La rueda de explotación en la industria de almacenes en la Zona Metropolitana del Valle de México

Colectivo Grieta.

Ciudad de México, 8 de enero de 2019

Con la apertura neoliberal de la economía mexicana impulsada por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1994), la región norte de la Zona Metropolitana del Valle de México se convirtió en un corredor industrial de la industria de almacenes donde operan inmensas bodegas de las empresas trasnacionales más grandes del mundo, plantas que emplean a miles de trabajadores, en su mayoría jóvenes, que laboran en condiciones altamente precarias, realizando jornadas de trabajo intensas y prolongadas a cambio de raquíticos salarios.

La región norte de la Ciudad de México ha sido una zona industrial muy importante para el vasto consumo de mercancías de esta gran metrópoli. Antes de que el gobierno firmara el Tratado de Libre Comercio  de América del Norte (TLCAN, 1994) y México se convirtiera en un país importador, la zona norte de la Ciudad de México concentraba todo tipo de industrias que abastecían al país entero, desde la refinación del petróleo, industria eléctrica, pasando por la industria de ropa y la industria automotriz. Ahí se localizaron plantas de empresas automotrices como Ford que concentraban  ejércitos de trabajadores explotados que migraban del campo a la ciudad para trabajar como obreros. Los corredores industriales se extendían desde  Azcapotzalco y Vallejo, en el norte del Distrito Federal, hasta Cuautitlán Izcalli, en el Estado de México.

Con la puesta en marcha del TLCAN se erradicaron las bases del modelo industrial en México, múltiples empresas y fábricas de capital nacional quedaron en bancarrota, se privatizaron los sectores estratégicos de la economía nacional y México se convirtió en un país importador. Como resultado, muchas regiones industriales en el país donde antes había una fuerte presencia industrial quebraron debido al cierre de cientos de fábricas. Toda la industria manufacturera que antes se ubicaba en la Ciudad de México se fue a la frontera norte para operar como maquiladoras, dejando a miles de familias en el desempleo y la informalidad laboral. En consecuencia, esta metrópoli se convirtió en una ciudad de servicios, donde gran parte de la población trabajadora pasó a desenvolverse en el sector comercial, empleándose en pequeños negocios de cuenta propia o bien en grandes cadenas de restaurantes, servicios de limpieza, construcción, bodegas, supermercados, etc. La mayor parte de estos trabajadores han sido migrantes que actualmente reciben entre cero y dos salarios mínimos, ingreso que, como lo ha demostrado la investigación del Centro de Análisis Multidisciplinario, no se acerca al precio de la Canasta Alimenticia Recomendable.

Un acontecimiento importante como parte de la reconversión de la Ciudad de México en una economía de servicios ha sido la instalación de inmensos centros de almacenamiento de mercancías importadas desde EUA y otras partes del mundo para abastecer al país entero. En medio de colonias populares de municipios como Tultitlán, Cuautitlán y Tepozotlán, se han localizado instalaciones de las corporaciones de comercio más grandes del mundo como Amazon, Mercado Libre, Wal-Mart, DHL, entre muchas otras. Estos tres municipios juntos forman lo que se conoce como el corredor industrial inmobiliario del Estado de México que acapara el 73.3 por ciento del total del área bruta rentable de las naves industriales de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), corredor que se localiza estratégicamente en la entrada a la Ciudad de México por la carretera federal 57 que recorre gran parte del norte del país desde EUA. Decenas de kilómetros cuadrados han sido ocupados por nuevas bodegas donde se localizan las operaciones de estas grandes empresas dedicadas al comercio. Diariamente miles de trabajadores y trabajadoras jóvenes ingresan a estos parques industriales para desempeñarse como almacenistas, estibadores, montacarguistas, etiquedadores, recibiendo salarios paupérrimos por cumplir jornadas mucho más largas que las ocho horas reglamentadas.


Imagen al interior de la bodega de la empresa Amazon. Tomada de https://www.forbes.com.mx/amazon-abre-en-mexico-su-centro-de-distribucion-mas-grande-de-latam/

Estas empresas trasnacionales no son dueñas directas de las bodegas donde realizan sus operaciones. La amplia extensión de tierra donde se sitúan los almacenes la administra otra empresa trasnacional de origen estadounidense que lleva el nombre de Prologis, la empresa más grande del mundo en la renta de servicios inmobiliarios para almacenaje. En México esta empresa es dueña de 3.7 millones de metros cuadrados enespacio industrial donde tiene 210 bodegas de almacenaje. Gran parte de ellas se concentra en la región del norte de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, donde es dueña de 60 edificios y casi 1.8 millones de metros cuadrados de tierra. Esta empresa renta las bodegas a las diferentes corporaciones de comercio que ahí almacenan los productos para después distribuirlos en la Ciudad de México y en otras regiones del país. Mientras que estas zonas industriales controladas por Prologis cuentan con servicios de agua potable, alumbrado, energía eléctrica, seguridad, las colonias populares que las rodean, donde habitan los trabajadores, sufren de escasez de los servicios fundamentales de infraestructura de vivienda y sanidad.

