infraestructura del gobierno de la llamada Cuarta Transformación, que recorrerá 1,525 kilómetros (distancia similar a la que hay de la Ciudad de México a Ciudad Juárez), a través de los estados de Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Chiapas y Tabasco, pretende desarrollar el Sureste de México. Pero ¿qué significa desarrollar el Sureste? De acuerdo con la información oficial, el objetivo es “reordenar a la península e incentivar el desarrollo en regiones no integradas a los circuitos turísticos y económicos”. Aunado a esto, se busca “consolidar la región maya como un corredor de desarrollo en el que florezca la industria agraria y energética; se impulse el desarrollo tecnológico; se multipliquen los centros de trabajo; y se integren los puertos y los destinos turísticos” (Fonatur, 2019). Esto implica que “varios centros urbanos se crearán” (Fonatur, 2019) en los que se incluyen desarrollos inmobiliarios, hoteleros, comerciales, entre otros. Así desde esta perspectiva, esto es desarrollo.

Sin embargo, en esos cinco estados habitan los pueblos indígenas Aketeko, Ixil, Kaqchikel, Jakalteco, K’iche, Mam, Maya, Q’anjob’al, Q’eqchi, Chuj (en Quintana Roo); Ch’ol, Chuj, Awakateco, Ixil, Kaqchiquel, Jakaltec, K’iche, Mam, Q’anjob’al, Q’eqchi, Akateko (en Campeche); Maya (en Yucatán); Akateko, Chuj, Ch’ol, Jakalteco, K’iche, Lancandón, Mam, Mocho (qato’k), Q’anjob’al, Teko, Tojolabal, Tseltal, Tsotsil, Zoque (en Chiapas); Ayapaneco, Chontal de Tabasco, Ch’ol, Nahua, Tseltal, Zoque (en Tabasco). En total la población indígena asciende a casi 3.6 millones (INPI, 2017), pero de ellos no se dice nada. Mucho menos se habla de los miles y miles de indígenas migrantes que arriban a la península a trabajar en los servicios. Estos pueblos tienen sus modos de vida propios como está reconocido en el artículo 2 constitucional: “conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas” (Cámara de Diputados, 2019). Es decir, poseen cosmovisiones y cosmovivencias particulares de las cuales se derivan formas propias de desarrollo. ¿De qué desarrollo estamos hablando?

A ellos como pueblos no se les ha consultado si están de acuerdo con el Tren Maya, como lo estipula el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo: “los Estados celebrarán consultas y cooperarán de buena fe con los pueblos indígenas interesados por conducto de sus propias instituciones representativas a fin de obtener su consentimiento libre e informado antes de aprobar cualquier proyecto que afecte a sus tierras o territorios y otros recursos” (OIT, 2014).

Si bien pareciera que importan mucho las zonas arqueológicas que habitaron algunos de los antiguos pueblos mayas (que también preocupa la posible destrucción y comercialización de los 3,024 sitios arqueológicos inscritos en el registro público dentro de las áreas de influencia del Tren Maya —INAH-CNA, 2019—), hay que enfatizar, que los mayas (con su gran diversidad) no han desaparecido. Están allí, junto a otros pueblos, no todos mayenses.

Pero hoy su futuro está en cuestión ya que pareciera que se pretende “integrar” a los “no integrados”, como se dice en la información oficial, lo cual tendrá repercusiones sobre su propiedad social, con riesgos de ser “despojados” e incorporados como asalariados (¿para servir a los turistas?). Esto pareciera, aunque quizá no sea la intención, ser parte de la acumulación primaria permanente. Sobre esto Rosa Luxemburgo (1967) en su libro La acumulación del capital, señala: “El capitalismo necesita, para su existencia y desarrollo, estar rodeado de formas de reproducción no capitalistas… para colocar su plusvalía. Ellas constituyen a su vez fuentes de adquisición de sus medios de producción, y son reservas de obreros para su sistema asalariado” (Luxembrugo, 1967: 283).

Ante esto, es urgente y necesario consultar a los diversos pueblos, y preguntarles qué tipo de desarrollo quieren, porque lo que está en juego es la posible destrucción de su territorio. En este sentido son preocupantes las palabras que nos expresó el coordinador científico del proyecto.

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