En entrevista con algunos trabajadores de estas bodegas fue posible observar que dentro de estas plantas operan condiciones de trabajo sumamente precarias. Estas empresas contratan temporalmente a todo su personal mediante agencias de contratación conocidas como “outsourcing” donde destacan empresas trasnacionales como Adeco, MannPower, DCH, entre otras. Esta subcontratación de los empleados hace que las grandes corporaciones de comercio no se hagan responsables de los problemas que puedan ocurrir durante el proceso de trabajo, en el piso de las fábricas. Los contratos son de tres meses, lo cual hace muy difícil que se produzca organización de los trabajadores ya que siempre corren el riesgo de que no les renueven sus contratos. La rotación de trabajadores al interior de estas plantas es muy elevada, al grado que el promedio de tiempo de trabajo de una persona en una bodega es de tres a seis meses.  Los turnos de trabajo no son estables sino que se van cambiando cada quincena o mes, de manera que una persona que comenzó trabajando en las mañanas, tiene que pasar al turno de la noche o la madrugada cada dos semanas.

Las jornadas de trabajo funcionan bajo un sistema que se conoce como cuatro por tres, en el cual se trabaja 12 horas durante cuatro días y se descansa tres días. Cuando es temporada alta en la venta, las jornadas de trabajo se extienden a 12 horas diarias de lunes a sábado, lo cual suma 72 horas por semana. Los salarios son de aproximadamente 1400 a 1800 pesos a la semana, sin  comida incluida y muchas veces sin transporte. Los trabajadores tienen 30 minutos de comida en todo el día. Su trabajo es estrictamente vigilado con cámaras geo localizadas al interior de las plantas.

Para la contratación se realizan exámenes médicos y muchas veces a las mujeres les hacen pruebas de embarazo antes de contratarlas. Las empresas no tienen servicio de guarderías y las trabajadoras madres solteras dejan el cuidado de sus hijos a familiares o vecinos. Una trabajadora de 19 años que labora en la bodega de Mercado Libre localizada en el parque de Prologis en Tepozotlán nos comentó que ella y su hermana son madres solteras que dejan a sus tres hijos con la abuela ya que ambas trabajan en los turnos de la noche.

Dentro de las plantas, las empresas tienen doctores privados que sirven para evitar que los trabajadores demanden por enfermedades profesionales o accidentes laborales, ya que tienden a dar pastillas para el dolor en lugar de canalizarlos al seguro social donde se puedan diagnosticar padecimientos como enfermedades profesionales. Una mujer que trabajó siete años en las bodegas de Wal-Mart ubicadas en el parque industrial de Prologis en San Martín Obispo, nos comentó que trabajando como cargadora tenía que hacer el mismo esfuerzo que hacían los hombres, por lo cual se lastimó los tendones de un brazo y no pudo laborar más. El Seguro Social no lo diagnóstico como enfermedad profesional y la empresa se desentendió por completo. Actualmente tiene un padecimiento crónico derivado de dicho trabajo y no cuenta con seguro social ni pensión.

Para disciplinar al trabajador, las empresas entregan bonos de puntualidad y desempeño, los cuales equivalen a aproximadamente 30% del ingreso semanal. Para poder recibirlos, los trabajadores deben cumplir con altos índices de producción, intensificar su trabajo e incluso prolongar sus jornadas diarias, de lo contrario son sancionados por “mal desempeño”.

“Creo que sí hay un sindicato, pero no lo conozco” comentó un trabajador de los almacenes de la empresa DHL en Cuutitlán Izcalli, dejando entrever que estas plantas de almacenaje tienen contratos colectivos con sindicatos corporativos que son inexistentes para los trabajadores ya que funcionan para proteger el interés empresarial.


Casas de interés social en Huehuetoca, Imagen tomada de https://www.casashabitat.com/

Las colonias obreras donde viven los trabajadores que laboran en estas bodegas son comúnmente pequeñas casas de interés social que tienen problemas de escasez de agua. Un joven trabajador de veinte años que labora en los centros de distribución de Wal-Mart y que vive en el municipio de Huehuetoca en el Estado de México mencionó que “cae agua dos veces a la semana si bien nos va”.  Este mismo trabajador nos comentó que para transportarse a su centro laboral hace dos horas de ida al trabajo y dos de regreso a casa, o sea 24 horas semanales de transporte que la empresa no contempla como parte de la jornada de trabajo.

Este ejército de cientos de miles de trabajadores que laboran para que día con día puedan presentarse las mercancías en los estantes de los supermercados o se puedan vender por internet para llegar a las casas en cuestión de horas, se encuentra totalmente excluidos del “progreso” que ofrece el capital. Las condiciones de precariedad laboral marcadas por intensas y prolongadas jornadas de trabajo, bajos salarios, problemas de salud e inestabilidad laboral que se viven en esta enorme región ocupada por bodegas de los capitales trasnacionales, se esconden detrás de los supuestos beneficios que las inversiones extranjeras directas traen al país.